Esperanza, el nuevo libo del Papa Más que una autobiografía de Francisco

Más que una autobiografía de Francisco
Más que una autobiografía de Francisco

Aunque contiene sabrosos datos de su vida, podríamos decir que se trata de algo más que una autobiografía; es un autorretrato, una confesión, una predicación, una catequesis, un anecdotario, un ensayo sobre su pensamiento, un mensaje y un resumen de los grandes temas de su pontificado

Desde las primeras páginas el lector apenas puede hacer una distinción entre el joven Jorge Mario Bergoglio y el papa Francisco, porque se funden, se confunden, se entrelazan, para sacar de cada acontecimiento una lección

  Sobre un tema debatido, si hubo un amor de juventud, Bergoglio lo desmiente, cuenta que salían en grupo a bailar y que ya tenía la inquietud del sacerdocio, aunque confiesa que si tuvo un enamoramiento infantil.

Respecto a su relación con la Compañía de Jesús el libro aporta significativos  datos sobre su vocación, las razones para elegir a los jesuitas, sus experiencias de noviciado y sus tiempos de profesor de literatura.

Explica su seriedad siendo cardenal porque "era tímido, más tímido de lo debido para no equivocarme”

Esta autobiografía estaba destinada a ser publicada después de su muerte, pero pareció oportuno hacerlo con motivo del Jubileo de la Esperanza. Por consiguiente, una obra de recomendada, amena, fácil e inspiradora lectura

La aparición del nuevo libro del papa, anunciada como una autobiografía, ha suscitado una gran expectación. Se ha dicho que es el primer pontífice que ha escrito unas memorias de este género. No es cierto. Eneas Silvio Piccolomini, Pío II (1405-1464), notable humanista en su tiempo, escribió su autobiografía, titulada Pii II Commentarii rerum memorabilium, quae temporibus suis contigerunt, además de una novela erótica en su juventud, por la que llegaría a pedir perdón.

Esperanza es en todo caso mucho más que una autobiografía del papa Francisco. Aunque contiene sabrosos datos de su vida, podríamos decir que se trata de algo más: un autorretrato, una confesión, una predicación, una catequesis, un anecdotario, un ensayo sobre su pensamiento, un mensaje y un resumen de los grandes temas de su pontificado. Sin duda el relato de algunos hechos de su infancia y juventud ofrece datos inéditos de su vida, pero siempre mezclados con un afán didáctico: reflexiones sobre la emigración, la guerra, los pobres, la ecología, etc. También inserta curiosas fotos de su archivo personal.

No aparece como una vida en línea recta, sino en zigzag. Desde la salvación de sus abuelos de un naufragio a la decisión de hacerse jesuita, tras la crisis de su operación de pulmón. En esta primera parte de su juventud hay una entrañable serie de testimonios en su barrio poblado de inmigrantes italianos en Buenos Aires, con referencia a sus seres más queridos, amigos de infancia, sacerdotes que le influyeron y sobre todo una constatación de una infancia y juventud  modestas, cercana al pueblo y a las pequeñas vivencias de cada día.

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El papa Francisco tiene un concepto colectivo de la autobiografía. “Una autobiografía no es nuestra literatura privada, sino más bien nuestra bolsa de viaje”. Citando a un poeta mexicano añade que “la memoria es un presente que nunca termina de pasar”, para centrarse en la esperanza y concluir con una bella frase sobre el cristocentrismo de su vida: “No recuerdo nada en lo que no estés Tú”.

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Desde las primeras páginas el lector apenas puede hacer una distinción entre el joven Jorge Mario Bergoglio y el papa Francisco, porque se funden, se confunden, se entrelazan, para sacar de cada acontecimiento una lección, un recuerdo de viaje como papa, una predicación sobre alguno de los grandes temas de pontificado. De la inmigración de sus abuelos y sus apuros, a su visita a Lampedusa, recordando: “Yo también podría haber conocido el destino del que se queda sin nada. Yo también habría podido estar entre los descartados de hoy, de ahí que mi corazón albergue siempre una pregunta: ¿por qué ellos y yo no?”.

De la guerra de 1916 en la que participó su abuelo a la condena a toda guerra con alusiones culturales como al cine de Fellini e incluso de Pasolini o más tarde Ingmar  Bergman. “La guerra -recuerda- es locura, y su disparatado plan de desarrollo es la destrucción”. Hasta llegar a afirmar: “Si queremos lograr la capacidad de comprender cómo se hace la paz, y la fuerza para conseguirla, hagámonos todos pequeños. Como un niño que va de la mano de su abuelo”. Así entrelaza episodios de la Historia de Italia, el ambiente de Buenos Aires, la importancia del salesiano padre Enrique en su familia, la boda de sus padres, la devoción a la Virgen que le enseñaron su abuela y el padre Enrique.

Gracias, perdón, melancolía

Sobre esa etapa afirma que «Gracias» es una palabra fundamental de la vida, empezando por la vida en familia. Junto con «permiso» o «perdón» es una clave que abre el camino para vivir bien, para vivir en la paz. “Hemos de imaginarnos esas tres palabras como placas en las puertas de entrada de nuestras casas y de nuestras vidas.” Añade muchos recuerdos de una infancia, que califica de “serena”, con sus disfraces, la murga del barrio, las primeras películas, la sacralidad del domingo, la excelente relación de su familia con los judíos y miembros de otras religiones, que siembra de numerosas anécdotas.

                Una faceta que subraya desde su adolescencia es la “melancolía”, que dice siempre ha formado parte de su vida. De aquí su afición al romanticismo y ese aire de soñador que se pondrá de manifiesto en sus alocuciones como papa. Tiene, ¿cómo no? un capítulo dedicado al juego, y más concreto a su afición al fútbol. Da cuenta también de su sorprendente promesa a la Virgen en 1990 de no ver la televisión, después de aparecer en la pantalla una escena muy sórdida. Además le gustaba coleccionar sellos, y viajar con la imaginación, sobre todo con sus numerosas lecturas, y practicar lo que llama “el arte del encuentro”. Tiene encendidos recuerdos para sus maestros y para la música, particularmente el tango, que enseña “la sabiduría de perder”. “Un buen tango hace bailar incluso el silencio”.

                Sobre un tema debatido, si hubo un amor de juventud, Bergoglio lo desmiente, cuenta que salían en grupo a bailar y que ya tenía la inquietud del sacerdocio, aunque confiesa que si tuvo un enamoramiento infantil. Sobre el pecado y la debilidad humana incluye una preciosa reflexión: “Yo tengo una certeza dogmática: Dios está presente en la vida de cada persona. Dios está presente en la vida de cada uno de nosotros. Aunque sea una vida desastrosa, destrozada por el vicio, la droga o cualquier otra cosa, Dios está ahí. Se puede y se debe buscar a Dios en cada vida humana”.

                Sobre su formación política el papa Francisco recuerda la ascendencia de una familia radical y cómo fue evolucionando hacia ideas peronistas y al interés por los pobres. No elude la noche oscura que fue para Argentina el golpe de Videla y la valentía de las Madres de la Plaza de Mayo. Habla de sus encuentros con el dictador y de cuanto pudo hacer como obispo con personas represaliadas, extendiéndose en interesantes casos concretos.

Bergoglio con familia
Bergoglio con familia

                Respecto a su relación con la Compañía de Jesús el libro aporta significativos  datos sobre su vocación, las razones para elegir a los jesuitas, sus experiencias de noviciado y sus tiempos de profesor de literatura. Como es frecuente en el desarrollo de toda la obra hace una extrapolación al pontificado sobre sus decisiones sobre la pederastia, como un asunto “no negociable”. De Pedro Arrupe evoca su gesta cuando la bomba de Hiroshima, para condenar la guerra, pero nada dice sus relaciones con él como general. Sí, que por el servicio a la fe, la promoción de la justicia y el amor preferente por los pobres, para los jesuitas el padre Arrupe sería un icono, también en años turbulentos y complicados, pues decía que, para hablar de pobreza, hay que experimentarla viviéndola en primera persona”. Nada menciona sobre la delicada época en que lideró a un sector de los jóvenes jesuitas, que se dividieron entre ellos autocalificándose de a favor o en contra de Bergoglio.

Cuándo eligió el nombre de Francisco

                En fin, el libro incluye su confesión de fe, al ser ordenado sacerdote, su afición a Guardini y Dostoievski, su amor al continente americano, la lucha por los pobres y la mujer en la Iglesia, así como su reiterada predilección por la periferia. Algo cuenta del cónclave que le eligió, como que un cardenal le preguntó si le faltaba un pulmón (para sospesar su voto), y cómo fue necesaria  repetir la última votación por una papeleta doblada. Quizás la revelación más interesante es que, después de que el cardenal Hummes le dijo al ser elegido “no te olvides de los pobres”, fue el momento  preciso en que escogió el nombre de Francisco.

                A este respecto el papa responde a una pregunta que siempre nos hemos hecho. ¿Por qué en las fotos de arzobispo y cardenal de Buenos Aires sale tan serio y luego aparece de papa con la más seductoras de las sonrisas? Francisco lo reconoce, cita que la gente dice que siendo cardenal nunca reía, idea que subrayó la presidenta Cristina Kirchner. Responde que siempre le ha encantado estar con la gente. “Se ve que como cardenal era tímido, más tímido de lo debido para no equivocarme”. En mi opinión hay algo más, una especie de conversión o iluminación sobre cómo debería presentarse al mundo un papa hoy.

                Otro tema discutido es el de las relaciones con el emérito papa Benedicto. Francisco desmiente toda habladuría sobre alguna tensión entre ellos y añade que “siempre fue una relación auténtica y profunda y, más allá de toda leyenda construida por quien se ha empeñado en contar lo contrario, hasta el final me ayudó, aconsejó, apoyó y defendió”.  Capítulos de interés son además los que dedica a la pandemia, sus últimos viajes, el “escándalo de la paz”, la guerra mundial “fragmentada”, hasta afirmar que “la guerra no es solo el teatro de las mentiras: puesto que la mentira siempre la precede y la acompaña, y puesto que la verdad es su principal víctima, la guerra es en sí misma una mentira”. Sigue un par de maravillosos capítulos dedicados al humor y la esperanza, los niños. Para concluir con la idea de que de que “la realidad más profunda, más feliz, más hermosa para nosotros y para nuestros seres queridos está por llegar. Porque “mientras la mirada de un niño y las infinitas posibilidades de hacer el bien sigan iluminándonos, mientras permitamos que en nosotros viva la misericordia, todo será posible”. Para ofrecernos como conclusión de todo el libro: “Hay que ser humilde, dejar espacio al Señor, no a nuestras falsas seguridades. La ternura no es debilidad: es la verdadera fuerza. Es el camino que han recorrido los hombres y las mujeres más fuertes y valientes. Recorrámosla, luchemos con ternura y con coraje. Recorredla, luchad con ternura y coraje… Yo soy solo un paso”.

                En definitiva, un hermoso y apasionado libro que, como adelantaba, más que un autobiografía es un encendido autorretrato, y en cierto modo el testamento de un papa rompedor, original, evangélico y asequible.

papa escribiendo
papa escribiendo

Aunque no está ausente en la redacción su barroquismo argentino, que mezcla todo, pasado y presente, recuerdos y anécdotas, confesiones y meditados silencios, se lee muy bien, casi con el interés de una novela. A un lector no creyente le pueden molestar las disquisiciones exhortatorias en unas memorias, lo que el libro tiene de homilía, de predicación. Pero no hay que olvidar de que se trata de un papa que quiere dejar un mensaje como legado, no de las revelaciones indiscretas de cualquier político o  famoso. En ese sentido me gusta que no se haya limitado al relato autobiográfico, porque siempre he pensado que en este género uno no es buen juez de sí mismo y selecciona, muestra u oculta, necesariamente episodios de su vida. En una palabra Esperanza es una obra de  confesiones de madurezque dibujan un sincero autorretrato.

                El coautor, es decir el “negro”, como se suele llamar al que da forma al texto de un líder, Carlo Musso, explica en un epílogo que esta autobiografía, redactada desde 2019, estaba destinada a ser publicada después de la muerte del papa Francisco. Pero pareció oportuno darla a conocer con motivo del Jubileo de la Esperanza. Sin duda el hecho de publicarla en vida condiciona los límites del relato, “lo que no se puede contar”. Yo recuerdo cómo Martín Patino quemó las memorias del cardenal Tarancón por las alusiones comprometidas a personas concretas que contenía. El coautor señala el espíritu que reinaba cuando se reunía a trabajar con el papa: “Un hombre nacido en 1936 que solo mira atrás para impulsar su mirada aún más hacia delante. Asimismo, estas páginas han sido escritas con espíritu de servicio y con el deseo apasionado de transmitir dos de las cosas más duraderas que los seres humanos pueden dejar en herencia: raíces y alas”. Por consiguiente, una obra de recomendada, amena, fácil e inspiradora lectura.

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