Mística y sexo, manjares indigeribles para el Vaticano
Esta necesidad se siente con urgencia en dos campos: en el del diálogo intercultural entre diversas religiones y en el del diálogo interdisciplinar entre la tecnociencia y la ética. Así lo he vivido en el contexto secular y pluralista de Japón, durante mis años de contactos con el budismo y también de dedicación a la Cátedra de Bioética de la Universidad Sophia, en Tokyo.
En el intercambio de culturas diferentes se producen encuentros y desencuentros. No basta la buena voluntad para deshacer malentendidos. Ni siquiera basta tener a la vista los mismos datos, hay que interpretarlos. No basta tener a mano los alimentos necesarios. Hay que saber cocinarlos; los mismos manjares, si se cocinan mal, son indigeribles.
Pondré dos ejemplos: uno, del campo interreligioso; otro, del campo bioético.
Primer ejemplo: La carta del Cadenal Ratzinger, el 15 de octubre de 1989, a los obispos sobre los peligros que él creía ver en la meditación oriental. Le parecía al entonces cardenal prefecto de la CDF que el Zen era un encerramiento en el propio yo y recomendaba la oración cristiana como un “éxodo de sí mismo hacia Dios”. Estaba cocinando mal los manjares de los datos que le habían proporcionado sobre el Zen.
Los estaba cocinando con una teología sobre la oración como diálogo interpersonal entendido antropomórficamente. Pero si se cambia el modo de cocinarlos y se presenta la contemplación como explicitación de la fe que se deja acoger en silencio por la realidad que nos desborda y nos envuelve incondicionalmente, el Zen y la contemplación cristiana ya no resultan incompatibles.
Segundo ejemplo: Cuando Ratzinger dice en la Declaración Donum vitae, en 1987, que la FIV y la anticoncepción van contra la vinculación de lo unitivo y lo procreativo, está cocinando la realidad del intercambio sexual con un fuego y condimentos inadecuados. La está tratando como si fuera una realidad simple, estática y aislada.
Si se cambia el estilo de cocinar y se presenta el plato de la realidad como hace Zubiri: como algo complejo, relacionado y dinámico, ya no es incompatible la anticoncepción o la fecundación in vitro con la procreación responsable.El manjar es el mismo, pèro hay que cambiar el modo de cocinarlo y presentarlo para que sea digerible.
He puesto dos ejemplos, tomado uno del campo interreligioso y otro del campo de la bioética.
Podía haber puesto también ejemplos más recientes, tomados de la reciente Declaración de la Asamblea de la Conferencia episcopal española, en la que tanto el tema de las otras religiones como el de la bioética están tratados deficientemente. En ambos casos hay un problema de cambio de modo de cocinar, de cambio de paradigmas. En ambos ejemplos, tanto en el de la mística como en el del sexo, la teología vaticana queda bloqueda, por ser mala cocinera. La mística y el sexo son dos manjares que esa teología preconciliar no sabe cocinar.
Sin embargo, esa misma teología ha sido capaz de hacer el cambio de paradigma en otros campos, ha aprendido a cocinar de otro modo. Para mostrarlo, vuelvo a poner dos ejemplos: uno del campo de las religiones y otro del campo de la bioética.
Primer ejemplo: El culto a los antepasados en religiones orientales. Al principio se creía que la veneración de los antepasados era idolatría, contra el primer mandamiento. Pero se hizo el cambio de paradigma y se relacionó el culto a los antepasados con el credo cristiano sobre la comunión de los santos. Cocinado de otro modo ese manjar, ya era digerible.
Segundo ejemplo: Los trasplantes de órganos. Al principio de se veían los trasplantes como mutilación injustificada, Se podía cortar una pierna con gangrena, decían los manuales, para salvar la vida. Ese beneficio para todo el cuerpo se justificaba con el llamado principio de totalidad. Como trasplantar en vivo no parecía beneficio para el donante, se creía injustificado.
Pero se hizo el cambio de paradigma y se empezó a ver el trasplante, no como mutilación, sino como donación. Así, no sólo era permisible sino recomendable. Entonces los moralistas cambiaron de paradigma y reconceptualizaron el principio de totalidad diciendo que la donación repercutía en beneficio de la persona donante, que haciendo algo solidario se hace mejor. Cocinándolo así, ya podían tolerar el manjar que antes rechazaban.
Pues bien, esto que se hizo tan fácilmente en el caso del culto a los antepasados y en el caso de los trasplantes, ¿por qué no se hace con la misma facilidad en el caso de la mística en otras religiones, ni en el caso de la FIV u otros temas del comienzo de la vida en bioética? ¿Será porque tanto la mística como el sexo son dos manjares indigeribles para la cierta teología vaticana? ¿Será, dicho técnicamente, que en estos dos campos el problema filosófico del cambio de paradigmas sigue siendo asignatura pendiente?
Si es así, creo que tiene sentido, en unas Jornadas de Filosofía sobre el tema del diálogo, revisar críticamente los presupuestos de los paradigmas con que pensamos, tanto en los diálogos interreligiosos como en los de tecnociencia y bioética. Y, si se permite la ironía, organicemos cursillos para aprender a cocinar manjares indigeribles...
Juan Masiá
(Intervención en la Mesa redonda sobre diálogo interreligioso, en las XI Jornadas de Filosofía de la Universidad Pontificia Comilas, Madrid, 27 de abril de 2006)