"Con estos zapatos se hace camino al andar, se peregrina, pero no se desfila" Con zapatos ecológicos marca 'Laudato si'
Con zapatos ecológicos es como realmente “se hace camino al andar”. Con ellos se alcanzan cuantas metas, propone el santo Evangelio, sin prescripciones rituales en exceso. Precisamente con los zapatos ecológicos de la “Laudato si”, es como y cuando se abren de par en par las puertas de la perdonanza
Al papa Francisco, por papa y por Francisco, no les sientan bien las cáligas, pese a que otros antecesores les legaron un rico tesoro de ellas. El papa Francisco prefiere servirse del “Metro”, de los autobuses -”colectivo”-, sin pensar ni remotamente siquiera en sillas gestatorias y otras blasfemias viarias
Por aquello de que “de una cualidad importante que ha de tener el obispo es la de estar y vivir cercano al pueblo”, por lo de “por favor, no escondan la realidad de los abusos del clero”, y por de “no quiero volverme loco residiendo en los Palacio Apostólicos”, el titular de este artículo disfrutaría de similares atractivos profesionales, si hubiera sido, similar al de “Vestidos de payasos”.
Me explicaré. Por ser y ejercer ministerialmente como obispo, es absolutamente imprescindible ser, pertenecer y encarnarse en el pueblo, sin marginar ninguna de las condiciones que de por sí les competen a quienes forman parte de tal colectivo.
Comenzamos por los zapatos -expresión y referencia de lo que se es, o se pretende ser, hasta la santa mitra y la ya extinta tiara, con el consabido análisis y descripción de los caminos a recorrer el obispo, con todas sus consecuencias e intenciones, entre unos zapatos ecológicos de la hipotética marca “Laudato si”, y unas cáligas litúrgicas y protocolarias diseñadas por Georgio Armani, Prada y otras “primeras espadas” del gremio, todos y todas de regio abolengo, se advierte que unos obispos, sin excluir el de Roma, optaron en los últimos tiempos, canonizados o canonizables, por calzarse de una manera o de otra. Todo ello en fiel consonancia con la concepción episcopal de la que están investidos y revestidos.
Sin cáligas y en Metro
Al papa Francisco, por papa y por Francisco, no les sientan bien las cáligas, pese a que otros antecesores les legaron un rico tesoro de ellas. El papa Francisco prefiere servirse del “Metro”, de los autobuses -”colectivo”-, sin pensar ni remotamente siquiera en sillas gestatorias y otras blasfemias viarias.
Y es que a la Iglesia, y más a la jerárquica, le faltan “metros” y cualquier otra clase de “colectivos”. Le falta “hacer cola” para esperarlos y, antes de apearse, haber charlado con alguno de los usuarios y con el mismo conductor si el tiempo y la ocasión lo propician.
Con zapatos ecológicos es como realmente “se hace camino al andar”. Con ellos se alcanzan cuantas metas, propone el santo Evangelio, sin prescripciones rituales en exceso. Precisamente con los zapatos ecológicos de la “Laudato si”, es como y cuando se abren de par en par las puertas de la perdonanza de los “Años Santos” y de los que no lo fueron ni estuvieron así declarados por la piadosa razón de que frivolizar o comercializar con lo “santo” resulta impiadoso, irreverente y hasta simoníaco. Según.
¿Peregrinar o desfilar?
Con las cáligas no se peregrina. Se desfila y se procesiona, en conformidad con las ceremonias, ritos, turíbulos y turiferarios, golpes de pecho y toques de campana, previa y santamente establecidos. ¿Y para cuando dejamos alguna reflexión que responda al posible titular periodístico de “Vestidos de payaso”, con el que con harta frecuencia son calificados quienes dicen procesionar sus ideas religiosas dentro y fuera de los templos, únicos “lugares sagrados” para buena parte del pueblo de Dios y de los “otros”?
Por ahora -y siempre-, basta y sobra con actualizar la idea de que la práctica totalidad de los símbolos y signos que se dicen y practican como religiosos y litúrgicos, reclaman revisión y cultura sobre todo en la Iglesia “oficial”. Por seguir “mitreando” otra estación más en estas sugerencias, el capítulo referente a estos artilugios es escandalosamente pagano, espectacular y, por fin, hilarante y carnavalesco, que seguramente, y con el aditamento del supuesto de lúdico y fálico, será lo que contribuya con mayor urgencia a su destierro a perpetuidad, tal y como aconteciera con la barbaridad teológica de la tiara pontificia.
Las mitras, “antipalabras” de Dios
Todo se andará, aún convencido de que sin “mitra”, con su irreverente, molesto y absurdo ”quita y pon”, los obispos pierden voz, tono y “auctóritas”, es decir, “posesión”. Las mitras son “antipalabras” de Dios. ¿Nos imaginamos a Jesús y a “los Sucesores de los Apóstoles”, haciendo uso de las mitras que exornaran las cabezas de los Sumos Sacerdotes del dios Mitreo y de los Generalísimos de sus ejércitos, de los que tomara buena cuenta el griego Alejandro, conocido y reconocido universalmente como “El Magno”?
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