Editorial CCM McCarrick, Marcial Maciel, Santos Pelayo… ¿Cuántos más?
¿Cuántos más hay como McCarrick, Santos Pelayo o Marcial Maciel? El informe presentado no debe ser un simple montón de páginas que hagan gritar “Al ladrón…” y echar culpas a los muertos que ya no pueden defenderse.
| Centro Católico Multimedial
La liberación del informe de la Santa Sede sobre el deleznable caso del excardenal estadunidense Theodore McCarrick ha provocado gran revuelo en la opinión pública acerca de la realidad de los abusos sexuales y de poder desmedido al interior de la Iglesia que un prelado utilizó para escalar hasta ser cercano colaborador del Papa, teniendo una gran plataforma de influencias políticas para sentarse en la silla de uno de principales arzobispados de los Estados Unidos.
No pueden hacerse juicios parciales acerca de un ascenso tan vertiginoso en donde un prelado abusó, sometió y corrompió. Prolífico en influencias, recaudador de fondos millonarios, considerado como del ala progresista y activo en causas de justicia social, McCarrick era el clérigo de la doble vida cuyo encumbramiento fue solapado a pesar de las denuncias desestimadas incluso por autoridades vaticanas. Sólo por las investigaciones periodísticas, el caso llamó la atención de la Santa Sede cuando el New York Times arrojó a la luz la condición de este paranoico depredador sexual ganador en el año 2000 del Premio Eleonor Roosevelt de derechos humanos. Las historias de los delitos perpetrados por el exprurpurado fueron detonantes para que el actual pontífice ordenara la dimisión del estado clerical y la expulsión del colegio de cardenales. A la edad de 90 años, vive bajo una especie de reclusión en un monasterio de Kansas.
Lejos de haber aliviado, la situación de abusos en la Iglesia parece ser más severa que nunca. Lamentablemente, las autoridades eclesiásticas no han tenido la suficiente capacidad para resolver las situaciones y sólo se llega a soluciones como las de McCarrick gracias a la denuncia a través de medios de comunicación para llegar a la verdad y denunciar tropelías de décadas que dañaron a muchos sin la suficiente reparación de los daños.
El ‘genio psicópata’ de McCarrick no es el único. No está lejos de la realidad mexicana por casos similares que han puesto en profundas dificultades a las autoridades eclesiásticas e incluso los hechos indujeron a la desaparición de las congregaciones y comunidades fundadas por los abusadores y depredadores sexuales ensalzados como la encarnación del Dios viviente en medio de ellos. Tal es el caso, por ejemplo, de José Guadalupe Santos Pelayo en Autlán, fundador de Los Heraldos de la Paz y notable por su capacidad de esquilmar a los fieles. Excomulgado en 2019, el sacerdote fue arojado del estado clerical por las historias de abusos que destaparon los escándalos amparados bajo el poder de la sotana de un individuo cuyo carisma era uno de los factores del éxito para sus acciones delincuenciales.
Más conocido, Marcial Maciel ha dado ríos de tinta sobre este caso, de los primeros en salir a la luz cuando nadie creía que esto era posible en la Iglesia. Si los Legionarios de Cristo han sobrevivido a la sangría de vocaciones sacerdotales, laicales y a las intervenciones de la Santa Sede así como el encubrimientos de pederastas como es el caso de Fernando Martínez, abusador serial de niñas en colegios de esa congregación, ha sido porque aún ese grupo religioso representa un fuerte polo económico que no puede desvanecerse de la noche a la mañana. Aún, el carisma de los legionarios, si es que existe, tiene cierta influencia que ha menguado; sin embargo, las consecuencias de su poder cuando fueron el reino de Marcial Maciel no pueden desaparecer por una decisión. Los intereses que aún se conservan -de índole estructural y económico- son un profundo dilema que no es fácil resolver, a pesar de que se ha dicho de una pretendida refundación que sólo puede ser de apariencias.
¿Cuántos más hay como McCarrick, Santos Pelayo o Marcial Maciel? El informe presentado no debe ser un simple montón de páginas que hagan gritar “Al ladrón…” y echar culpas a los muertos que ya no pueden defenderse. Las alarmas del caso se encienden especialmente en una Iglesia vapuleada por los escándalos y agotada por las crisis de fe especialmente en tiempos de pandemia. En México, se han dado pasos para la prevención de los abusos y eso es loable. Sin embargo, muchos años de silencio no pueden desvanecerse. Desafortunadamente, como McCarrick o Maciel, aún puede haber muchos en México y el mundo actuando bajo las sombras y amparados por la impunidad, sea en humildes parroquias, cobijados por congregaciones, o incluso, Dios nos guarde, sentados en influyentes tronos episcopales.