Una labor espeluznante, aún vigente Goebbels y los cazadores de bulos
Joseph Goebbels, ministro de la propaganda nazi, tomó nota de los métodos leninistas y los perfeccionó
Buena parte de sus principios de propaganda las siguen poniendo en práctica líderes políticos para tomar o asegurar el poder y someter a los ciudadanos
En la actualidad, algunos hilarantes rastreadores de bulos, que mienten incluso cuando duermen, plagian a Goebbels a la vez que lo denigran. Generan patrañas y agravian a quienes no las aceptan pasivamente. Denuncian a quienes no se doblegan
En la actualidad, algunos hilarantes rastreadores de bulos, que mienten incluso cuando duermen, plagian a Goebbels a la vez que lo denigran. Generan patrañas y agravian a quienes no las aceptan pasivamente. Denuncian a quienes no se doblegan
Joseph Goebbels, ministro de la propaganda nazi, tomó nota de los métodos leninistas y los perfeccionó. Su labor, como la de Lenin, fue espeluznante. En su momento, tremendamente eficaz. Buena parte de sus principios de propaganda las siguen poniendo en práctica líderes políticos para tomar o asegurar el poder y someter a los ciudadanos. En la actualidad, algunos hilarantes rastreadores de bulos, que mienten incluso cuando duermen, plagian a Goebbels a la vez que lo denigran. Generan patrañas y agravian a quienes no las aceptan pasivamente. Denuncian a quienes no se doblegan.
He aquí las clavesgoebbelianasque aplican:
Principio de la repetición. Da igual que lo que se cuente sea mentira. Si se repite, acaba por cambiar la percepción de los aborregados, que empiezan a asumirlo como incuestionable. Las estadísticas son torturadas hasta que claman lo que el amado líder desea.
Principio de la simplicidad. Para que un mensaje cale, ha de ser simple. Es mejor que los enemigos aparezcan como un todo unificado, casi abstracto, dispuesto a la traición o la violencia. La lucha contra ellos es por el hipotético bien común, por la justicia. Una jocosa y patética dialéctica de amigos y enemigos.
Principio del método de contagio. Todos los que se oponen al régimen comparten los mismos rasgos indeseables, pues participan presuntamente del objetivo de derrocarlo.
Principio de voluntad. La propaganda es efectiva cuando los manipulados creen que aquello que están haciendo lo ejecutan por voluntad propia. Por ejemplo, acudir a aclamar al amado líder con bocadillo y propina asegurados. Se atrae a todas las partes de la población que puedan ser manipuladas y hacer mella en sus puntos débiles, sobre todo desde el punto de vista emocional y gracias a mensajes sin matices. Si alguien no tiene casa propia, sin duda será culpa de los rentistas y no de su holganza.
Principio de transposición. El tan socorrido “y tú más” anula cualquier posibilidad de discusión razonable.
Principio de la caricaturización. Hay que exagerar hasta la parodia los rasgos del enemigo. Hay que deshumanizarlo, convertirlo en un monigote al que golpear.
Principio de verosimilitud. Cualquier manipulación puede proceder de una sarta de sandeces, como el cientifismo racista o supremacista, pero otorga verosimilitud. Incluso las quimeras pueden camuflarse dentro de una información objetivamente cierta. Un incendio por culpa de un escape de gas puede aderezarlo un gacetillero bien retribuido por el poder con un “pocos minutos antes del desastre, se vio a varios judíos en la zona” para crear la duda.
Principio de la transfusión. Los mitos son esenciales. No importa si no son ciertos. Se trata de pulsar una tecla emocional, mezcla de nostalgia y orgullo, tergiversando la historia, como las apelaciones a las divinidades nórdicas. ¡Cuántos curricula ficcionados! ¡Cuántos hechos históricos adulterados con vileza! Muchos ejemplos expongo en “El encuentro de cuatro imperios” (Kolima, 2022).
Principio del silencio. Cualquier noticia que favorezca al enemigo debe ser silenciada por los juntaletras del régimen, estómagos agradecidos. La presumible corrupción del entorno del amado líder debe quedar en suspenso, sepultada en un cajón.
Principio del liderazgo. Todo lo que sucede es gracias al dirigente máximo. El amado líder debe ser siempre el protagonista y estar presente en todas partes, desde la cartelería de las calles hasta las noticias más insignificantes de una feria regional El líder siempre está vigilante y estricto con los enemigos, benévolo con los adictos. Peronismo en estado puro.
Principio de la uniformidad. La literatura del régimen, el cine, el teatro o cualquier otra manifestación debe reflejar la presunta grandeza del amado líder. Se financian risibles series hiperbólicas o informativos propios de la época del NODO.
Principio de la unanimidad. Cada decisión debe ser vendida como unánimemente aceptada para que, apalancados en el conformismo, cada ciudadano se sienta parte inequívoca de una misión que le trasciende. Quien no participe en ella solo puede ser un loco o un enemigo. Se puede llegar a pedir a la sociedad que destruya al opositor, pues se desprecia a quienes se hallan fuera de esa burbuja de poder y estupidez intelectual.
Quien quiera entender más sobre lo que estamos viviendo con los poder-adictos puede leer: “Entrevista a Stalin” (Kolima, 2024).
Etiquetas