La misericordia de Mosén Sol

Es la tercera vez que escribo un artículo en Religión digital para conmemorar el aniversario de la muerte del Beato Manuel Domingo y Sol (25 de enero del-2009). El primer artículo, sobre la fe, el segundo, sobre la paz. Y éste, sobre la misericordia. ¿La razón? Estamos en el Año de la misericordia y Mosén Sol, el “Santo apóstol de las vocaciones Sacerdotales”, como le nombró Pablo VI en 1970 para toda la Iglesia universal, vivió la misericordia con especiales manifestaciones.
Si la misericordia puede entenderse como la compasión y respuesta coherente ante el prójimo necesitado, en Don Manuel encontramos un corazón compasivo y un sacerdote coherente para-ayudar a muchas personas necesitadas, especialmente los seminaristas pobres.

Un corazón, especialmente compasivo
El rasgo que caracteriza a Don Manuel, desde la perspectiva de los valores humanos, es la capacidad de sintonizar con el mundo exterior, transformando los estímulos negativos en profundos sentimientos y en respuestas coherentes. O, expresado de otra manera, el rasgo prioritario de Mosén Sol, cura de Tortosa y fundador de la Hermandad de los sacerdotes Operarios, fue su afectividad, profunda, rica y controlada. Encontramos en él una ecuación estable entre corazón, cabeza y respuestas. Así lo testifican quienes le trataron y al que definían como un "corazón grande, sensible, generoso, ardiente. Todo salía del corazón en aquel hombre, criado para la patria del amor"; “amaba y se hacía amar... con calor de humanidad. En su corazón había espacio para todos los grandes amores"; "no es posible concebir, en lo humano, espíritu más sensible, corazón más tierno, trato más dulce que el de Don Manuel".
Quien analiza su vida concluye que la afectividad en Mosén Sol estaba integrada por unos sentimientos vigorosos y equilibrados. Y ahí encontramos la raíz de su amor, el motor para su dinamismo y una clave para su influjo social. Como los muy emotivos, Mosén Sol se conmovía profundamente ante acontecimientos grandes y ordinarios. Como prueba, algunos pasajes de su vida narrados en la biografía de Antonio Torres:
-oye cantar el "Christus vincit" y Don Manuel se sintió tan fuertemente impresionado al oírle, que después de la función, le salió al encuentro con los brazos abiertos y le estrechó contra sí, diciendo con tiernas lágrimas: "Christus vincit, Sí, amigo mío, Christus regnat...";
-tarda Don Manuel en regresar a su casa. Le busca la criada en el confesionario y allí "le encontró‚ abrazado a un ancianito, al cual con fuerte voz consolaba. Lloraba el ancianito a más poder, y Mosén Sol, con aquel corazón de buena madre, le estaba acariciando, apretándole contra su pecho";
-con este ardiente corazón se explica que pidiera en su consagración como misionero: "Dadme un espíritu encendido, como el de San Juan Bautista; un celo ardiente, como el de vuestro Apóstol San Pablo...".
-y así reaccionaba ante la situación cristiana de su tiempo: "Ver tantos millones de almas! Ver la Iglesia combatida! Ver los jóvenes en peligro! y ¨no llorar, y no orar, y no trabajar? Qui non zelat, non amat!";
-había resonado en nuestros oídos con fuego mayor la voz de Jesús, de tierna compasión, que nos decía: ignem veni mittere in terram”;
-estaba tan abrasado de amor por las almas, que en un arranque de amor le dijo a Jesús: "pónme, Jesús mío, en la boca del infierno, para que no caigan más almas en él!"..."Estar por Jesús en la boca del infierno, es estar en el cielo!".

Respuestas coherentes ante los necesitados
¿Se reducía la afectividad a un sentimentalismo inoperante y de puros deseos? Todo lo contrario. El Beato Manuel Domingo poseía un corazón apasionado por dar y darse, caracterizado por la entrega apasionada hacia los demás. Sus sentimientos y emociones estaban al servicio de un corazón grande, entusiasta y radical. En su personalidad afectiva predominó un don de sí que no conocía límites de personas ni de intensidad. Era una persona misericordiosa. Porque si la misericordia es compasión más coherencia, Mosén Sol confirma en su vida lo que predicaba: “debemos practicar la caridad cuantas veces sea conveniente y, una vez convencidos de la necesidad, socorrerla, aunque para ello tengamos que vender la camisa”. Por su capacidad de sintonizar con los demás, Mosén Sol sentía una fuerte inclinación a considerar y tratar los intereses ajenos como propios. Él vibraba de tal manera por el prójimo necesitado que no concebía otra manera de realizarse sino en el dar y darse y en recibir de otro.
Para confirmar el amor misericordioso de Mosén Sol, habría que recorrer gran parte de su vida. Porque Manuel Domingo, impulsado por una ambición santa, insatisfecho con los trabajos realizados ”quería llegar a todas partes”. Motivado por el reinado de Dios y el amor a Jesús sacramentado practicó la misericordia en los diversos ambientes y tareas: jóvenes, pueblo fiel, religiosas, Adoración nocturna, prensa (fundó un periódico y una revista) y en la comunicación epistolar: se conservan 4.630 cartas.
Sin embargo el encuentro con un seminarista pobre, despertó de modo especial el amor misericordioso de quien comprendió que la formación de los futuros sacerdotes “es la llave de la cosecha” y que «entre todas las obras de celo no hay ninguna tan grande y de tanta gloria de Dios como contribuir a dar muchos y buenos sacerdotes a la Iglesia”. Por ello, desde febrero de 1873, con el encuentro con un el seminarista Ramón Valero, Mosén Sol vio muy claro y para siempre que la clave de sus anhelos era “dar pan y cariño, ilusión sacerdotal y formación adecuada a los futuros sacerdotes”. Y a la tarea vocacional dedicó la mayoría de sus trabajos que fueron tan fructíferos que al morir dejó a 75 operarios que componían la Hermandad, 10 colegios de vocaciones, 18 seminarios, 2 templos de reparación y el Colegio Español de Roma.
Sí, podemos concluir que el Beato Manuel Domingo y Sol era una persona misericordiosa. Porque si la misericordia es compasión más coherencia, Mosén Sol confirma en su vida lo que predicaba: “debemos practicar la caridad cuantas veces sea conveniente y, una vez convencidos de la necesidad, socorrerla, aunque para ello tengamos que vender la camisa”
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