petit essai polyédrique Diagnóstico poliédrico sobre la pederastia clerical
DIAGNÓSTICO POLIÉDRICO SOBRE LA PEDERASTIA CLERICAL
Ir a las causas significa tener la voluntad de solucionar el problema de verdad, lo que implica investigar la vida clerical. Existen estudios como el de la Iglesia de Australia en conjunto con el gobierno (vb. Carlos Schickendantz) que concluyen en la traumatizante soledad de los curas en combinación con una continua presión para mostrar una imagen de superioridad frente a los fieles. Sí, han adivinado, ¡con el “clericalismo” hemos topado!... por donde se mire.
Hablar sobre los abusos del clero sin ver el contexto cultural exterior e interior a la Iglesia, en el cual se han ido desarrollando, es caer en un moralismo rancio e ideologizado que no tiene interés en superarlo. El pensar es poliédrico y así como la pederastia se presenta actualmente, no tiene salida porque está encasquillada en unos pocos factores que ocultan su realidad.
Hablar sobre los abusos del clero sin ver el contexto cultural exterior e interior a la Iglesia, en el cual se han ido desarrollando, es caer en un moralismo rancio e ideologizado que no tiene interés en superarlo. El pensar es poliédrico y así como la pederastia se presenta actualmente, no tiene salida porque está encasquillada en unos pocos factores que ocultan su realidad.
Vivimos en una cultura hipersexualizada
Los ´60, entre muchas otras cosas, fueron un punto de inflexión para la sexualidad en Occidente. El sexo, caja de pandora reprimida por siglos, hacía su aparición revolucionaria desvinculada del ámbito familiar y el tradicional control social.
Inmediatamente, la maquinaria del mercado capitalista, siempre alerta ante el beneficio pecuniario venga de donde venga, no tardó en captar la hipersexualización como característica social y hacerla rentable (empresas estéticas, pornografía, influencers, televisión, redes sociales, la escena musical, etc...). La lógica de la dominación burguesa despolitiza al individuo distrayéndolo mediante el pansexualismo proletarizado, así como antes lo hizo con la religión espiritualista y evasiva.
La cultura hipersexualizada que consumimos engorda bolsillos y poder de grandes empresas, manteniendo oculta la explotación de las mujeres pobres del resto del mundo. Paralelamente, la izquierda, que no se ha recuperado desde el ´89 del costoso fracaso sistémico de querer hacer un mundo más justo económicamente, se ha dedicado como explica el pensador Piketty en “El Capital”, a exacerbar la lucha dialéctica de identidades sexuales para no quedar afuera del batiburrillo.
Los sacerdotes, sean o no partidarios del Concilio, se han formado en esta sociedad, no han venido directamente del Cielo angélico. Lamentablemente se han quedado exclusivamente en el recurso voluntarista y represivo, sin profundizar en hábitos y procesos críticos y creativos frente a esta realidad cambiante.
Hartazgo de una iglesia moralista
Vivimos tiempos en que el podio de la “superioridad moral” ha sido arrebatado con violencia mediática a la Iglesia. La cultura woke y del descarte han usurpado su trono inquisitorial. Los profetas veterostamentarios dirían que Dios ha dejado que su Pueblo beba un poco de su propio veneno, el de la condena moralista a las personas. Olviamos a menudo que el anuncio del Evangelio junto con su moral individual y social, los llevamos como tesoro en vasijas de barro, que no somos dueños de él para andar haciendo condenas moralistas todo el tiempo.
Que la Iglesia anuncie la verdad sobre Dios y el Hombre puede ser tolerado, pero no habría tanto ensañamiento si no hubiera habido tanta condenación de personas en su historia.
Personas que se autoproclamaban modelos de entrega a los demás, se ensañaron contra seres desprotegidos. Expertos en educación, usaron su supuesta excelencia para abusar de niños que los padres les confiaban para recibir una buena formación. Pastores que se presentaban como guías por el camino de la salvación, mancillaban cuerpos y anulaban mentes.
En todas las religiones, muchos se creen dueños de Dios y su Mensaje. Es lo que Jesús criticaba a los fariseos…y así le fue (…en primera instancia, obviously). Es el sentimiento de ser infalibles y reaccionar con ira a quien ose cuestionarlo. Esto deriva en políticas institucionales negacionistas y obstruccionistas para proteger la reputación de la Iglesia y su patrimonio económico como así también campañas de acoso, desprestigio y hostigamiento contra las víctimas y sus familias, para desacreditar y neutralizarlas, incluso con sentencias condenatorias firmes; como el caso de Juan Cuatrecasas, víctima de abusos sexuales en el Colegio Gaztelueta -Vizcaya. ( 2021).
Inadecuada formación y vida de los clérigos
Dice el jesuita alemán Hans Zollner, de la Pontificia Comisión para la protección de menores, que la misma iglesia ha reconocido la desproporción actual entre la formación teológica y la afectiva, imprescindible para vivir el celibato; “no es lo mismo que hace 50 años, pero el modelo de formación es el mismo”. En la Civilitá Cattolica continúa: “La Iglesia pide una formación humana, emotiva y sexual que en muchos seminarios no se da. Durante mucho tiempo se pensaba que el mero hecho de estar en el seminario y rezar bien resuelve el problema. No es así. Los obispos lo saben muy bien. Las crisis en la vida sacerdotal no son por razones de fe, sino por razones afectivas”.
No son casos aislados
Cuando se hizo imposible negar los casos de abuso, la primera reacción fue presentarlos como hechos aislados o causas individuales, como los rasgos psicopatológicos de los abusadores y obviando las causas estructurales. El mensaje era que en el sistema está todo bien, pero hay algunas manzanas podridas que se han filtrado.
¿Hay muchos sacerdotes abusadores? El padre Zollner no da cifras exactas, pero dice que “entre 1945 y el 2010 la media está entre el 3,5 y el 6%. Es más alta en sacerdotes diocesanos que en religiosos. La media social es más alta, pero no es excusa. Además, los casos clericales añaden otras causalidades.
Algunos piden que, dada esta situación, se suspenda inmediatamente la actividad sacerdotal hasta que los formen, reformen o deformen, dado el peligro social que implican. De lo contrario, acercarse a un cura es una ruleta rusa y la Iglesia no da garantías ni su seguro cubre, aunque después de un abuso se logre por presión mediática que “pidan perdón” como un gran logro.
Si una vida célibe insana puede ser un “factor de riesgo”, habría que suprimir urgentemente ese factor. No se trata de jugar a que a tus hijos los atienda “espiritualmente” un superviviente “sano” del celibato, disciplina artificial y antinatural “por el reino de los clérigos”, que revienta patológicamente de esta manera… o de otras ocultas y menos delictivas.
Causas estructurales de la pederastia clerical
Si no se abordan los orígenes sistémicos, se está mareando la perdiz. No bastan el enjuiciamiento civil de los culpables (en parte son víctimas del sistema) ni las abundantes ceremonias de pedidos de perdón. Si se quiere solucionar el problema, hay que ir a las causas en la formación y vida de los clérigos. Aspectos como "el poder clerical, el perfeccionismo moral, la concepción de la sexualidad, el secretismo, la soledad o la idea del pecado y del perdón" son factores reales de riesgo.
Asimismo, otro aspecto a revisar, es el de "priorizar la reputación institucional" por encima de los derechos individuales de las víctimas,menores o no ya que el “temor reverencial” inculcado durante siglos, es un arma poderosa para someter.
Igualmente, los investigadores señalan que el derecho canónico "no ha considerado durante mucho tiempo" los derechos que las víctimas en los procedimientos para revisar los casos. Quienes estudiamos Derecho, no solo el eclesiástico sino el civil, sabemos que está unos doscientos años más adelantado desde los tiempos del marqués de Beccaría (“Los delitos y las penas”, s.XVIII) que limitaba la arbitrariedad, inequidad y concentración del poder del juez, asegurando los derechos del acusado y las víctimas.
Como dijo Juan José Tamayo en este periódico, “La permisividad del delito, el silencio, la falta de castigo, el encubrimiento, la complicidad y la negativa a colaborar con la justicia convertían la pederastia no solo en una agresión sexual individual, sino en una práctica legitimada estructural e institucionalmente –al menos de manera indirecta– por la jerarquía eclesiástica en todos sus niveles en una cadena de ocultamiento que iban desde la más alta autoridad eclesiástica hasta el pederasta, pasando por los eslabones intermedios del poder religioso”.
La comisión australiana recomendó a la Conferencia Episcopal que modifique el derecho canónico para instaurar un celibato voluntario y no obligatorio para los sacerdotes...se imaginan la respuesta: como para la Iglesia, terminar con el celibato obligatorio no pondrá fin al abuso infantil, ni lo considera. Esto recuerda a los abogados de las tabacaleras cuando argumentaban que el tabaco no era la única causa del cáncer. Es un crimen perpetuar este sistema que no admite revisar bajo ninguna circunstancia el celibato obligatorio, en nombre de una disciplina humana sacralizada como si fuera dogma de fe o un "super-sacramento" del que deriva toda la religión.
Ir a las causas significa tener la voluntad de solucionar el problema de verdad, lo que implica investigar el tipo de vida que llevan los clérigos, caldo de cultivo para estas aberraciones. El sacerdote goza de un privilegio de credibilidad, cuyo derrumbe acarrea gran perjuicio y agrava el delito por el temor reverencial que impone ser clérigo. No son sucesos aislados, hay miles en todas las diócesis del mundo.
No todos los hombres están hechos para el celibato monástico del siglo IV, pero la jerarquía latina (porque hay otros catolicismos con curas casados) siguen empeñados con que es el mejor modelo, aunque contradiga la naturaleza tal como Dios la creó y se multipliquen sus consecuencias. Al celibato obligatorio podríamos llamarlo “tercer sexo clerical” o ideología de género…” sagrada”.
Conclusión
La Iglesia tiene que cambiar a fondo su tratamiento de esta pandemia de pederastia y abusos. Está visto que la hipersexualización cultural y la nueva antropología que prescinde de la naturaleza creada, no van a cambiar, sino que se exacerbará aún más. El péndulo del exceso está lejos de haber alcanzado su clímax. Buscar el chivo expiatorio de los abusos en los casos individuales, es perverso. Es el sistema el que está fallando ante estas nuevas circunstancias históricas. En otros momentos de la historia nacían congregaciones religiosas que afrontaban los nuevos desafíos. Hoy, el carisma del sacerdote casado, aportaría una novedosa expresión redentora en la cultura contemporánea.
“No es bueno que el hombre esté solo” (Gen 2,18), dijo Dios en el momento de la creación. Llevaría muchas páginas describir la importancia del matrimonio como compañía en el Amor y realización de las personas, que siendo de derecho natural, no puede prohibirse en nombre de ninguna legislación positiva religiosa. Tal vez sea hora de revisar en la Iglesia latina el complejo mundo del celibato obligatorio y añadir otras posibilidades, antes continuar esta sangría que dejará sin Eucaristía amplias extensiones del mundo. Existen miles de curas casados fieles a la Iglesia, aunque hoy estén un poco resentidos por el maltrato, que podrían enriquecer la opción presbiteral actual. Ellos poseen una experiencia real de fe en los dos mundos …que cada vez están más separados.
Me quedo con una frase final de Andrea Riccardi, que trata el tema con mucho tacto en “La Iglesia que arde”: “Una Iglesia que renuncia a tener un número adecuado de sacerdotes, a celebrar la eucaristía… porque cree que conserva su identidad, al considerar el celibato eclesiástico decisivo para el mantenimiento integral del sacerdocio católico… corre el peligro de ser una de aquellas realidades minoritarias que defienden su identidad en el mundo, pero no son capaces de implementar una profecía en él, porque les falta la eucaristía."
Guillermo Jesús
Poliedroyperiferia@gmail.com