Parientes de la pobreza extrema son la enfermedad y la miseria 

(Buccm)

Necesitamos hoy en el mundo personas de la talla de Teresa de Calcuta para luchar contra estos males; y afortunadamente existen algunas. Una de ellas es el Nobel de la paz del año 2006, Muhammad Yunus. De joven estudió Económicas en su país, Bangladesh, y más tarde se doctoró en Estados Unidos. El año 71 regresó a su patria con una idea: luchar contra la pobreza, la hambruna, la enfermedad y la muerte. Y pronto comenzó, ayudado de varios estudiantes. Muhammad es un hombre fuera de serie: difunde en su derredor una fuerza enorme; está dotado de inteligencia muy aguda y de una humildad que le hace asequible y cercano a cualquier persona. Cuando recibió el premio declaró: “Es la primera vez que se otorga el Nobel a los pobres de las zonas rurales”.

Su idea era clara desde los comienzos: crear el banco de los pobres y un sistema de microcréditos, suficiente para dar un vuelco a la economía de más de seis millones de familias. Algo muy sencillo para su inteligencia. Observó la capacidad de trabajo que tienen las mujeres de su país. Su ilusión era dar una oportunidad a todas ellas. Comenzó su labor hace más de treinta años; le ayudaban económicamente gentes llenas de generosidad, pero ahora se autofinancian. El banco concede pequeños préstamos a cuantos lo necesitan y piden. No exige ningún aval, porque no tiene intención de llevar a ningún prestatario ante los tribunales. La casi totalidad de ellos son mujeres, presentes en más de setenta mil aldeas. Dispone hoy el banco de casi dos mil quinientas sucursales en toda la nación. Solo el 1,5% de los pequeños propietarios son morosos. El dinero que entrega a cada familia solicitante no excede normalmente de doscientos euros. Con ellos desarrollan una actividad laboral concreta, relacionada con iniciativas empresariales o sociales, dirigidas a mejorar el nivel de vida de las zonas rurales. 

Un ejemplo, el caso de Rahima: “Mi marido - dice - se dedica al cultivo de la tierra; pero con frecuencia las cosechas se pierden. Un día pedí un préstamo de cinco mil takas (unos sesenta euros) para comprar unos pollos y unas gallinas. Con lo que ganaba de la venta me ampliaron el préstamo a ciento veinte euros más. Han pasado siete años y me encuentro feliz por el giro que ha dado mi vida. He trabajado duro para cumplir con las cantidades a devolver en los plazos indicados. Hemos podido arreglar nuestra casa. Ya no paso las noches en blanco…”  De modo parecido a Rahima cuentan su experiencia muchas señoras. La vida en Bangladesh está cambiando gracias a la iniciativa de Muhammad Yunus. El hambre, la enfermedad y la miseria, van quedando atrás. 

Aquí el cuento de la “Lechera” es pura realidad. Necesitamos en el mundo muchas personas de la talla de nuestro Nobel de la Paz. Y mentalizarnos en ayudar de la manera que se nos ocurra para remediar la debilidad en pobreza, enfermedad, miseria de tantas personas que nos necesitan en el mundo.

José María Lorenzo Amelibia

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