Cuidado con las rupturas conyugales.
Enfermos y Debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
Cuidado con las rupturas conyugales.
(Legal Today)
“Las rupturas conyugales constituyen la primera epidemia del siglo XXI; por delante del sida y de la droga”, afirma el eminente psiquiatra Enrique Rojas Marcos. La realidad es que nos ha tocado vivir en una Sociedad que detesta toda clase de vínculos; para la gente más joven todo es pasajero. Y por otra parte no ha conseguido educarse en los valores de quienes les precedieron. Algo falla. El matrimonio es cosa de dos. Todos desean en principio una relación duradera, pero ignoran que para estar bien con alguien es necesario antes haber logrado estar bien consigo mismo.
Leía esta mañana unas páginas de los años sesenta, cuando la juventud se formaba en campamentos de OJE o Boy Scout. Prescindiendo de ideologías políticas obsoletas, se educaba en grandes valores humanos e incluso religiosos. Un vendaval ha arrasado en nuestros días tal formación, fuera de algunos grupos insignes en los que todavía perdura. Y sin apenas preparación muchos acceden al matrimonio. Aparecen los primeros roces, y al poco tiempo, se acabó. Ha llegado la ruptura fatal. El año dos mil cinco se produjeron en España 141.425 divorcios o separaciones legales.
Pienso que esta epidemia se podía prevenir; podíamos vacunarnos con tiempo. Para nadie es deseable el trauma de la separación, y menos si lo enfocamos con una mirada trascendente. Ya antes de casarse la pareja debiera grabar en el alma algunos principios y no olvidarlos jamás: es necesario mantener a toda costa la admiración en el otro; es la misma persona de los mejores tiempos. Y ante todo fomentar siempre la comunicación. Encontrar un gozo especial en comunicar con la otra parte cuanto nos sucede, nuestras alegrías, penas, esperanzas, deseos, proyectos, sucesos diarios. Evitar dramatizar los conflictos y ver los problemas del otro como auténticas cuestiones propias. Nunca imaginar utopías: el amor de enamorados nunca debe fracasar, pero es necesario saber que con el tiempo se transforma en amistad amorosa; más serena y productiva que el enamoramiento obsesivo.
La mujer busca ante todo seguridad; sentirse apoyada. El hombre, afectividad. La fidelidad es posible y fuente de gozo duradero. Por eso es preciso proteger el propio matrimonio. Los psicólogos Manuel García y Ángela Mogaz afirmaban en una conferencia que impartían hace unos meses en San Sebastián: “Es un error forzar amistades comunes”. Muchas parejas creen que los amigos han de ser de los dos y presionan para que esto ocurra. La experiencia nos va convenciendo de lo contrario. “Es necesario respetar los espacios individuales… No es sano que los esposos hagan todo juntos”, aseguran estos mismos psicólogos. Con una formación adecuada podemos vacunarnos contra esta epidemia del siglo XXI.
José María Lorenzo Amelibia
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