Si algo hemos aprendido o vamos aprendiendo en estos meses de pandemia es a “bailar con la incertidumbre”. En una sociedad que organiza sus agendas, horarios y programaciones, la crisis sanitaria, el parón general, el confinamiento y la “invisibilidad” del virus ha pegado duro en en nuestro punto de flotación de la capacidad para lidiar con la incertidumbre y de vivir en la cuerda floja de la flexibilidad casi a diario. 

Bailando con la incertidumbre

El desgaste acumulado en estos últimos meses de pandemia se podía vivir en el ambiente, en las calles, en nuestras conversaciones, en la tensión de los niños en las casas, hasta en las videoconferencias que ya son para muchos nuestras amigas de toda la vida. 

Muchas personas hemos visto en el descanso vacacional (los que hemos tenido la suerte de  vacacionar) un espacio donde retomar fuerzas, volver a nuestras raíces, honrar a nuestros mayores, conectar con la naturaleza y saborear los pequeños placeres que muchas veces pasaban desapercibidos delante de nuestras narices.

Comienza septiembre y la “vuelta al cole” para muchas personas. Los titulares de los periódicos se inundan de nuevos positivos y rebrotes, de los diversos modelos de vuelta a las aulas, de la crisis del turismo y de la desaceleración económica, de la gestión de los hospitales,... Creo que una buena parte de la ciudadanía vislumbraba estos escenarios en su mente, pero pienso que los afrontamos ahora de una manera más “esperanzada” que hace unos meses.

¿Hay alguna receta mágica?

Los retos son muchos, los miedos siguen inundando diversos ámbitos de nuestra vida, la incertidumbre se cuela en cada rincón de nuestras agendas, ocupaciones y tareas,... ¿Cómo enfrentar estas semanas que nos esperan? ¿Hay alguna receta mágica?

Creo que la receta mágica no existe o ¿quizás sí? Una receta que pasará por la llegada de una vacuna, por la buena gestión en diversos ámbitos de la vida, por una planificación pública que ayude a la reconstrucción del tejido socioeconómico y a paliar el descalabro de los estratos más desfavorecidos y así un largo etcétera. Pero una de las claves estará en la confianza.

Confianza

Proclamaba Martin Luther King un discurso que recordábamos estos días, “I have a dream”. Un sueño que se ha ido haciendo realidad poco a poco, aunque necesita aún mucho por recorrer. Un sueño, que no ensoñación, que necesita grandes dosis de confianza. Confianza en nosotros mismos, en los demás, en Dios -como cada cual lo entienda-,... en nuestros políticos, en los profesionales de la sanidad, en las personas que siguen cuidando de nuestros mayores y pequeños, de aquellas que hacen crecer las verduras que comemos a diario,... No siempre es fácil alimentar esta confianza, pero es vital.

Flexibilidad

Y junto a esta confianza, que no es quedarse cruzados de brazos, está la flexibilidad y creatividad para enfrentar nuevas situaciones que sin duda nos depararán estas próximas semanas y meses. Tal vez nuevos confinamientos, desplomes laborales, junto a espacios de oportunidad y nuevos descubrimientos. Flexibilidad y "cintura" quizás para caminar por nuevas sendas o para ponernos en las suelas de otras personas. 

Comunidad

Por último, y no menos importante, la capacidad de sorprendernos por lo cotidiano, y por las alegrías y malos tragos de los que tenemos a nuestro alrededor. Solo cuando nos sentimos un poco más comunidad, somos capaces de reforzar nuestra capacidad de resiliencia para sacar lo mejor y las oportunidades de toda crisis. El Papa Francisco nos lo recuerda: "Solo podremos salir de esta situación todos juntos". 

Solamente juntos, con confianza y flexibilidad seremos capaces de crecer en verdadera humanidad.