Recuerdos vivos
Según van pasando los años los recuerdos del pasado se vuelven más frecuentes. Hace varias noches me despertó la evocación de algunos lugares que tuvieron una enorme importancia en mi vida: el hogar de mi infancia, la celda de un monasterio, una de las calles de mi barrio, una tienda canadiense en la sierra, un océano bravío con ruinas bajo sus aguas, un valle luminoso, un malecón junto al mar, una mecedora en un comedor, una masía en la montaña, las casas donde nos reunimos y celebramos la vida, una habitación de hospital, el patio y la clase de mi colegio, una capilla abierta, sin muros, en medio de una vivienda muy sencilla…
Todos estos sitios y muchos más ocupan un lugar primordial en mi corazón. Unos son de una belleza sublime. Otros no son tan hermosos, pero tienen un encanto especial para mí. Y otros, dentro de su sencillez, han iluminado de mil formas mi existencia.
Pero vistos así sin más, de uno en uno, sin las vivencias por las que son tan significativos para mi vida, quedarían como una fotografía preciosa, pero una más en la retina del recuerdo.
Lo importante de aquella mecedora, de la tienda canadiense, de la casa de la infancia, de la calle por la que bajé una tarde al fin acompañado… son las personas que dan sentido, calidez, pervivencia y sentido a todos esos objetos y lugares. Sin ellas, con todo lo que he vivido a su lado, serían solo bellas imágenes en un álbum de fotos o en la memoria del ordenador.
Sin las vivencias profundas, compartidas con quienes ya no están a mi lado, pero muy vivas en el interior de mi corazón, se difuminarían por las nieblas del olvido. Sin su presencia y su amistad permanente en estos días tan inciertos, quedarían conservados como retratos o piezas de museo.
Son todas esas personas las que me han acompañado y me ayudan a ser como soy, quien soy hoy en día. Y por eso me siento sumamente agradecido y en deuda con todas y cada una de ellas. Parafraseando lo que expresó en un profundo y hermoso poema mi querido, admirado y siempre recordado Pedro Casaldáliga, me siento feliz y lleno de vida, porque mi corazón está rebosante de vivencias, nombres y rostros, que me ayudan a seguir caminado y compartiendo tanta felicidad como me han ofrecido y me siguen regalando cada día.