"Sus reformas han comenzado primero en la propia casa" José María Marín: "Con Francisco estamos sin duda ante un clérigo convertido"
"Pronto empezaron a aparecer algunas de sus grandes líneas de actuación. Casi como eslóganes publicitarios, palabras claras, sencillas y nuevas: periferias existenciales, Iglesia de los pobres y para los pobres, Iglesia en salida, pastores con olor a oveja, hospital de campaña"
"Levantar alfombras y desalojar de sus puestos a quienes estaban confundiendo la casa del Padre con una oficina de negocios oscuros, abusos y desatinos, no parece ser una tarea fácil para nadie"
| José María Marín, sacerdote diocesano y teólogo
La renuncia de Benedicto XVI y la llegada de su sucesor fue, sin duda alguna, un balón de oxígeno para muchos sacerdotes y teólogos que a pie de calle buscaban cómo mantener la fe y la esperanza de miles de creyentes, jóvenes y adultos, alejados y decepcionados.
Cuando Francisco llega al pontificado, lo hace después de largas décadas de sacerdocio, años de episcopado y cardenalato… No cabía imaginar su espontaneidad y la valentía de algunos de sus gestos (eso se espera de gente más joven y con menos “carrera eclesiástica”). Estamos sin duda ante un clérigo convertido, o si se prefiere: un pastor que se sabe nada sin sus ovejas, un impostor si se aprovecha de ellas. Y eso es, precisamente, lo que le hace creíble y eficaz para liderar las reformas que hoy urgentemente necesita la Iglesia.
He de confesar que en los primeros años deseaba un Papa firme que cambiara las cosas con “autoridad” y decisión. Pero pronto comprendí que Francisco estaba decidido a reformar la Iglesia. Y que lo haría sin imposiciones, abriendo procesos, paso a paso… “seduciendo y convenciendo”. Hermoso horizonte para un pontificado. La elección del nombre, tal como él mismo explicó a los medios de comunicación: Francisco es para mí el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, un hombre que ama y cuida la creación…, apuntaba más a la necesidad del testimonio y el diálogo pacificador que al uso y el abuso del argumento de autoridad, al que nos estábamos acostumbrando, atrapados en nuestras propias contradicciones y a la defensiva.
Pronto empezaron a aparecer algunas de sus grandes líneas de actuación. Casi como eslóganes publicitarios, palabras claras, sencillas y nuevas: periferias existenciales, Iglesia de los pobres y para los pobres, Iglesia en salida, pastores con olor a “oveja”, hospital de campaña. Pronto también gestos en lo cotidiano y en lo extraordinario de un estilo más sencillo y fraterno. Pronto finalmente un lenguaje y contenidos nuevos en la doctrina y en el magisterio de la Iglesia. No son pocas las puertas, antes cerradas, ahora abiertas o entre abiertas. Suficientes, de momento, para mantener la esperanza y la decisión firme de acoger y defender a este Papa que tantos hubieran deseado diferente.
Hermoso horizonte sí, pero difícil y compleja misión. Sus reformas han comenzado primero en la propia casa. La institución que preside se ha visto atrapada en las redes del hedonismo y la superficialidad, tan propios de los poderosos de este mundo. Instalada y cómplice de tanta exclusión. Levantar alfombras y desalojar de sus puestos a quienes estaban confundiendo la casa del Padre con una oficina de negocios oscuros, abusos y desatinos, no parece ser una tarea fácil para nadie.
Reformas que la devuelvan a la senda del Concilio Vaticano II y la conduzcan a dar pasos más decididos -como seguidora de Jesús de Nazaret-, para situarse en el siglo XXl al servicio a la humanidad, encarnada en el corazón de cada pueblo creyente, en la diversidad de culturas, profética, liberadora y misericordiosa. Cambiando todo lo que sea necesario.
Y aquí es donde cobran valor esos procesos. Siempre y cuando no se eternicen pudiendo aparecer como simple lavado de imagen. Querida Amazonía es un buen ejemplo: “Hace falta aceptar con valentía la novedad del espíritu capaz de crear siempre algo nuevo con el tesoro inagotable de Jesucristo, porque ´la inculturación coloca a la Iglesia en un camino difícil pero necesario`. Es verdad que ´aunque estos procesos son siempre lentos, a veces el miedo nos paraliza demasiado y terminamos como espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia`. No temamos, no le cortemos las alas al Espíritu Santo” (Querida Amazonía 69).
Muchos esperábamos ya pasos más decididos respecto a la ordenación de hombres casados, el celibato y el diaconado de las mujeres. En la Exhortación Apostólica el Papa calla estos temas o vuelve en ellos a los argumentos y la retórica clerical de siempre. Bueno, es suficiente de momento. Espero.
“La predicación debe encarnarse, la espiritualidad debe encarnarse, las estructuras de la Iglesia deben encarnarse” (Querida Amanonía, 6). Seguiremos esperando, porque estamos convencidos de que las afirmaciones novedosas y valientes del Papa son sinceras y están dirigidas hacia el horizonte de una Iglesia en salida, al servicio de la humanidad entera, sin distinciones ni privilegios, definitivamente alineada en la liberación de los pobres.
"Serán las propias Iglesias locales, en Amazonía o en cualquier otro lugar, las que se ocupen de ir encarnando la Fe en cada cultura"
Pero nuestra esperanza será activa y profundamente transformadora porque la Iglesia de Jesucristo no se identifica solo, ni principalmente con el Papa, los Cardenales y los Obispos. La Iglesia son todas las bautizadas y todos los bautizados. Precisamente del pueblo de Dios, del seno de los movimientos y comunidades laicales, de sus organizaciones y su testimonio surgirán las transformaciones y reformas necesarias. Sabemos que en la Iglesia son los pobres, los sencillos y los humildes los que nos evangelizan a todos. Y aquí está la razón de mi optimismo, serán las propias Iglesias locales, en Amazonía o en cualquier otro lugar, las que se ocupen de ir encarnando la Fe en cada cultura. Serán las mujeres y los hombres creyentes, de cada rincón del Planeta los que tomen el protagonismo de la evangelización. Mientras tanto el Papa, y toda la jerarquía serán fieles a su misión en tanto en cuanto vayan dirigiendo sus pasos hacia los últimos puestos, al servicio de sus comunidades y de la humanidad entera; alejándose, consecuentemente, del proyecto Zebedeo (primeros puestos, privilegios y poder). Mirando, escuchando y siguiendo a Jesús, el único Señor y la única cabeza de la Iglesia.