La mala gestión de los abusos del clero o la mala imagen de la institución ¿Qué cuentas les pedirá el Papa a los obispos españoles, tras llamarles a capítulo?
El único precedente es el de la conferencia episcopal chilena, llamada también a Roma por el Papa, para leerles la cartilla por su mala gestión de los abusos del clero y aceptarles la renuncia a todo el episcopado del país andino"
"Es evidente que al Papa le preocupa la situación de los seminarios españoles y, quizás tanto o más, la del clero joven de nuestro país. Porque Francisco sabe que, junto a Estados Unidos y Polonia, tenemos uno de los cleros más conservadores tanto en el fondo como en la forma"
"También les pedirá cuentas de los medios de comunicación de la Iglesia y el escándalo que suscitan entre muchos fieles y entre algunos obispos. Sobre todo, la cadena Cope"
"También les pedirá cuentas de los medios de comunicación de la Iglesia y el escándalo que suscitan entre muchos fieles y entre algunos obispos. Sobre todo, la cadena Cope"
En un gesto sin apenas precedentes, el próximo día 28 de noviembre, el Papa Francisco ha convocado en Roma a todos los obispos españoles, auxiliares incluidos. El único precedente es el de la conferencia episcopal chilena, llamada también a Roma por el Papa, para leerles la cartilla por su mala gestión de los abusos del clero y aceptarles la renuncia a todo el episcopado del país andino.
No es, pues, habitual que el Papa convoque a Roma a todos los obispos de un país, a no ser para recibirlos en la obligada visita ad limina. E, incluso en este caso, cuando los obispos son muchos, como en el caso de España, los recibe por tandas.
La sola convocatoria en Roma y su pública escenificación constituye, además de un gasto de dinero considerable (sólo en billetes de avión), un castigo en sí misma, una llamada de atención grave y una exposición de la jerarquía española ante los ojos estupefactos de todo el mundo católico, que se planteará las mismas preguntas que nos hacemos nosotros: ¿Por qué y para qué les llama? ¿Cuál es la intención del Papa? ¿De qué les pedirá cuentas?
Lo que sí parece claro es que no les convoca sólo, como dicen las fuentes oficiales, para tratar el tema de los seminarios patrios. Para abordar sólo ese tema, el Papa podría haber enviado a la CEE (que esta semana, precisamente, está reunida en Plenaria en Madrid) al prefecto del Clero o a alguno de los dos visitadores (los obispos uruguayos, Tróccoli y Fajardo) que supervisaron los seminarios españoles.
Además, en rueda de prensa reciente, el propio cardenal Omella, presidente del episcopado, aseguraba que les habían citado en Roma por el tema de los seminarios, pero sin darle mayor importancia: “El informe es positivo, pero siempre hay algo que revisar”.
¿Y para ese “algo que revisar” hace falta tal despliegue? Es evidente que al Papa le preocupa la situación de los seminarios españoles y, quizás tanto o más, la del clero joven de nuestro país. Porque Francisco sabe que, junto a Estados Unidos y Polonia, tenemos uno de los cleros más conservadores tanto en el fondo como en la forma.
Es decir, no están de acuerdo con casi nada de lo que dice el Papa, les suena a chino la Iglesia en salida, misericordiosa o sinodal. Porque en los seminarios no les educaron para oler o oveja, estar con los pobres y abrir las puertas de las iglesias, sino para convertirles en funcionarios de lo sagrado o, como dice el Papa, en “oficinistas de los sagrado”.
Así han sido formados (y, en muchos casos, esa sigue siendo la horma formativa fundamental) durante los dos anteriores pontificados. Y les cuesta cambiar el chip. Muchos porque no quieren prescindir de sus privilegios clericales ni bajarse de la peana de los elegidos. Otros, porque, aunque lo intentan, no les sale. Vean, por ejemplo, el perfil y las cuentas de la inmensa mayoría de los curas tuiteros e influencers: Desde los de la ‘sacristía de la Vendée' (abiertamente tradicionalistas), hasta los Bronchalo, Silva, Domenech, Góngora…y demás miembros de la ‘fachosfera clerical’.
Es evidente que el Papa está promoviendo en la Iglesia (y también en la española) procesos de cambio que duren y que sean irreversibles. Con la estrategia de la tortuga: avanzar paso a paso, con resiliencia, que combina la paciencia con la tenacidad. Porque también sabe que en una institución tan clerical como la Iglesia, si no cambia el clero, es casi imposible cambiarla.
Por eso quiere que los seminarios españoles dejen de ser el ‘jardín’ de casa obispo; que muchos de los seminarios que tienen menos de 10 seminaristas se junten con otros, para tener mejores formadores y profesores y, por consiguiente, un mayor control en el cambio formativo exigido por los nuevos tiempos eclesiales.
Pero, además de los seminarios, el Papa quiere abordar la situación general de la Iglesia española, por lo que representa en sí misma y por la influencia que todavía sigue ejerciendo en otros muchos países del mundo, especialmente a través de sus misioneros.
Éstas son algunas de las cuentas pendientes de la Iglesia española:
-La mala imagen de la institución y, por eso mismo, su falta de credibilidad, como se observa en todas las encuestas de confianza social que se vienen haciendo, en las que aparece casi siempre en último o penúltimo lugar, junto a la clase política.
-La mala gestión de los abusos del clero. Primero, negándolos o minimizándolos. Después, descalificando el informe del Defensor del Pueblo. Los obispos piden perdón retóricamente, pero ya nadie les cree, a no ser que apuesten, con datos concretos, por la sanación integral y la reparación económica. Con dinero contante y sonante, aunque, para pagar a las víctimas, tengan que vender parte de su enorme patrimonio, como hicieron los obispos franceses.
-El clericalismo patente a todos los niveles de la estructura eclesiástica, empezando por los seminarios y terminando por las parroquias, y que, además, contagia a los fieles y los mantiene amordazados.
-El Papa quiere cambiar el mapa del episcopado español, como hizo Juan Pablo II, en tiempos del nuncio Tagliaferri y de los cardenales Suquía y Rouco. Para eso, acaba de colocar en la congregación de obispos al cardenal Cobo y al obispo Satué. Pero las ternas, que propone el Nuncio Auza, son deudoras de las inercias anteriores y de los perfiles de la vieja guardia.
Los nuevos obispos tienen que ser servidores de la comunidad, con ansias de aplicar la sinodalidad en sus curias y diócesis, capaces de vivir con austeridad. Por ejemplo, abandonando los palacios donde siguen viviendo muchos de ellos.
-El Papa quiere una Conferencia episcopal más decisoria, más ejecutiva, con un presidente de su cuerda y con un Comité Ejecutivo que no esté dominado por el sector más conservador. ¿Se lo dirá así de claro? ¿Le harán caso a la hora de las próximas votaciones para renovar la cúpula episcopal del próximo mes de marzo o seguirán en el jardín de la oposición silenciosa, pero contundente, al Papa?
-Redimensionar la estructura económica e inmobiliaria eclesiástica que, en muchas diócesis, es ya imposible de mantener. Una infraestructura que responde a la época de la cristiandad, a la que los fieles cooperan cada vez menos y que hace aguas por todas partes. Los obispos lo saben y estarían dispuestos a redimensionar las estructuras diocesanas y hasta enajenar bienes inmuebles, pero para hacer caja, mientras el Papa pide que ese dinero se invierta en los pobres y descartados.
-Implicación social, pero no política. Y menos, en política partidista. Algunos obispos, como Munilla, Demetrio, Argüello, García Magán y, sobre todo, Sanz, tendrán que esconderse. Y aguantar el chaparrón, porque de actitud seguro que no cambian.
-Y, por último, también les pedirá cuentas de los medios de comunicación de la Iglesia y el escándalo que suscitan entre muchos fieles y entre algunos obispos. Sobre todo, la cadena Cope.
Para poder defender los derechos de los pobres, la Iglesia tendrá que poner en marcha una buena política comunicativa, siempre creativa y proactiva. Lo ideal es que pueda marcar su propia agenda comunicativa y, para eso, tendría que convertirse en una ‘estrella’ mediática, a la que quieran acudir los grandes medios de comunicación, porque quieran encontrar en la institución alguien que dice verdad y vive de acuerdo con ella.
Para eso, es necesario que la cadena de los obispos (Cope) no sea la voz del gran telepredicador, Carlos Herrera, casado con las derechas y que, desde el púlpito de la Iglesia defiende, en numerosas ocasiones, iniciativas y leyes opuestas a las de la Doctrina social de la Iglesia, apoyando el periodismo insultón y provocador de barra de bar. Todas las proclamas episcopales no contrarrestan las soflamas del predicador de las ondas que repite, desde la emisora de los obispos, lo contrario de lo que la mayoría de ellos y el Papa sostienen. Tendrán que centrar la cadena, aunque la cuenta de resultados sufra. Una cadena en la que quepan "todos, todos, todos".
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