¿Inquisidores por amor? (De obispos a curas)
Pues dice el Papa Ratzinger, en coloquio con un sacerdote (2-III-2006): «Queremos ver también más visiblemente, de manera ministerial, a las mujeres en el gobierno de la Iglesia». Digamos que la cuestión es ésta. El ministerio sacerdotal está reservado por el Señor, como sabemos, a los hombres, pues el ministerio sacerdotal es gobierno en el sentido profundo, [...] Sin embargo, es justo preguntarse si también en el servicio ministerial -a pesar del hecho de que aquí, Sacramento y carisma son la única vía en la que se realiza la Iglesia- no se pueda dar más espacio, a las mujeres» (Cf. Alfa y Omega Nº 489/9-III-2006).
Pese a sus alabanzas hacia la mujer y la familia, la jerarquía católica practica la discriminación por razón de sexo como una norma más de machismo clerical; falso es que la exclusión de la mujer sea mandato del Señor. El rechazo de curas casados de rito occidental nos muestra el aprecio de esta iglesia hacia la familia: prohíbe compatibilizar vida clerical y vida familiar.
Ya ven qué de acuerdo van con los tiempos los señores obispos, cuando a derecha e izquierda del espectro político democrático se busca la erradicación del sexismo y la compatibilidad de vida familiar y vida laboral. «Haz lo que yo te digo...» En Occidente heredamos la condición de Ciudadanos, y un amplio margen de libertades y derechos que ya quisieran para sí los adoradores de Alá y muchos Rebaños del Señor.
Algunos luchadores todavía viven, como Francisco Martínez-López, el Quico de Guerrillero contra Franco (Instituto Leonés de Cultura 2002); otros pasaron «de este mundo al Padre»... Con agradecimiento los recordamos desde UGC. Pero hoy hablo de los obispos, no por desafecto a las enseñanzas del Maestro de Nazaret sino más bien por todo lo contrario, aunque algunos vuelvan a enfadarse y a insultarnos, como buenos discípulos de don Federico; porque ya son otros tiempos, y no pueden lanzar contra nosotros su Inquisición. El legado libertario del Nazareno, quien habló abiertamente sin pelos en la lengua, lo es para la humanidad, no en exclusiva para una Iglesia que hoy dilapida su heredad y, como los integristas mahometanos, pone en peligro derechos que tan caro nos ha costado alcanzar.
Hablo de ellos porque reconozco su ascendiente sobre parte de nuestros conciudadanos cuyo aprecio por los valores evangélicos y democráticos, dentro y fuera de la Iglesia, es necesario estimular y potenciar. En la instrucción Pastoral «Teología y secularización en España», la Conferencia Episcopal ataca públicamente varias libertades reconocidas por la Constitución (prensa 17/4/06): las del artículo 20, que se refiere a la libertad de expresión. Recuerden que «El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa»
¿Se inspiran los obispos en el Consejo Audiovisual de Cataluña, o al revés? ¿Acaso las católicas, teólogas, curas, profesoras de religión, o catequistas, somos menos ciudadanos o tenemos menos derechos que el resto de los españoles? ¿Cómo pueden las autoridades dejar que entremos a enseñar en la escuela pública, a dedo, sin oposición... unos profesores bajo la férula de obispos tan poco respetuosos con los derechos democráticos de la Nación? ¿Enseñaremos los valores constitucionales que a nuestros empleadores tan poco les gusta practicar, o los contrarios?
Que yo sepa, los mencionados valores no atacan la fe ni el Evangelio, son Evangelio. Se oponen, eso sí, a una mentalidad dogmática, fanática, neofranquista, falta de caridad pastoral y sobrada de rigorismo moral. Los inquisidores con báculo también pretenden controlar a los parlamentarios católicos mediante una presión social e ideológica rallando con el terrorismo espiritual. ¿No les llega controlar el pan de los curas y la inseguridad laboral de los profesores de religión? ¿No es hora de que intervengan el Ministerio Fiscal y el Poder Judicial?
Actualmente, para llegar a la «dignidad» del episcopado monárquico -supuestos la fe, el bautismo y la vocación...- no basta con ser laico (miembro del pueblo, en este caso del «Pueblo de Dios»), hay que empezar por ser cura; aunque en el principio del cristianismo no fue así. No fueron sacerdotes sus primeros dirigentes: ni Jesús, ni Pedro, ni Juan, ni Andrés, ni Santiago «el hermano del señor».
Además, como explica el conocido teólogo católico Xavier Pikaza, todos ellos rechazaron la levadura, prebendas, actitudes y modo de vida de la casta sacerdotal. Los nuevos seminaristas y curas parecen cada vez más aborregados y sumisos a la voz de su amo episcopal, pero no a la doctrina y vida de su Señor Celestial, cuyo Reino no es de este mundo. Se han olvidado de «Jesús Hombre Libre» y no les interesa profetizar.
Es más fácil reprimir el pensamiento «lateral» o «divergente», al hermano discrepante (apellídese Küng, Curran, Forcano, Vidal o Masiá), al sexo prematrimonial y los condones,... que recordar a los ricos limosneros su iniquidad. Los jóvenes más avisados no quieren entrar en semejante redil. Si no fuera así, algo más se notaría ¿No parecen estos obispos sucesores de aquellos que, según el Evangelio, recorren el mundo entero para conseguir un sólo discípulo y al final lo hacen peor que ellos mismos?
Deberían haber sido más precisos en el lema de campaña pro «vocaciones» sacerdotales de 2006 y poner, qué sé yo: «Para olvidarte de Cristo y de los demás: hazte ayudante del inquisidor» . Toca conversión, señores obispos. No hagan caso del cancerígeno Francisco Varo, que sólo les da jabón. Practiquen la virtud de la penitencia y reconcíliense con la sociedad. Alegren con ello al Cielo, y a los demócratas más. Amén.
Salustiano de Castro García (Diario de León)