EL CELIBATO EN NUESTROS TIEMPOS

En nuestros días vivimos el último movimiento anticelibatario, como floración de la oposición a la "Ad catholici sacerdotes" de 1935 y la "Sacra Virginitas". Se revaloriza el matrimonio; se desea compartir en todo, la vida de los hombres y la libertad evangélica. ¡Cuánto ha perdido la Iglesia en estos años de celibato! Apostasías, escándalos... ¿Cómo evitar el descrédito de la jerarquía? ¡Cuántos pecados innecesarios! ¡Qué hipocresía en quienes hacen las leyes, pues ellos conocen la realidad! ¡Cuánto pobre cura tarado a causa del celibato! ¡Cuántos buenos ministros se han perdido a causa de esta ley!




Ha sido la primera vez en 800 años que de forma masiva se han concedido dispensas al celibato. Además, existe una duda generalizada sobre la justificación teórica de la ley y sobre la conveniencia práctica. Esta crisis es una de las más graves de la tradición. Un indicio de la duda es lo que dijo el Sínodo 71: "Existe el peligro de hacer sospechar que el Sínodo ha perdido de vista el problema del sacerdocio en su visión general para fijarse de forma exclusiva sobre el celibato. Incluso la duda ha prendido en un sector amplio de la Jerarquía. La misma propuesta de las Conferencias Episcopales en bloque es otro de los indicios de una duda”.
Año 1970. Molinaki. Comienza a disociarse el celibato con relación al sacerdocio. Existe hoy una nueva concepción de la sexualidad y una nueva concepción de lo místico. Se aboga hoy día por una espiritualidad distinta de la de los monjes. Sería una gran ventaja para la Iglesia la existencia de dos tipos de clérigo: el célibe y el casado ¿Sería preferible el sacerdote que pueda casarse libremente antes que lanzarse a la ordenación de hombres ya casados? Sin embargo, la postura de Paulo VI fue contraria en este sentido. Y hoy la jerarquía se lanza a comenzar a ordenar a los viri probati.

Y parece lógico de inmediato ante todo readmitir a los secularizados que lo pidan. Es claro: ellos ya son sacerdotes. Más adelante, permitir el matrimonio a quienes lo deseen siendo sacerdotes lo deseen, sin necesidad de trabas añadidas.

Para los célibes que permanecen más por ley que por carisma es inútil y dañino este sistema. Es un peligro constante. Nuestros fieles no creen por esto en la castidad de los sacerdotes. Los escándalos son numerosos y frecuentes. En lo que llevamos del XXI han sido tan frecuentes, e incluso casi masivos, los gravísimos pecados sexuales descubiertos, que cada vez se hace menos creíble el celibato sacerdotal. Han aparecido por centenares sacerdotes homosexuales y pederastas. Incluso han sido salpicadas con el cieno algunas figuras de la jerarquía. Es verdad que en toda persona radican los malos instintos, pero también es cierto que, dentro del matrimonio bien enfocado, se amortiguan las bajas pasiones. Por algo nos decían que uno de los bienes del matrimonio es tranquilizar la concupiscencia. Con un sacerdocio libre para contraer matrimonio se hubieran evitado en el clero la mayoría de los pecados de sodomía y pederastia.

En la década de los setenta se produjeron secularizaciones casi masivas. Como diremos más adelante, lo que se creía que iba a afectar al 3% del clero, incidió casi en la cuarta parte. Fueron muchos y buenos los sacerdotes que abandonaron el ministerio exclusivamente porque el celibato les resultaba una carga insoportable. Desde entonces se mantiene el derecho a renunciar u una obligación adquirida libremente, pero sin total madurez y conocimiento. En la educación impartida en los seminarios tridentinos, al permanecer alejados del mundo, se producía el fenómeno de inmadurez afectivo - sexual. Esta causa fue aducida por muchos para conseguir la dispensa del celibato.

Es sabido el bajón brusco de los católicos practicantes, sobre todo en Europa, en el siglo XXI. Pensamos que son muchas las causas. Pero una de ellas, y creemos que de las más importantes, es la de los escándalos sexuales de pederastia y de otro tipo. Cada vez se cree menos en la castidad del clero. Y muchos abusos están motivaos por la represión celibataria. Cuanto más tiempo se tarde en darle solución, mayor será el problema. Llevamos mucho retraso. Urge acelerar.

José María Lorenzo Amelibia
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