El 15 de abril de 2019, cuando los bomberos no sabían aún si Notre Dame resistiría las mordeduras de las llamas, el presidente Macron anunciaba que Francia pondría todos los medios necesarios para reconstruir el monumento. La avalancha de emociones provocada por el incendio excedió el ámbito francés acaparando las primeras planas de los diarios internacionales. Este vínculo con la catedral nace, en buena parte, de la popularidad de la novela Notre Dame de París, de Victor Hugo, éxito continuo desde su publicación en 1831 y tema de películas, cómics, dibujos animados, teatro.

El libro se publica en un contexto en que el edificio se encuentra en estado de abandono desde hace varias décadas. La Revolución lo convierte en templo de la Razón, durante un tiempo se utiliza de almacén de licores. Maquillado para coronar a Napoleón, acaba finalmente volviendo a la Iglesia. Para Hugo, en las cicatrices de las piedras late la historia de París, pero avisa severamente sobre la decrepitud del edificio manifestando la necesidad de una restauración respetuosa con las heridas, preservando el alma del monumento. Las gárgolas, tanto emblemáticas de Notre-Dame, casi habían desaparecido. Hugo las popularizó hasta el punto de que el arquitecto Viollet-le-Duc hará de las figuras fantásticas un elemento central de la restauración de 1843.

El drama de París nos trae a la memoria el Teatro del Liceo de Barcelona que sufrió un incendio similar. Se emprendió una reconstrucción modélica, trabajaron los mejores técnicos y artesanos para devolverle el aspecto original. Desgraciadamente, no se escucharon las voces que proponían un edificio más funcional y popular, en forma de anfiteatro, para disfrutar del espectáculo sin zonas ciegas, como es el caso de los teatros a la italiana. Ahora, el debate se ha vuelto a abrir con Notre Dame. Por cierto, en Francia, una semana después del incendio, la obra de de Hugo lideraba las ventas de Amazon y de las librerías.