El teólogo prologa el último libro de Nicolás Castellano en Desclée Castillo: "Con hombres como Nicolás Castellanos y Ramón Buxarrais, la Iglesia 'levantaría cabeza' en muy poco tiempo"
"Nicolás Castellanos ha publicado un libro tan ejemplar como su autor: “Renovación en el Espíritu después del coronavirus” (Edit. Desclée De Brouwer). Yo le he puesto un 'Prólogo' a ese precioso libro"
"Pero, en el mencionado Prólogo, no dije una de las cosas más importantes que tendría que haber dicho. Un silencio que se explica por una falsa modestia mía, que no lleva a ninguna parte"
"¿Qué fue lo que me callé en el mencionado Prólogo? Y sobre todo, ¿por qué me lo callé? Qué ocurrió entonces, concretamente a comienzos del verano de 1988?"
"Otro día, diré algo sobre el modelo de obispo que está hundiendo, no ya sólo la religiosidad de los fieles y la dignidad de la Iglesia, sino algo más grave: la credibilidad en Dios, que nos enseñó Jesús en el Evangelio"
"¿Qué fue lo que me callé en el mencionado Prólogo? Y sobre todo, ¿por qué me lo callé? Qué ocurrió entonces, concretamente a comienzos del verano de 1988?"
"Otro día, diré algo sobre el modelo de obispo que está hundiendo, no ya sólo la religiosidad de los fieles y la dignidad de la Iglesia, sino algo más grave: la credibilidad en Dios, que nos enseñó Jesús en el Evangelio"
Nicolás Castellanos, un agustino ejemplar, que fue obispo de Palencia, renunció al cargo y dignidad del episcopado en 1991. Y se fue a trabajar con los más pobres, en Bolivia. Recientemente ha publicado un libro tan ejemplar como su autor: “Renovación en el Espíritu después del coronavirus”(Edit. Desclée De Brouwer). Yo le he puesto un “Prólogo” a ese precioso libro. Pero, en el mencionado Prólogo, no dije una de las cosas más importantes que tendría que haber dicho. Un silencio que se explica por una falsa modestia mía, que no lleva a ninguna parte.
¿Qué fue lo que me callé en el mencionado Prólogo? Y sobre todo, ¿por qué me lo callé? Hace un par de semanas, he publicado mis “Memorias”. Y en este libro tampoco he dicho ni palabra sobre este asunto. Ahora tengo que contar lo que debí publicar, hace ya bastantes años. ¿Qué ocurrió entonces, concretamente a comienzos del verano de 1988?
En el mes de abril de aquel año, el Provincial de los jesuitas me comunicó que “en Roma” se había tomado la decisión que me prohibía seguir enseñando Teología, como profesor, en una facultad o centro docente de la Iglesia. No me dijeron los motivos de aquella decisión, no se me hizo juicio alguno, ni yo pude saber quién había sido ni el juez, ni quién o cómo se había llegado a semejante conclusión. Lo único, que quedó patente, fue la depresión en que me vi hundido y que me duró cinco años.
"El Provincial de los jesuitas me comunicó que 'en Roma' se había tomado la decisión que me prohibía seguir enseñando Teología"
Pues bien, estando así las cosas, yo tenía comprometido ir a dar unos días de “retiro espiritual” a un buen grupo de monjas, que tenían un gran colegio en Palencia. El segundo día de mi estancia en el colegio de aquellas religiosas, me vino la Superiora y me dijo que el Sr. Obispo de Palencia quería hablar conmigo. Este obispo era Mons. Nicolás Castellanos. Yo, algo asustado (”¿más todavía?”), le pregunté a la Superiora dónde y cuándo tendría yo que ir a ver al Obispo. Mi sorpresa fue cuando la monja me dijo: “No, el señor Obispo ha dicho que vendrá él a nuestro Colegio: el Sr. Obispo va a comer con Vd. aquí, en un comedor aparte”.
Y así fue. Vino Don Nicolás Castellanos, me dio un abrazo, nos sentamos a la mesa y, sin más (directamente), lo primero que me dijo es que venía a decirme que “no estaba de acuerdo con la decisión que la Conferencia Episcopal Española había tomado contra mí”. Quien lea esto, se podrá imaginar la sorpresa y la impresión que aquello fue para mí. Lo digo en serio: en Nicolás Castellanos vi a un ángel de Dios.
Además, quiero dejar patente que esta impresión se agigantó cuando, en 1991, me enteré de que Monseñor Nicolás Castellanos renunciaba al ejercicio y dignidades del episcopado. Y se iba a Bolivia, como un cura cualquiera, para compartir su vida con los más desamparados de este mundo. Algo parecido a lo que me ocurrió que, al igual que Nicolás Castellanos, Don Ramón Buxarrais, obispo de Málaga, renunció igualmente a su cargo y sus dignidades, para irse a trabajar como capellán en un “asilo” (o algo parecido) en Melilla. Y por si era poco, Buxarrais – además – me escribió una carta “pidiéndome perdón” por lo que me hubiera podido causar de sufrimiento.
"Vino Don Nicolás Castellanos, me dio un abrazo, nos sentamos a la mesa y, sin más (directamente), lo primero que me dijo es que venía a decirme que 'no estaba de acuerdo con la decisión que la Conferencia Episcopal Española había tomado contra mí'"
Sin duda alguna, con hombres como Nicolás Castellanos y Ramón Buxarrais, la Iglesia “levantaría cabeza” en muy poco tiempo. Otro día, diré algo sobre el modelo de obispo que está hundiendo, no ya sólo la religiosidad de los fieles y la dignidad de la Iglesia, sino algo más grave: la credibilidad en Dios, que nos enseñó Jesús en el Evangelio.
Así – y sólo así – podríamos hacer realidad lo que dejé escrito en el Prólogo de la Renovación en el Espíritu, el libro de Nicolás Castellanos: “Así y solo así, poniendo en el centro de nuestras preocupaciones y de nuestras vidas la salud, la felicidad y el bienestar de los demás…, podremos pensar en serio y con fundamento que estamos en condiciones de afrontar la Renovación en el Espíritu”.
Justamente lo que ha hecho – y sigue haciendo – el creyente ejemplar que es Nicolás Castellanos, creyente en Jesús y hombre de Dios.
"Con obispos así, como Castellanos y Buxarrais, a la gente le entran ganas de creer en Jesús y tomar en serio el Evangelio. Si yo pudiera parecerme a ellos… Pero me temo que ya es tarde"
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