Lecciones de una obispa, no solo a Trump
| Gabriel Mª Otalora
La obispa Mariann E. Budde pertenece a una rama de la iglesia anglicana, por tanto, cristiana, que no es dominante en Estados Unidos. Es la primera mujer que dirige la Diócesis Episcopal de Washington, desde 2011. Leo que su diócesis tenía previsto celebrar un servicio de oración en la catedral al día siguiente de la toma de posesión del nuevo presidente de Estados Unidos, independientemente de quién fuera el ganador. Y así ocurrió… ante Donald Trump.
Anteriormente (2020) ya declaró sentirse “indignada” y “horrorizada” por el uso que Trump hizo de la Biblia mientras “defendía posturas contrarias a la Biblia”. Se refería a cuando Trump sostuvo en alto dentro de la iglesia de St. John tras utilizar la policía gases lacrimógenos contra los manifestantes que pedían justicia racial en una plaza cercana. Esta vez, todo el mundo ha podido ver y escuchar el servicio religioso que Budde realizó ante el nuevo presidente estadounidense. Igualmente conocemos la respuesta destemplada y despectiva de Trump. Han pasado algunas fechas y he sacado algunas lecciones:
1.- A veces nos enredamos con la “denuncia profética” confundiendo política con actitudes profundamente jesuánicas. Me parece que la conducta de la obispa es un ejemplo perfecto de respeto en las formas y de aldabonazo a las conciencias siguiendo el ejemplo del Maestro.
2.- Si esta mujer ha sido noticia, lo ha sido por el contenido de su mensaje, por ser mujer y por decir lo que dijo a quién se lo dijo, en calidad de miembro del clero cristiano. Las tres circunstancias tienen su motivo de reflexión para cualquier persona cristiana, incluidos quienes pertenecemos a la iglesia católica.
3.- En este sentido, llama la atención el silencio estrepitoso de la Conferencia Episcopal Española y, hasta lo que conozco, el de cualquiera de sus cardenales, arzobispos u obispos a título particular: no han dicho ni mu… ¿Fue imprudente la obispa Budde, o actúa con cobardía la jerarquía católica? Al menos, leo que las parroquias jesuitas del Norte de Madrid convocan un acto de apoyo a la obispa por sus palabras ante Trump.
4.- Vayamos con el contenido de lo que dijo la obispa Budde. Apeló a la misericordia, algo que echamos en falta en el día a día cercano, tanto en el lenguaje como en practicarlo. Algunos bienintencionados apelan a vivir el Evangelio como un constructo social, siguiendo la estela sanadora de Jesús de Nazaret. Pero se olvidan de dos cosas: que Él se dedicó a sanar, a predicar y a orar, como elementos indisolubles y lección para sus seguidores. “Sin mí no podéis hacer nada”, “orad para no caer en la tentación…” tal como destacan los textos evangélicos. Y se olvidan también que nuestra labor sanadora debe hacerse con actitud compasiva y misericordiosa; si no, no es cristiana.
5.- Fue un sermón especial: una mujer con responsabilidad episcopal desde el presbiterio dirigiéndose al presidente de los Estados Unidos, sentado en la parte delantera de la iglesia catedral, ella citando a las personas LGBTQ y a los migrantes ante la llamada de Trump a reprimir la inmigración ilegal y a desmantelar las protecciones sociales para las personas transgénero. “Le pido que tenga piedad, presidente”, y añadió que “Todos fuimos una vez forasteros en esta tierra”, en clara alusión al pasado emigrante de la familia Trump. Cerró su sermón instándole “a que tenga piedad de la gente de nuestro país que ahora tiene miedo”. La lección de esta obispa es lo que dijo y cómo lo dijo dando la mayor solemnidad institucional posible a su mensaje.
6.- En una entrevista posterior, aclaró que su objetivo había sido que Trump “tuviera en cuenta que se le ha confiado el país, y una de las cualidades de un líder es la misericordia”. Pero también dijo que esperaba que sus comentarios tuvieran eco más allá de los oídos de Trump, como ocurre con el mensaje profético. Por ejemplo, en la Unión Europea hay cada vez más Trumps.
7.- Si los obispos españoles han sido capaces de expresar un “no rotundo" a la vulneración de la libertad religiosa con motivo de la Shoah judía, ¿no sería tan necesario expresar su “no rotundo” colegiado, en nombre del Evangelio, a la caza de tantas personas vulnerables por serlo, sin ninguna compasión ni misericordia?
Las iglesias se vacían, no somos Buena Noticia, y los culpables no son “los otros” siempre. Busquemos pues conductas inclusivas, defensoras de los débiles, fraternas. Entre nosotros y con quienes sufren cualquier tipo de exclusión o desamparo. Y denunciemos cualquier abuso institucional de poder con los más pequeños en nombre del Evangelio. Vaya lección ejemplar la conducta manifestada por esta obispa cristiana.