"¿No ha llegado ya la hora de tomar en serio el Evangelio y vivirlo con todas sus consecuencias?" Castillo: "Da la impresión de que si la Iglesia se ve privada de los rituales, no tiene otros proyectos"
"Si el papa Francisco le ha dado un giro nuevo y más evangélico al papado en la Iglesia, ¿por qué el episcopado en pleno y el clero en su totalidad no sigue el mismo camino que nos traza el sucesor de Pedro?"
"¿Cómo es posible que, a estas alturas, la Conferencia Episcopal Española no haya presentado un Documento oficial, serio, bien justificado , sobre el problema que tenemos los creyentes en Jesucristo por causa de esta pandemia tan grave?"
"Jesús no fue un curandero. Ni pretendió, mediante sus milagros, demostrar que él era Dios"
"En la Iglesia hay muchos creyentes en Jesús que viven heroicamente el Evangelio. Pero también es cierto que en la Iglesia hay gente importante que ha optado por la Religión"
"Jesús no fue un curandero. Ni pretendió, mediante sus milagros, demostrar que él era Dios"
"En la Iglesia hay muchos creyentes en Jesús que viven heroicamente el Evangelio. Pero también es cierto que en la Iglesia hay gente importante que ha optado por la Religión"
Es un hecho, que nadie pone en duda: la pandemia del coronavirus es el acontecimiento universal más peligroso y preocupante, que ha ocurrido en nuestro planeta desde la segunda guerra mundial. Y lo más grave es que no sabemos ni cuándo, ni cómo acabará esto.
Como es lógico, en un asunto tan tremendo como éste, han estado (y están) muy presentes la medicina, la economía, la política, el derecho, los medios de comunicación y todas las ciencias, saberes y tecnologías de las que se ha podido echar mano para remediar o aminorar esta espantosa desgracia en la que nos vemos implicados todos los seres humanos. Y es por esto - por esta implicación universal en un problema tan grave y que a todos nos afecta – por lo que inevitablemente surge la pregunta: ¿Y la religión? ¿Está presente en este asunto de tanta gravedad? Y si lo está, ¿en qué se nota su presencia?
Yo me planteo estas preguntas porque, desde mi ya lejana juventud, me he dedicado por entero al estudio y la enseñanza de la Teología. Y es por eso, por lo que, desde que estamos soportando el peligro y las patéticas consecuencias del coronavirus, por lo que yo no dejo de pensar y preguntarme: “Y en todo esto, que estamos soportando, ¿está o no está presente la religión? Y si lo está, ¿sirve para algo su presencia? Sinceramente, no sé lo que está ocurriendo, en este orden de cosas, en otros continentes y en otros países. En España – me parece a mí – hay, sin duda, muchas personas a las que las creencias religiosas les tienen que ayudar a soportar y superarse ante la enfermedad, la pérdida de seres queridos, las privaciones que impone el confinamiento que estamos aguantando, los problemas económicos que todo esto conlleva, etc., etc.
Pero el problema que más me preocupa en todo este asunto – lo confieso sinceramente – es el problema que representa la presencia (o ausencia) de la Iglesia como tal. Es verdad que, en los medios de comunicación, precisamente al informar sobre la pandemia, se menciona lo que ha hecho o dicho el papa Francisco, un hombre de Dios y al que cada día admiro más. Pero, ¿qué decimos de los obispos y del clero en España? ¿Cómo es posible que, a estas alturas, la Conferencia Episcopal Española no haya presentado un Documento oficial, serio, bien justificado , sobre el problema que tenemos los creyentes en Jesucristo por causa de esta pandemia tan grave?
Por supuesto, hay obispos y sacerdotes de los que se habla en los medios con motivo de la pandemia. Y no faltan casos ejemplares, dignos de elogio e imitación. Pero también es verdad que se habla, quizá con más frecuencia, de hechos llamativos y chocantes en los que se informa de la presencia de las fuerzas de orden público, que tienen que acudir a iglesias y catedrales, para impedir la violación de normas que a todos nos obligan.
En todo caso, a fin de cuentas, nada de lo dicho es lo más serio. Lo que más me da que pensar es que, si algo está quedando patente, resulta obvio que nuestra Iglesia da la impresión de que, si se ve limitada o privada de los rituales, ceremonias o celebraciones de “lo sagrado”, no tiene otros proyectos, otros horizontes y, sobre todo, otras preocupaciones. Si a la Iglesia le cierran los templos y se queda sin misas, bautizos, comuniones, bodas, entierros, procesiones y funciones similares, ¿qué hace? ¿a qué se dedica? ¿qué le dice a la gente? Da la impresión de que no sabe qué hacer. Ni tiene nada que decir. Justamente lo que está ocurriendo en la penosa situación que estamos viviendo.
Sin embargo, esta sociedad (y este mundo) que tanto está sufriendo, justamente lo que más necesita es lo que la Iglesia no acierta a decirle. Porque es algo tan importante y decisivo, que no se comunica con ceremonias, palabras y discursos. Se comunica con hechos, con nuestras propias “obras”. La “obras” (“érga”) que hacía Jesús (Mt 11, 2). ¿De qué “obras” estoy hablando?
En el Evangelio queda patente que Jesús se interesó vivamente por dos grandes problemas que a todos nos preocupan. Me refiero a la “salud” y a la “economía”.
Ante todo, la salud de los seres humanos, que queda patente en la cantidad de relatos de curaciones de toda clase de enfermos. Teniendo en cuenta que, en esos relatos, lo importante no es su “historicidad”, sino su “significatividad”. En los cuatro evangelios, se recogen 67 relatos de curaciones de enfermos. ¿Tienen todos esos relatos el mismo valor histórico? No. Pero insisto: los evangelios no son libros de historia. Son una “teología narrativa”, en la que lo primero que se nos dice es que lo primero, lo que más le preocupó a Jesús, fue justamente lo primero y lo que más preocupa a los humanos: la salud. Lo que más nos interesa a todos ahora mismo, cuando nuestra salud se ve más amenazada.
Y junto a la salud, la economía. Jesús no fue un curandero. Ni pretendió, mediante sus milagros, demostrar que él era Dios. En Jesús se realizó lo que la Teología cristiana reconoce como el Misterio de la Encarnación. Que es justamente el acontecimiento de la Humanización de Dios. El evangelio de Juan lo dice con claridad meridiana: “A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo único del Padre nos lo ha dado a conocer” (Jn 1, 18). Y el mismo Jesús se lo dijo a uno de sus discípulos al despedirse de ellos: “Felipe, el que me ve a mí está viendo al Padre” (Jn 14, 9).
Pues bien, el “Dios humanizado”, que es Jesús, vio claramente que el problema de la salud no se resuelve, si no se soluciona previamente el problema de la economía. Por eso Jesús, que tanto insistió en la curación de enfermos, insistió tanto o más en el tema evangélico capital del “seguimiento”. Un tema que se ha deformado en la tradición cristiana. Porque se ha interpretado como un problema de espiritualidad. Cuando en realidad, lo central del “seguimiento” de Jesús no es la “espiritualidad”, sino la “economía”. En efecto: seguir a Jesús es abandonarlo todo. En todos los relatos de “seguimiento” que hay en los evangelios, la clave está en el despojo total: ni casa, ni familia, ni fortuna, ni seguridad alguna (Mc 1, 16-21 par; Mt 8, 18-22 par; Mc 2, 14-17 par; Mt 16, 24 ss y par; Mc 10, 17-31 par, etc.). Es evidente que quien “sigue a Jesús” no piensa en el propio beneficio, sino en la salud y felicidad de los demás.
¿Qué hay en el fondo de esta exigencia capital? Atarse a la riqueza, al dinero, a la familia y a cualquier seguridad, sea la que sea, eso es lo que nos ata y nos incapacita para poner, como lo primero y central de la vida y de la sociedad, un sistema de salud igual y seguro para todos.
Ahora bien, esto es lo que mucha gente en la Iglesia no ha comprendido. Y por eso, esta Iglesia nuestra ha pretendido fundir el Evangelio con la Religión. Y al final, ha ocurrido lo que tenía que ocurrir: la Religión da importancia, seguridad y dinero. Mientras que el Evangelio nos crea muchas dificultades. Como se las creó a Jesús. Así las cosas, es verdad que en la Iglesia hay muchos creyentes en Jesús que viven heroicamente el Evangelio. Pero también es cierto que en la Iglesia hay gente importante que ha optado por la Religión. Hasta el extremo de integrar el Evangelio en la Religión. Con lo que ha hecho imposible entender el Evangelio. Y más difícil vivirlo.
¿No ha llegado ya la hora de tomar en serio el Evangelio y vivirlo con todas sus consecuencias? Si el papa Francisco le ha dado un giro nuevo y más evangélico al papado en la Iglesia, ¿por qué el episcopado en pleno y el clero en su totalidad no sigue el mismo camino que nos traza el sucesor de Pedro? Si esto sucediera, sin duda alguna la Iglesia en pleno tendría la actualidad y la presencia que tiene el P. Jorge Mario Bergoglio.