"¿También hoy la Iglesia se encuentra en una difícil encrucijada, con ‘llagas sangrantes’ que curar?" Diez ‘llagas’ de la Santa Iglesia, hoy
"El movimiento sinodal nos anima a hablar, y no como una ‘Caja de Pandora’ (aunque muchos opinen así), sino como una oportunidad para buscar al Espíritu también en el ‘sensus fidelium’"
"Rosmini exponía con dolor pero con amor a la Iglesia cinco ‘llagas’ que veía en aquel momento como los principales problemas ‘sangrantes’ de este Cuerpo de Cristo"
"¿También hoy la Iglesia se encuentra en una difícil encrucijada, con ‘llagas sangrantes’ que curar? Pues creo que es evidente que sí, aunque no coincidamos todos en su identificación, priorización, ni posibles remedios…"
"Sé que diciendo estas cosas me expongo a una reprimenda de mis ‘superiores’, o al rechazo e incomprensión de algunos compañeros sacerdotes y cristianos ‘de a pié’"
"¿También hoy la Iglesia se encuentra en una difícil encrucijada, con ‘llagas sangrantes’ que curar? Pues creo que es evidente que sí, aunque no coincidamos todos en su identificación, priorización, ni posibles remedios…"
"Sé que diciendo estas cosas me expongo a una reprimenda de mis ‘superiores’, o al rechazo e incomprensión de algunos compañeros sacerdotes y cristianos ‘de a pié’"
| Luis Pose Regueiro, sacerdote e historiador
Soy sacerdote católico e historiador de la Iglesia, con mente abierta y deseo de que esta familia cristiana sea realmente más fiel a Jesús en el tiempo que nos toca vivir. Soy consciente de los fallos humanos de la institución de ayer y de hoy, y por supuesto de los míos propios, lo cual me hace mirar la historia con humildad y a veces con decepción e incluso con vergüenza propia y ajena, pero sin renunciar también a la belleza y al bien hecho, ni a la esperanza de que podamos aprender y mejorar, con la ayuda de Dios, claro.
Me crean o no, lo que me mueve a expresar la siguiente reflexión no es el afán de protagonismo ni la búsqueda de lío, sino simplemente expresar en conciencia lo que llevo dentro, porque creo que es muy importante que lo hablemos entre tod@s con sinceridad y sin miedo, y tengo la sensación de que escondemos y silencianmos muchas opiniones similares, barriendo para debajo de la alfombra y haciendo como si no pasara nada, o convencidos de estar en el buen camino aún viendo el precipicio delante... El movimiento sinodal nos anima a hablar, y no como una ‘Caja de Pandora’ (aunque muchos opinen así), sino como una oportunidad para buscar al Espíritu también en el ‘sensus fidelium’, en la fe del pueblo, en marcha, hoy.
Echemos un pequeño vistazo a la Maestra Historia…
En 1830, con las revoluciones liberales de París y Bélgica, también en la Iglesia se empezaron a manifestar católicos a favor de la convivencia democrática y la separación entre la Iglesia y el estado, que favoreciera una libertad religiosa más auténtica y evangélica. Personajes destacables en este sentido fueron Lamennais, Lacordiare y Montalambert, que con su periódico L’Avenir comenzaron en ese mismo año a hacer oír una voz diferente en la Iglesia. Fueron increpados por algunos obispos, y se acercaron a Roma para dialogar con el propio Papa Gregorio XVI, que en lugar de prestarse a conversar, publicó en 1832 la encíclica Mirari Vos, condenando el liberalismo, tanto político como eclesial (condena que después se agrandará en la segunda mitad del siglo).
Unos meses después, aún en 1832, Antonio Rosmini, un sacerdote italiano de gran talla intelectual y espiritual, escribió el libro Delle cinque piaghe della Santa Chiesa, que no publicaría hasta 1848. Rosmini en un principio gozó de la protección del ya entonces Papa Pío IX, pero éste al año siguiente cambiaría de parecer con respecto al movimiento liberal tras la revuelta republicana en Roma, condenando después con dureza las tendencias modernistas (encíclica Quanta Cura de 1864, con el anexo Syllabus). El libro de Rosmini fue prohibido ya desde 1849, y algunas de sus afirmaciones condenadas; pero en 2001 fue rehabilitada su memoria, e incluso en 2007 fue proclamado beato por el Papa Benedicto XVI.
Y bien, ¿qué decía Rosmini en ese polémico libro? Pues básicamente exponía con dolor pero con amor a la Iglesia cinco ‘llagas’ que veía en aquel momento como los principales problemas ‘sangrantes’ de este Cuerpo de Cristo. ¿Y cuáles eran estas ‘llagas’? Resumiendo mucho (se invita a los lectores a profundizar buscando su libro):
El distanciamiento entre el clero y el pueblo (en la vida y en la liturgia).
La poca formación cultural y espiritual del clero en general.
Las discrepancias y desunión entre los obispos.
La intromisión política en el nombramiento de los obispos.
La riqueza acumulada por la Iglesia.
Vamos ahora a dar un salto hasta hoy, y no seré el primero que hace una analogía entre aquella profética reflexión de Rosmini y el momento actual… ¿También hoy la Iglesia se encuentra en una difícil encrucijada, con ‘llagas sangrantes’ que curar? Pues creo que es evidente que sí, aunque no coincidamos todos en su identificación, priorización, ni posibles remedios… Sé que algunos no estarán de acuerdo conmigo, pero como dije, me siento en la obligación moral de ser sincero y compartir mi opinión al respecto, sin querer ofender a nadie ni provocar ningún ‘cisma’, sino con amor fraterno a esta Iglesia a la que pertenezco, y que pienso que debería superar inmobilismos que obstaculizan la recepción y vivencia del mensaje evangélico hoy.
Y no se trata de ir contra la tradición ni de acomodarse a los tiempos porque sí o por quedar bien con la sociedad actual, sino de replantearse en serio la Encarnación, que ocurrió hace ya unos 2.000 años, pero que sigue acompañando a la humanidad en su ritmo y circunstancias, con sus avances, baches y retrocesos… Como dijo el mismo Jesús: “Mucho tengo aún que deciros, pero no podéis con ello ahora. Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena” (Jn 16,12-13).
Entonces, en mi humilde parecer, lejos de la talla de Rosmini, ¿cuáles creo yo que son esas ‘llagas’ de la Iglesia de hoy? Algunas aún coincidentes con las de entonces, y otras nuevas… Voy a concretarlas y resumirlas en estas 10, que no tienen por qué ir en este orden; y ojo, no digo que ocupen todo el panorama eclesial, y claro que hay muchas cosas buenas a destacar también, pero aquí hablo de las ‘llagas’:
1) El tradicionalismo y el individualismo. Ante una situación decadente y complicada, de incertezas, a menudo unos tienden a refugiarse anacrónicamente en la seguridad ‘de lo de antes’, y otros a aislarse para hacer lo que cada uno considere al margen del resto; creo que debemos buscar un camino lo más común posible, siguiendo el sabio dicho: “unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, y caridad en todo”.
2) El clericalismo. El poder de los sacerdotes y de los obispos sigue siendo a menudo excesivo y distanciador (al menos muchos se lo creen y así lo practican), de manera que las comunidades cristianas y diócesis dependen demasiado del variable jerarca del momento, con poca voz real ante su mando o apatía; creo necesaria una verdadera sinodalidad corresponsable que nos movilice a tod@s.
3) Las riquezas y bienes acumulados. A veces todavía se ven comportamientos economicistas por parte de pastores que sostienen una especie de ‘mercado’ de sacramentos. Y sí, hacen falta templos y recursos para la misión, pero ¿tantos? ¿no serán una trampa que nos consume demasiado tiempo y preocupaciones? Creo que necesitamos buscar maneras dignas de austeridad, desprendimiento, y caridad.
4) El etnocentrismo. A menudo la Iglesia sigue siendo muy ‘romanocéntrica’, y ay del que se salga del ‘tiesto’ centralizador; creo que la encarnación del mensaje de Jesús en las culturas aún tiene mucho por hacer y aportar, en los lugares concretos y en el panorama mundial.
5) El machismo. Jesús escogió 12 hombres en aquel momento histórico, pero ¿alguien duda de que hoy escogería también mujeres para representarlo sacramentalmente? San Pablo prohibía enseñar a las mujeres entonces, pero ¿también lo haría hoy? Creo que las mujeres que se sientan llamadas a este servicio también deberían poder recibir el sacerdocio ministerial (y no lo digo por problema de número de ministros, sino por convicción humano-teológica).
6) El celibato obligatorio. Ciertamente es una llamada digna y admirable la del celibato, tanto como la de unirse para formar una nueva familia propia; ambas requieren amor, sacrificio y dedicación (no sé cuál más…), y creo que hombres y mujeres célibes o casad@s podrían ejercer el sacerdocio ministerial en la comunidad, enriqueciéndola desde sus carismas (y de nuevo, la motivación para mí no es la escasez).
7) La visión reduccionista de la sexualidad. La doctrina ‘oficial’ al menos ya defiende que el sexo no es solamente para la procreación y admite la p/maternidad responsable, pero no admite los métodos anticonceptivos artificiales, ni el sexo pre-matrimonial; creo que lo primero es una incoherencia (si se admite la actitud, ¿por qué no admitir una ayuda artificial?), y lo segundo una ingenuidad (ya no sólo por incumplible, sino por desconocer la importancia del sexo en la comunicación y vida de una pareja).
8) La homofobia. Se va mejorando un poco (al menos públicamente) ante la visión negativa y denigrante de la homosexualidad –que no es una enfermedad ni un capricho-, pero aún sigue sin aceptarse que sea una manera digna de personas que se aman en conciencia; y creo que eso es lo verdaderamente importante y lo que Dios nos pide: que las personas amen como lo sientan en conciencia. Y por tanto, creo que también las parejas homosexuales maduras deberían poder recibir la bendición de la Iglesia; y por supuesto, que l@s que se sientan llamados al servicio sacerdotal, lo pudieran también recibir (y no seamos hipócritas: ya hay muchos sacerdotes homosexuales, y no deberían sentirse humillados ni contradictorios por ello).
9) Los abusos sexuales y su encubrimiento. Ambos errores terribles… aquél, fruto de una sexualidad mal integrada, y éste, fruto del miedo al escándalo. Ciertamente que no es una lacra ni mucho menos mayoritaria, pero más común de lo que se pensaba; y también es verdad que se debe tratar con prudencia y discreción por respeto a las propias víctimas y a la presunción de inocencia, pero no sin justicia y audacia. Creo que se debe cuidar la maduración humano-sexual con más naturalidad, y ser más cuidadosos en la prevención de abusos (sin caer tampoco en distanciamientos obsesivos); y por supuesto, afrontar los problemas con diálogo sincero y medidas responsables.
10) El ritualismo vacío y la espiritualidad débil. Las celebraciones comunitarias son de los principales alimentos espirituales del cristiano, que lo deben llevar a vivir la fe en su vida cotidiana (oración, caridad, etc); pero a menudo da la sensación de que dichas celebraciones se quedan en un escaso cumplimiento rutinario y poco enriquecedor. Creo que necesitamos replantearnos una liturgia y una formación más vivenciales.
Evidentemente, estas ideas requieren más desarrollo, fundamentación y debate; pero al menos creo que es necesario ponerlas sobre la mesa y afrontarlas, con calma y con caridad, pero también con audacia.
Sé que diciendo estas cosas me expongo a una reprimenda de mis ‘superiores’, o al rechazo e incomprensión de algunos compañeros sacerdotes y cristianos ‘de a pié’, y seguramente los insultos de algún comentarista con poca argumentación y mucho odio (sí, también hay ‘haters’ que se dicen cristianos…); pero siento que debo hacerlo por honestidad, y asumir las consecuencias. Probablemente algunos incluso me dirán que me estoy poniendo fuera de la Iglesia con estas ideas, cosa que niego rotundamente: en las familias se puede discrepar respetuosamente, sin que eso nos tenga que separar (y tampoco estoy cuestionando ningún dogma del Credo ni cosas esenciales). Pero también sé que no son pocos cristianos los que comparten en conciencia muchas de las cosas que dije aquí, y creo que sería justo y necesario saber de verdad cuántos piensan de esta manera o de otras; tal vez es el momento de posicionarse y hacerse oír… Si no, ¿cuándo?
Me parece que el camino sinodal en Alemania –tan discutido por algunos- es un claro y valiente signo de que la mayoría del pueblo de Dios quiere hablar con libertad y audacia sobre estas cosas tan importantes y cruciales; negar y vetar este diálogo sería un error fatal para la Iglesia, y no solamente por la enorme pérdida social que sufrirá (y que ya está sufriendo por no afrontarlo…), sino porque sería ‘aferrarse a tradiciones humanas dejando el mandato de Dios’ (Mc 7,8), que es ayudar a la gente a conocer y a entrar en su Reino. Me duele ver lo difícil que a veces se lo ponemos al Espíritu (y de nuevo me incluyo asumiendo mi debilidad); no vaya a ser que también nosotros le fallemos de manera tenga que buscar otros ‘labradores para la viña’… (Mt 21,43).
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