Entrevista a la directora de Càritas diocesana de Girona Dolors Puigdevall: "Lo que hacemos es trabajar por la justicia social y los derechos básicos de las personas"
“En la sociedad se mantiene, erróneamente, el estereotipo de que, cuando alguien da algo a otro, lo hace desde una posición de superioridad”
“La acción socio-caritativa es inherente al cristianismo. Las primeras comunidades cristianas ya sabían que el seguimiento de Jesús conllevaba una mirada alrededor para ver si a alguien le faltaba algo”
“La misión de Cáritas pasa por la acogida y el acompañamiento de las personas que se encuentran en riesgo de exclusión, pero también por analizar sus causas”
“La misión de Cáritas pasa por la acogida y el acompañamiento de las personas que se encuentran en riesgo de exclusión, pero también por analizar sus causas”
Un año después de la irrupción de la pandemia global,los efectos de la crisis son evidentes en las calles de Girona. Que sea una de las ciudades catalanas con una renta per cápita más elevada no evita el triste recuento de negocios cerrados, bares y cafeterías intentando adaptarse a las fuertes restricciones y un tejido social y empresarial que lucha por dejar atrás una situación que lleva hasta límites insospechados su capacidad de resistencia. Con este trasfondo, las entidades de acción social, desbordadas, han pasado a ser cruciales para responder a las necesidades de miles de familias que, de la noche a la mañana, se han visto abocadas a una situación de exclusión por falta de recursos.
La sede de Cáritas Diocesana de Girona se encuentra en la Pujada de la Mercè, en pleno casco antiguo, el Barri Vell, a escasos metros del río Onyar. Al cruzar la puerta, lo primero que ve el visitante es el distintivo gráfico de la entidad, creado por Eduardo Requena. Encajados en una cruz, cuatro corazones que simbolizan las cuatro dimensiones de Cáritas: la eclesial, en referencia a la institución; la organizativa, por los equipos de trabajo; la solidaria, por el voluntariado; finalmente, la dimensión de acogida y acompañamiento, el corazón más grande de los cuatro, tiene que ver con los destinatarios.
Dolors Puigdevall es una mujer afable y cercana. Es vecina de Fornells de la Selva, y es ahí donde empezó a colaborar con Cáritas como voluntaria. En junio de 2016, coincidiendo con el final de su etapa profesional como docente de secundaria, el obispo Francesc Pardo la nombró directora de Cáritas Diocesana de Girona, a propuesta del Consejo Diocesano de la entidad. Se lo pensó durante medio año antes de aceptar el cargo. Porque, aunque siempre ha llevado dentro de sí el espíritu de Cáritas, trabajar como voluntaria desde un pueblo pequeño es muy diferente a hacerlo en el ámbito diocesano.
“Cáritas es la acción socio-educativa organizada de la Iglesia católica –afirma—. Aunque a escala individual todos podamos llevar a cabo acciones a favor de Cáritas, a nivel eclesial, para ser más eficaces y poder atender mejor a las necesidades de las personas, todo funciona mejor si hay una buena organización. Acceder a esta visión diocesana y a su compleja organización tiene su dificultad. Es necesario conocer todos los engranajes, estar presente en los espacios correspondientes, ayudar cuando es preciso, y acompañar siempre todo lo que ya funciona desde los órganos consultivos y ejecutivos del organigrama”.
Si bien los diferentes programas de acción social de Cáritas van más allá de la cobertura de necesidades básicas, la crisis pandémica ha magnificado la demanda de bienes esenciales como la comida o la ropa. “Con la pandemia, ha vuelto esa necesidad urgente de dar respuesta a necesidades básicas, una tarea que, después, deberemos canalizar, acompañar, para ir cubriendo también otros aspectos, como la atención a los mayores que viven solos, el apoyo a la escolaridad para niños de entornos vulnerables, la formación ocupacional adaptada a las necesidades laborales del momento o la incorporación en este tan frágil mercado laboral, por poner algunos ejemplos”.
Cáritas, como los colectivos sanitarios y otras entidades de acción social, ha estado presente desde el inicio en la primera línea de batalla contra una crisis tan repentina que casi nadie la esperaba. “Durante las primeras semanas, no sabíamos qué nos pasaba como sociedad. Lo que sí teníamos claro desde el primer momento es que, no obstante el confinamiento y la paralización de casi todos los sectores, no podíamos cerrar el servicio de distribución de alimentos”.
Para Cáritas, resultó un problema añadido el hecho de que gran parte del voluntariado esté formado por personas mayores, un colectivo de riesgo. “Esto nos obligó recomponer los equipos; se hizo una llamada al voluntariado en el ámbito civil y los más jóvenes fueron sustituyendo a los de más edad. Al mismo tiempo, íbamos tomando todas las medidas de seguridad, adquiriendo poco a poco los equipos de protección y en la misma medida en que lo hacía el resto de sociedad”.
La cola de la vergüenza
Con frecuencia se ha llamado a la cola para recoger alimentos la “cola de la vergüenza”. Este año, muchas familias han tenido que pasar por este trance por primera vez. Muchas de ellas nunca antes se habían imaginado que un día se encontrarían en tal situación. Dolors nos explica: “El perfil de quienes solicitan asistencia ha cambiado con la pandemia. Ahora hay gente más joven, matrimonios con hijos y personas solas que trabajaban en el sector turístico durante la temporada de verano y en invierno sobrevivían con el paro. Ahora este ciclo se ha roto. Como sabemos, el cierre del sector turístico ha hecho mucho daño en la Costa Brava. Espero que una parte del dinero procedente de los fondos europeos para la recuperación pasada la pandemia sirva para abrir nuevos ciclos económicos para que las personas puedan sostenerse por sí mismas”.
La falta de un hogar digno es otro de los motivos por los que muchos acuden a Cáritas. Ahora bien, mejorar la atención a quienes sufren esta falta no impide el efecto producido por la combinación de un mercado de la vivienda excluyente y de un mercado laboral precario. Hace años que, desde Cáritas, se dice que el tema de la vivienda es clave. “En estos momentos hay cerca de un 30% de la población que no dispone de una vivienda digna –afirma Dolors mientras busca entre sus papeles el porcentaje exacto–. En Cáritas, dentro del Programa Vivienda, tenemos algunos proyectos que requieren disponer de vivienda, como por ejemplo Somos refugio, que ofrece soluciones de vivienda y acompañamiento a jóvenes migrantes mayores de 18 años que han sido tutelados por la administración y que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad por no haber podido regularizar su documentación o por falta de recursos para vivir de manera autónoma”.
“Los recursos de que disponemos –afirma Dolors– para nuestra tarea permiten hacer patente esta realidad. Cáritas no está para ofrecer vivienda, sino más bien para dar testimonio y poner sobre la mesa las necesidades en materia de vivienda. Trabajamos en red con instituciones que, en determinados momentos, nos ofrecen la posibilidad de sentarnos en una mesa donde se tratan temas como el de la vivienda”.
Caridad, amor, justicia
Cáritas Diocesana de Girona fue erigida canónicamente en 1964. Eran los años del Concilio Vaticano II (1962-1965), un acontecimiento que, como es sabido, empujó a una renovación profunda de los fundamentos de la Iglesia católica en muchos niveles. El Concilio también supuso cambios importantes en los planteamientos de Cáritas, que hasta entonces era una institución de carácter más bien benéfico y asistencial. “La acción socio-caritativa es inherente al cristianismo. Las primeras comunidades cristianas ya sabían que el seguimiento de Jesús conllevaba una mirada alrededor para ver si a alguien le faltaba algo”, explica Dolors.
En paralelo a esta visión siempre ha existido la inquietud por revisar la propia acción y ver cómo se puede mejorar desde el punto de vista organizativo. “Durante las últimas décadas se ha dado un avance en la ciencia de la acción social a nivel civil, y por lo tanto en un momento determinado se vio que una buena formación sería de gran ayuda. De hecho, en su primera encíclica Deus caritas est (2006), Benedicto XVI hablaba de la necesidad de profesionalidad en las personas que trabajan en las instituciones caritativas de la Iglesia; aunque sin olvidar que también es necesaria una ‘formación del corazón’ que nos conduzca siempre hacia el prójimo con una atención cordial”.
La caridad cristiana tiene mala prensa. Quizás se trate del inevitable rastro de una época nacional-católica en que los sectores más acomodadas de la sociedad sentían la necesidad de hacer buenas obras como manera de expiar los pecados y lavar la mala conciencia. En cambio, si hablamos de solidaridad, la cosa cambia.
Puigdevall considera que entre todos hemos gastado la palabra caridad, no obstante sea un término que, como dice, incluye amor y justicia. “En la sociedad se mantiene el estereotipo de que, cuando alguien da algo a otro, lo hace desde una posición de superioridad. A quienes entran a formar parte del voluntariado siempre les explicamos que el amor es quien abraza y despliega toda una serie de valores, el primero de todos la dignidad de las personas. La misión de Cáritas pasa por la acogida y el acompañamiento de las personas que se encuentran en riesgo de exclusión, pero también por analizar sus causas. Así, lo que hacemos es trabajar por la justicia social y los derechos básicos de las personas”.
Con un dejo pedagógico, Dolors había escrito la palabra DIGINDAD en sus papeles mientras se expresaba. Ahora ha escrito también la palabra SOLIDARIDAD. “Igualmente, incluimos la palabra solidaridad: tenemos claro que se debe compartir los recursos con que cuenta la sociedad; también afirmamos que debemos trabajar con transparencia y calidad, y que tenemos que innovar y ser capaces de trabajar con austeridad. Digamos que la caridad entendida en sentido peyorativo es propia de otras épocas. Con el tiempo, la sociedad evoluciona, y también Cáritas. Por eso hemos seguido un proceso de profundización en la palabra caridad que incluye, como ya he dicho, amor y justicia”.
Nos acercamos al final de la conversación. Cabe preguntarse cuál es la previsión de Cáritas Diocesana de Girona de cara a los próximos meses. Según Dolors, todos los equipos de la entidad se han visto desbordados estos últimos meses, y ahora se abre el interrogante de cómo irá todo durante 2021, y si podrán resistir los ataques de la pandemia. En cualquier caso, cada sección local de Cáritas ha programado para este año lo que se puede hacer en función de los recursos humanos y económicos disponibles. “Estamos un poco a la expectativa de cómo lo haremos para paliar todo este descalabro, sobre todo en cuanto a los puestos de trabajo; ¿qué caminos podremos seguir para reconstruirlo todo?”, se pregunta Dolors.
Lo que pasará a lo largo de 2021 es aún una incógnita, pero en la entidad saben que no pueden dejar desatendidos la acogida y los servicios básicos, así como la atención a los niños en situación de vulnerabilidad. “Estaremos muy pendientes de cómo se desarrollan las cosas, de cara a la primavera analizaremos muy bien la memoria del año anterior para poder determinar si en algún momento se debe reconducir alguna actuación”.
El corazón de Cáritas palpita despierto y vigilante. Si algo nos ha enseñado la pandemia es que se precisa de un plan A, B, e incluso C. Y que no podemos bajar la guardia. Terminamos la entrevista y, antes de abandonar la sala, Dolors abre la ventana de par en par.
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