El jesuita, desde Nador, acompaña a la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas Álvar Sánchez: "Los rostros que vemos en nuestras fronteras no van a desaparecer"
"Es un sacrificio de amor el que llama cada día las puertas de nuestro continente, de nuestra sociedad. Es un sacrificio de amor porque se sacrifican por los que quedan atrás, pero es un sacrificio de amor porque siguen llamando a nuestra puerta a pesar de las dificultades que ponemos"
"Sabemos que hay una semilla de libertad que late en nuestro corazón y que cuando nos defendemos y nos encerramos en nosotros mismos, defendiéndonos de lo desconocido, esa libertad, en el fondo, nos genera una especie de frustración"
"Europa lo que hace es tratar de que, más allá de sus fronteras físicas o geográficas, poder controlar, o frenar, o gestionar el flujo migratorio"
"Es necesario poder explicar que el capital humano que llama a nuestras puertas es bálsamo, también, y remedio para nuestras heridas como sociedades desarrolladas que vivimos en Europa"
"Europa lo que hace es tratar de que, más allá de sus fronteras físicas o geográficas, poder controlar, o frenar, o gestionar el flujo migratorio"
"Es necesario poder explicar que el capital humano que llama a nuestras puertas es bálsamo, también, y remedio para nuestras heridas como sociedades desarrolladas que vivimos en Europa"
El cartel de la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas para este año muestra un rostro de una mujer desvaneciéndose en el aire. "Nuestra indiferencia los condena al olvido", dice el lema. Uno de los protagonistas de la campaña es el jesuita Álvar Sánchez, responsable de la Delegación Diocesana de Misiones en Nador (Marruecos). "Podemos tener la seguridad, creo, que esos rostros no van a desaparecer y que va a haber va a continuar habiendo un sacrificio humano importante para que esos rostros formen parte de nuestros rostros, porque de ellos depende nuestro futuro", nos cuenta en esta entrevista para RD.
-Hoy nos encontramos en la Asociación de la prensa donde acabamos de presentar la 63 Campaña Contra el Hambre de Manos Unidas 'La indiferencia los condena al olvido', y estamos con uno de los presentadores, Álvar Sánchez, que es jesuita y vive en Nador.
¿Cuánto tiempo llevas en Nador?
-Tres años y medio.
-Bienvenido a España. Creo que te queda muy poquito para marcharte.
-Sí, este viernes ya nos vamos de vuelta a Marruecos.
-Eres promotor de proyectos de la de la diócesis de Nador. ¿Cómo es la realidad de Nador en Tánger? Esa realidad que no no conocemos.
-Es una realidad desafiante en el sentido de que las personas en situación de movilidad tratan de progresar en su recorrido, en su proyecto migratorio y, sin embargo, se encuentran con una limitación importante para a progresar en ese itinerario por lo que llamamos 'externalización de fronteras'. Europa lo que hace es tratar de que, más allá de sus fronteras físicas o geográficas, poder controlar, o frenar, o gestionar el flujo migratorio.
-Un poco como Turquía, porque Marruecos y Turquía son como los controladores de frontera de la Unión Europea, cada uno en su lado.
-Exacto. Entonces, las comunidades en movilidad humana, después de un penoso periplo a través del desierto en el cual fallecen muchas personas (hay quien habla de mare mortum), no sabemos cuántas personas pierden la vida a lo largo del desierto.
-Y es el camino del que nadie habla porque todos nos centramos en el último paso hacia el "primer mundo", y el itinerario que siguen muchos desde el centro de África u otros los rincones, por lo que conocemos, es desolador y con muchas situaciones que deberían escandalizarnos.
-Ahí está. Entonces, por un lado, al llegar a Marruecos se encuentra en ese espacio para rehacerse, para poder respirar, para recuperarse y también para poder reorientar su proyecto migratorio. Cuando hablo de reorientar, me refiero a algunas salidas naturales, como la costa norte de Marruecos, que es precisamente donde inciden más estas políticas de externalización de fronteras. Ahí las personas, al no poder cruzar el mar de Alborán, intentan hacerlo por una travesía más compleja, que es la del Océano Atlántico.
-La de Canarias.
-Claro. y entonces van bajando hacia El Aaiún, Tarfaya… y ahí la situación es totalmente diferente. Una cosa es el mar Mediterráneo y otra el Océano Atlántico. Y por eso, el número de víctimas, desgraciadamente, va en aumento.
-Son cuestiones que de tanto en tanto suman titulares aquí en España, en Occidente, pero después desaparecen. Pero la realidad continúa estando ahí. ¿Hasta qué punto es preciso un cambio de narrativa para para hacernos realmente partícipes de lo que sucede? Porque casi siempre que hablamos de inmigración de Marruecos a España, hay un problema político y un problema de inmigrantes que 'nos vienen', también el lenguaje hace de las suyas, y a qué nos vienen; si viene a robarnos el trabajo, si vienen a… tal es la avalancha de ese tipo de terminología que entiendo que no ayuda mucho ni a vuestro trabajo, ni a la realidad, ni a su visibilización como personas.
-Lo que necesitamos es poder explicar la realidad desde diferentes ámbitos, no solamente parcializarla. Centrarla en algo que es muy real y muy necesario y que necesitamos visibilizar.
Yo creo que el culmen de la denuncia la señaló el arzobispo emérito Santiago Agrelo cuando cuando habló del holocausto de las políticas migratorias europeas. En ese momento, en 2013, el promedio de personas que perdían la vida a diario era de 6 al día. Actualmente multiplica por 3. Entonces, hablar de holocausto, evidentemente, es necesario cuando 4.404 personas han fallecido, según el colectivo Caminando Fronteras, en las rutas de acceso a España durante el 2021.
Sin embargo, creo que también es necesario poder explicar que el capital humano que llama a nuestras puertas es bálsamo, también, y remedio para nuestras heridas como sociedades desarrolladas que vivimos en Europa.
A qué me refiero; nosotros tratamos de mirar adelante con el el peso de nuestra existencia y ayudándonos de depresivos, ansiolíticos, vivimos sin saber qué hacer, cómo gestionar el hecho de que este año se haya duplicado la tasa de suicidio juvenil. Qué significa todo esto; significa que nosotros también necesitamos de una ayuda. El capital humano que llama a nuestras puertas tiene una capacidad de resiliencia que no encontramos en nuestras sociedades.
-Su capacidad de sufrimiento y de superación.
Y, además, es que se ofrece para contribuir en un momento en el cual en la ONU estima que en Europa necesitaremos en dos décadas más de 60 millones de trabajadores para seguir impulsando nuestro modelo de producción, estado de bienestar, servicios, etcétera. Entonces, ¿cómo podemos entender lo que está sucediendo, ante la necesidad de un capital humano que nos ayude a continuar como civilización siendo quiénes somos? ¿Por qué nos defendemos de ellos hasta el punto e inducirles a una muerte? Esas son preguntas que debemos podernos responder.
-¿Hasta qué punto el factor religioso cultural afecta a esa visión? Porque muchos de los discursos que se llaman de odio apuntan a que de alguna manera vienen personas de una religión distinta a la que se supone que es la nuestra, a cambiarnos la cultura, a islamizar la sociedad europea… a poco menos que volver a los tiempos del 711 cuando el mundo musulmán conquistó la la Península Ibérica.
-Yo invitaría simplemente pues por ejemplo a rezar con el pasaje del evangelio de Jesús con la cananea. O releer el encuentro de Elías con la viuda de Sarepta. Son momentos en los cuales el encuentro con el extranjero hace saltar por los aires nuestros esquemas. Son ellos quienes nos evangelizan. También Jesús lo tenía clarísimo con la cananea que le pide ayuda: "Yo no estoy aquí para dar alimento a…" Pero la mujer contesta: "incluso de las pequeñas migajas que caen de la mesa también se alimentan los perrillos". Jesús se encuentra con que (¡madre mía!) "Hoy tú me has anunciado una buena noticia", según el texto griego. Algo en esta narración nos dice que la revelación del amor de Dios también se da en el encuentro. Nosotros, lo que debemos hacer es tratar de propiciarlo, no defendernos de él.
-La vida y el mensaje de Jesús se hizo caminando, encontrándose con personas distintas, aprendiendo de ellas y sumándolas a un movimiento de amor, de encuentro y de solidaridad para con todos.
¿Qué aprendes de esas personas con las que trabajas cada día? Se aprende muchísimo, entiendo, y te transforma la vida el contacto, el encuentro.
¿Cómo te ha cambiado la vida en estos tres años que llevas en Nador?
-De vez en cuando la realidad te regala situaciones que te afinan y te devuelven, te ponen en esas coordenadas adecuadas para poder seguir en contacto con la existencia real. Y eso, gracias a dios, me ha ido sucediendo a través de los diferentes lugares en los que he estado. Aquí, en Nador, por ejemplo, el otro día hablando con una persona, una mujer que hace nueve meses el equipo médico encontró tendida en el bosque, después de un accidente, al lado del camino. Había caído de una moto, se había medio fracturado una cervical, estaba inmóvil, la operaron y todavía hoy está en nuestra residencia. En la casa de acogida de la Iglesia, de la Delegación diocesana de Migraciones.
Al comienzo fue un impacto para el equipo porque, cómo poder acompañar a una persona está inmóvil, que no va a poder progresar en su proyecto migratorio, que es totalmente dependiente para todo. Bueno, pues esa persona es una bendición es una bendición. Es capaz de sostenernos no solo con su oración, sino que es que nos ayuda en lo concreto. El otro día me daba consejos. Y pienso, cuánta sabiduría. ¿De dónde te la sacas? Me daba cuenta del acompañamiento que esta persona ha ido ejerciendo en el equipo. Conoce a todas las personas, sabe cómo estamos, nos señala cuándo tenemos que tener en cuenta algo importante… Es decir, nos cuida. Y se va fortaleciendo a través de la confianza en Dios. Dice: un día, si Dios quiere yo saldré de aquí caminando y os ayudaré. Porque lo que hacéis vosotros se tiene que explicar"
¿Qué significa eso? Que una realidad que veías como una limitación, como una amenaza, como un factor de riesgo. Como algo ante lo que no puede responder con los medios de que dispones, se convierte en una bendición. Una semilla de transformación. Bueno, pues eso es el Reino de Dios.
-El cartel de la campaña de este año es el de una nena mujer que se va difuminando en el desierto. Se llama 'Nuestra indiferencia los condena al olvido'. ¿Cómo se puede luchar para evitar que se que esa cara desaparezca? Para evitar que tantos rostros desaparezcan e nuestra vida, de nuestros intereses, de nuestro día a día. ¿Es posible, o tenemos que seguir haciéndolo porque sabemos que es lo correcto pero no tiene futuro, tal y como entendemos el mundo?
-Podemos tener la seguridad, creo, que esos rostros no van a desaparecer y que va a haber va a continuar habiendo un sacrificio humano importante para que esos rostros formen parte de nuestros rostros, porque de ellos depende nuestro futuro. Es un sacrificio de amor el que llama cada día las puertas de nuestro continente, de nuestra sociedad. Es un sacrificio de amor porque se sacrifican por los que quedan atrás, pero es un sacrificio de amor porque siguen llamando a nuestra puerta a pesar de las dificultades que ponemos.
-Confías en que, en el futuro, abriremos esa puerta?
-Ya la estamos abriendo y ellos nos ayudan. También la conciencia colectiva se va transformando poco a poco; cada vez más somos capaces de acoger al diferente. Sabemos que hay una semilla de libertad que late en nuestro corazón y que cuando nos defendemos y nos encerramos en nosotros mismos, defendiéndonos de lo desconocido, esa libertad, en el fondo, nos genera una especie de frustración. Ese horizonte de vida se nos queda estrecho y sabemos que nuestra educación es abrirnos como familia humana aquello que no conocemos. Acoger la diversidad porque hemos sido acogidos también nosotros en nuestra diversidad.
-Cómo conseguimos hacer ese discurso frente a otros relatos del odio que hablan del emigrante como un peligro, como un riesgo, como alguien que viene a delinquir, a quitarte tu trabajo, a cambiarte las costumbres. Que viene a trastocar nuestra normalidad, nuestra tranquilidad, nuestro nuestro sofá, nuestro café y nuestro purito.
-Lo primero es pensar que esa normalidad quizás sirva para nosotros, pero no para nuestras generaciones que vienen detrás porque nuestro modelo no sostenible. Eso, en primer lugar. Con que no es sostenible me refiero a que ni medioambientalmente, ni como sociedad, ni como modelo, ni culturalmente es sostenible. Entonces, lo primero es decir: vengan. Seamos generosos porque lo que sirve para nosotros no sirve para nuestros hijos.
Y luego, tratar de visibilizar explicar, compartir y celebrar otras narrativas, ejemplos, casos de personas que han venido de fuera y que contribuyen a nuestra sociedad. Eso lo hemos visto, también los medios nos lo habéis nos lo habéis descubierto; personas que estaban aquí en una situación de irregularidad administrativa han contribuido a salvar a aquella persona en aquel incendio, han hecho un bien a su comunidad, han trabajado, se han sacrificado, han logrado hacer esa certificación académica y ahora están, a través de la ayuda humanitaria, contribuyendo a ayudar, no sólo a sus sociedades en origen sino también a las personas locales que peor lo pasan aquí.
Es decir, hay casos, la mayoría, que necesitamos reconocer y no instrumentalizar aquella parte de la realidad que ponemos al servicio de unos fines partidistas o parcializados.
-Muchísimas gracias. ¿Cómo podemos colaborar con vuestro proyecto y con Manos Unidas?
-Acogiendo la campaña y rezando por nosotros porque esa unión de ánimos que nos da la oración es lo que nos sostiene. Y financieramente, en la medida que se pueda. Por supuesto, eso nos va a ayudar a dar continuidad a unas apuestas audaces como la que Manos Unidas nos está permitiendo realizar en este ámbito de frontera que es Nador.
-Para que nuestra indiferencia cambie y no relegar y a nadie al olvido. Esto es un boomerang, como decías bien, y todo lo que hagamos para el otro también lo haremos con nosotros y con los creyentes, con Jesús. Eso también enseña Mateo 20:25.
Gracias Álvar y mucha suerte.
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