Non praevalebunt



Rodeado de sus cinco nuevos cardenales de las periferias, con monseñor Omella a la cabeza, el Papa celebra la fiesta de San Pedro y San Pablo en la plaza vaticana. De fondo suena el 'Non praevalebunt', un himno solemne que aclama al Dios omnipotente contra el que las potencias del infierno no prevalecerán. Ni contra Dios ni contra su Vicario en la tierra.

El que Satanás no prevalece sobre Dios es una verdad de fe. Atestiguada en el Credo y refrendada simbólicamente por los dos tapices que cuelgan hoy de la fachada de la basílica De San Pedro. Uno que representa a San José, custodio de Jesús de Nazaret, y el otro, al arcángel San Miguel, que derrotó al diablo y lo arrojó a los abismos del infierno.

Cuanto más evangélica es la Iglesia, más enemigos suscita. Por eso, Francisco, el Papa de la revolución del Evangelio, que está reconduciendo la Iglesia hacia las fuentes de la fe, también tiene muchos enemigos. Fuera y dentro.

Bergoglio lleva cuatro años fustigando al capitalismo salvaje financiero que define como "inicuo", porque "mata" y descarta a legiones de pobres, que quedan tirados en las cunetas de la vida. Y el sistema se defiende atacándolo y tachándolo de comunista. Crecen sus poderosos enemigos, pero también sus amigos: los pobres de la tierra, que le adoran y le tienen como su único abogado defensor. El pueblo es su escudo ante las asechanzas de sus poderosísimos enemigos.

Si fuera tiene enemigos, dentro tampoco le faltan. Con un reparto parecido: el pueblo fiel mayoritariamente le adora; sus enemigos eclesiásticos son los cristianos ideologizados, rigoristas y talibanizados, y algunos de sus propios jerarcas, que se resisten a dejar de ser príncipes y pasar a convertirse en servidores de los demás, especialmente de los últimos.

Algunos cardenales le atacan abiertamente y le piden explicaciones públicas. Otros, la mayoría, lo defienden. Hoy mismo, el cardenal Tobin, arzobispo de Newark, le juró fidelidad en su nombre y en el de otros muchos.

A pesar de sus enemigos internos y externos, Francisco sigue adelante con su revolución de la misericordia, para hacer pasar a la Iglesia de aduana doctrinal, que protege y justifica a los poderosos, a hospital de campaña de los necesitados. "Una Iglesia pobre, de los pobres y para los pobres". Sabe que tiene al pueblo y a Dios de su parte. Sabe Francisco que "non praevalebunt". Amén.
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