Polémica por el cartel de Semana Santa Cartel de la Semana Santa de Sevilla 2024
No es un Cristo coronado de espinas, retorcido de dolor y ensangrentado, como mostraba el cartel de Sevilla de 2022, sino un Cristo resucitado, sereno, lleno de majestad y dulzura.
Quisiera abordar la polémica con el cartel de Semana Santa de Sevilla de 2024, que se ha convertido en un foco de intensos debates con los consabidos defensores y detractores.
El cartel es un encargo del Consejo de Cofradías que eligió a un artista figurativo bien reconocido internacionalmente, con una vasta obra de gran prestigio, Salustiano García.
Pero el resultado es para algunos es ofensivo porque, dicen, no representa la Semana Santa, para otros es maravilloso y rompedor, pero probablemente para todos es una gran obra de arte.
En mi opinión, el enfoque de la obra es muy tradicional: un bellísimo y joven Cristo resucitado como símbolo de la pureza, en palabras de su autor. Dice que ha pretendido señalar en su obra la verdad, la bondad y la belleza que son valores cósmicos y que, en el mundo griego, comunican el significado divino a las capacidades intelectuales, morales y estéticas del alma humana, por lo que se consideraba el requisito previo para el florecimiento humano.
Pero en el cristianismo Dios no tiene verdad, bondad y belleza, sino que Dios es verdad, bondad y belleza, es decir: Toda verdad es la verdad de Dios. Toda bondad es la bondad de Dios. Toda belleza es la belleza de Dios.
El autor ha manifestado que cuando le pidieron crear el cartel de la Semana Santa estuvo tentado de representar a Jesucristo yacente, pero esa idea la desechó pronto, porque su trabajo siempre se había posicionado del lado más sereno e iluminado de la vida y de las cosas. Ha indicado que quiso plasmar «la parte luminosa de la Semana Santa»: la Resurrección, que también le serviría para homenajear a un hermano fallecido cuando él contaba con solo 12 años. Además ha presentado la obra insertada en una caja de luz buscando darle mayor luminosidad.
Lo cierto es que no es un Cristo coronado de espinas, retorcido de dolor y ensangrentado, como mostraba el cartel de Sevilla de 2022, sino un Cristo resucitado, sereno, lleno de majestad y dulzura y, por eso, en el cuerpo de este Cristo apenas hay señales de la pasión y crucifixión. Solo muestra unas heridas mínimas en el costado y en la mano, prácticamente ya curadas. Es un Cristo con una mirada dulce, pero firme.
El modelo de este Cristo ha sido su hijo, un cuerpo real y vivo de tal forma que le ayudase a reunir toda la emoción, la belleza y la contención que quería transmitir. Con ternura afirma que «la solución la tenía en casa: mi hijo Horacio es bellísimo, a la manera que lo son los ángeles, los arcángeles y los querubines.»
En el cartel hace un homenaje a dos hermandades: la del Cristo de la Expiración de la Hermandad del Cachorro, al trasladar a su obra el paño de pureza que sostiene una cuerda y descubre toda su silueta, y la otra es la del Santísimo Cristo del Amor, que no utiliza el nimbo para Cristo, sino las potencias, que son el atributo por excelencia de la Divinidad de Jesús, y simbolizan la plenitud en la gracia, la omnipotencia y la omnisciencia, aunque también hay otras simbologías.
Pero el cuadro, como decía, ha suscitado mucha polémica, tanta que se ha creado una recogida de firmas en la plataforma Change.org para pedir su retirada «inmediata», porque «no representa en absoluto la Fe, los Valores Cristianos, la tradición, y el fervor religioso de esta Ciudad». Aunque el autor es sevillano.
Parece que lo que ha molestado es una cierta feminidad del rostro del Cristo y la postura de este, tal vez porque la belleza se ha asociado con lo femenino, pero en la historia del arte hay imágenes con posturas inverosímiles de Cristo y, ese bello rostro, en mi opinión puede verse como la dualidad, no maniquea, que muestra el rostro y experiencia femenina de Dios. Incluso lo podemos comparar con la belleza y juventud del cuadro La Virgen y el Niño rodeada de ángeles, de Jean Fouquet, y cuyo modelo fue Agnès Sorel, la que fue amante del rey Carlos VII de Francia, y que es una obra maestra de mitad del siglo XV.
Una asociación ha calificado el cartel del anuncio como «afeminado» y ha considerado que no tiene «nada que ver con la Semana Santa.» Incluso en un comunicado ha exigido a todas las hermandades que insten a la retirada del cartel que consideran ofensivo y a que se pida perdón de manera pública, pues argumentan que es un cartel que ofende a los católicos, y que «podría ser constitutivo de un delito de odio y atentado grave contra los sentimientos religiosos». Advierten que de no retirarse el cartel, tomarán todas las medidas que sean necesarias, como llevarles a los tribunales.
Es muy legítima cualquier opinión, disconforme o no, pero alegar que podría ser constitutivo de un delito de odio y atentado grave contra los sentimientos religiosos, me parece no solo excesivo, sino una extravagancia. El delito de odio no puede convertirse en un comodín para aquello que no nos guste o desagrade como ocurre con otras manifestaciones en otros ámbitos. Existirá delito de odio por motivos, entre otros, de religión o creencias, pero no veo cómo inferir de esta obra el tipo penal del artículo 510 del Código Penal.
Tal vez el problema es que algunos colectivos LGTBI han reivindicado la obra, por lo que esa reivindicación puede molestar a algunos. Lo cierto es que, si comparamos esta obra con la de otros años, esta obra es mucho más bella que otras anteriores, aunque insisto en que es una apreciación personal, y que sí representa la Semana Santa, con un Cristo sublimado con la belleza de la resurrección, donde no hay hombre o mujer. Además, y también es importante, el autor no es sospechoso de buscar la polémica que, por otra parte, no le hace ninguna falta, y él mismo niega que su obra sea una imagen «sexualizada» de Dios. Ha dicho que «Mi Cristo no es ni más ni menos sexy que otros Cristos. Es pureza, belleza, serenidad... Aquí hay sexualidad cero.»
Esta polémica hace pensar, como obvio, que hoy en día sería casi imposible, que se pintara los sublimes cuadros de la Virgen amamantado al Niño, la Virgen de la Leche, y sería tachado, cuando menos, de intolerable e irrespetuoso.
Pero en algo en lo que no se repara, y es de suma importancia, es que la obra ha recibido buenas críticas de sus comitentes o clientes, el Consejo de Hermandades. Por tanto, nada más que añadir.
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