Martín Gelabert, op El amor en la familia: luces y sombras

(Martín Gelabert, op).- La exhortación apostólica del Papa Francisco "sobre el amor en la familia" es larga porque son muchas y complejas las cuestiones relacionadas con la familia. El documento está dirigido explícitamente a los cristianos.

Hay puntos que tienen mayor interés para unos que para otros, dependiendo de la situación en que uno se encuentra y de sus necesidades. El texto merece una lectura reposada. Sería bueno que cada uno se quedase con lo que más directamente le afecta.

Me temo que los distintos comentarios que aparecerán en los próximos días seleccionaran los aspectos más llamativos o que más se aproximen a la ideología del comentarista. Sería una pena que estas insistencias nos desviaran de una lectura en profundidad de la rica teología sobre el amor cristiano que ofrece la Amoris Laetitia.

El Papa comienza recordando que, en estos asuntos tan personales, no todo se resuelve a base de leyes. Y, si bien es cierto que la Iglesia tiene una doctrina luminosa sobre el amor y el matrimonio, "hay diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella". El Papa, siendo firme en lo doctrinal, es consciente de que hay situaciones que necesitan un tratamiento propio.

La realidad de la familia tiene sus luces y sus sombras. Su luz más esplendorosa deriva del hecho de ser el reflejo viviente del Dios Creador: "la familia no es algo ajeno a la esencia divina"; "el varón, la mujer y los hijos conforman una comunión que es imagen de la unión entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo". En la familia también hay sombras, debidas a la fragilidad humana y, sobre todo, al hecho de que cuando las cosas no dependen solo de uno, es más complicado controlarlas a gusto de uno. A propósito de estas sombras, el Papa reconoce con humildad que, a veces, el modo de presentar las convicciones y de tratar a las personas, no ha facilitado que resplandezca la belleza de la fe cristiana y ha dificultado responder a las necesidades reales de los fieles.

Lo importante es leer el texto completo y que cada uno saque sus propias conclusiones. Una clave: el respeto a la conciencia de cada uno, que debe hacer su propio discernimiento y, a veces, hacerlo en situaciones donde se rompen todos los esquemas. La Iglesia está llamada a formar las conciencias, no a sustituirlas. Un principio inspirado en Tomás de Aquino puede dar luz a los responsables de acompañar a esas personas que se encuentran en situaciones difíciles: cuanto más se desciende a lo concreto y a lo particular, tanto más difícil es ofrecer una norma general. O dicho de otro modo: tanto más aumenta la indeterminación.

Un detalle menor, pero agradable: en otras ocasiones he notado que Francisco cita gustoso a las Conferencias Episcopales. En este documento la primera Conferencia citada es la española. Si no me equivoco, es la primera vez que este Papa cita a nuestra conferencia episcopal en un documento de este nivel.

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