(Jorge Costadoat, en Reflexión y Liberación).- "Ah, cuánto querría una Iglesia pobre y para los pobres", ha dicho el Papa Francisco. Sus palabras nos estremecen. Pero, ¿qué ha querido decir con ellas? Las personas entenderán cosas muy distintas. Conceptos de pobreza y de riqueza puede haber muchos.
Lo normal es que nadie quiera ser pobre. ¿A quién pudiera gustarle pertenecer a la "Iglesia de los pobres"? Sería raro. Sería extraño, a no ser que alguien haya descubierto la pobreza del reino de Dios y conozca en carne propia la maravilla de seguir a Jesús pobre. No sería extraño, en este caso, que uno quisiera echar a los ricos fuera de la Iglesia. Jesús sostenía que lo normal sería que los ricos se fueran al infierno y que solo Dios podría lo imposible: que algún rico se salve. Pero las palabras de Jesús, como todas sus metáforas, han sido un aguijón para provocar la conversión. No hemos de creer que Jesús quería realmente que los ricos se fueran al infierno. Quería que se convirtieran; que renunciaran a sus riquezas y las dieran a los pobres.
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