Tres Papas cristianos...y uno musulmán en El Cairo
La paz es el objetivo de este ecumenismo inclusivo y de este diálogo interreligioso, que supera el espíritu de cruzadas y anticruzadas, que siguen preconizando los fundamentalistas de ambos bandos. “El amor y la vida son las únicas respuestas a la muerte y al odio”, repite Francisco. Y suele añadir: “Todas las religiones quieren la paz”.
Por esta misma idea lleva tiempo luchando el Patriarca de Constantinopla, que suele decir que “la guerra en el nombre de la religión es una guerra contra la religión”.
Pero los ultracatólicos y los ultraortodoxos siguen buscando un Papa y un Patriarca guerreros. Quieren una Iglesia de Oriente y de Occidente, unidas de nuevo contra el Islam. Un Papa como comandante en jefe de la civilización cristiana que lucha por imponerse de nuevo al Islam. En el fondo, lo que pretenden es un dominio ideológico travestido de espiritualidad. Y tanto el Papa católico, como el ortodoxo y el copto lo saben y no quieren dejarse utilizar. Porque traicionarían la esencia de sus propios credos y el Evangelio de Jesús de Nazaret.
Desde su llegada al solio pontificio, en 2013, Francisco multiplica sus gestos de acercamiento al Islam, al que califica de “religión de la paz” y ya recibió en el Vaticano al Gran Muftí de El Cairo, antes de devolverle la visita los próximos días. Bartolomé, el Patriarca de Constantinopla (hoy Estambul), convive desde hace siglos en un contexto musulmán. “Sólo a través del conocimiento auténtico del Islam y de sus valores podemos combatir el fundamentalismo”, dice el líder ortodoxo.
Algo parecido o, incluso más específico, pasa con Teodoro II, el Papa de los coptos. La Iglesia copta es autóctona y floreció en la tierra de los faraones desde los tiempos de la primera siembra de los apóstoles a manos, en concreto, del evangelista Marcos. Hoy son unos doce millones en medio de una marea musulmana, pero el propio Estado egipcio reconoce a los coptos como parte integrante del país y de su actual identidad, que tiene como signo distintivo la convivencia, que dura ya siglos, entre el Islam sunita y los cristianos nativo egipcios.
Católicos, ortodoxos y coptos son conscientes de que, para desactivar el terrorismo o para hacerle frente, tienen que buscar puntos de convergencia con el Islam moderado, como la justicia, la paz, la caridad, la lucha contra la violencia, la pobreza, la corrupción, la explotación de las personas o la guerra contra el fanatismo y el fundamentalismo.
Porque lo que tratan de demostrar los terroristas es precisamente que esta convergencia no es posible. El odio entre las religiones es una idea de los terroristas, no de los líderes ni de la mayoría de los fieles de las diversas religiones. Como suele decir el Papa copto, “el terrorismo no tiene religión”.
La presencia, pues, de los tres Papas cristianos, junto al Gran Muftí musulmán, no es un desafío a los terroristas, sino un testimonio de vida y de amor. Un símbolo elocuente de la fuerza de la humildad de un intercambio respetuoso y fraterno, que trata de entender la realidad, de cara a conseguir el bien común. Las religiones no son el problema, sino la solución. Todas ellas se basan en el amor y en la fraternidad. Y la predican, excepto los exaltados y los radicales, que, al contravenir el dogma fundamental de su propia fe, se autoexcomulgan de la religión a la que dicen pertenecer.
El viaje a Egipto (que podría parecer peligroso y para el que Francisco no quiere tomar medidas de seguridad excepcionales) es un nuevo intento del Papa por tender puentes. Desarmado ante la violencia. Como ya hicieran dos de sus predecesores.
El primer encuentro de un Papa con el Patriarca copto tuvo lugar el 10 de mayo de 1973, entre Pablo VI y Shenuda III, en el que firmaron una declaración conjunta de amistad y cercanía. Unos años antes, en 1968, el Papa Montini había devuelto a los coptos las reliquias de su fundador, San Marcos, robadas por los católcios en el año 828. Desde entonces son veneradas en la catedral copta de San Marcos de El Cairo.
El segundo encuentro tuvo lugar en el año 2000, en el Cairo, entre Juan Pablo II y Shenuda III. El 10 de mayo de 2013, Teodoro II visitó en Roma al recién elegido Papa Francisco, que, ahora, le devuelve la visita. Para llevarle consuelo, compartir el ecumenismo de la sangre y animarle a seguir estrechando lazos con el Islam, religión de la paz y del Dios de la misericordia.
José Manuel Vidal