Se cumplen este verano 25 años en que hice el Camino de Santiago con un reducido grupo de amigos. Desde Roncesvalles a Santiago, siguiendo a pie el Camino francés. Una de esas experiencias que se quedan colgadas para siempre en las perchas del alma y dejan huella en la memoria del corazón.

En no pocas veces he acudido a ella para sacar alguna emoción de entonces que necesito para este presente mustio y de bajos vuelos que nos toca vivir. En un momento de crisis política, de sospecha de corrupciones, de amenazas de insolidaridad posible entre las distintas regiones de España, cuando más necesitamos la unidad, y crece el desconcierto entre las gentes, yo acudo a la memoria del camino de Santiago y saco, como el padre del arcón, aquellas experiencias dichosas que fueron muchas, para hacer más sereno mi momento presente y convencerme de que todo debe acabar bien, como acabó aquel camino dichoso y recordado.

En estos días me ha mandado mi amigo franciscano, Paco Castro Miramontes, algunas fotos de la bendición de peregrinos en O Cebreiro (Lugo), santuario del que él se encarga pastoralmente. Con un texto: "Desde esta otra pequeña porciúncula, feliz día de la Virgen de los Ángeles".

Así es Paco, detallista y cercano como pocos. Está en el santuario de santa María la Real. Inmediatamente me han llegado los recuerdos de mi paso por allá como peregrino y de la misma bendición que también yo recibí. Aproximadamente unos cuarenta peregrinos están rodeando la mesa del altar mientras mi amigo fray Paco, desde un atril central, dialoga con los peregrinos y les ofrece su bendición. De fondo, como uno más, el magnífico Cristo románico, mientras un rayo de luz penetra por la ventana e ilumina al Cristo y a todos los presentes.

Fray Paco Castro, con su hábito franciscano, habla a los presentes mientras les sonríe como expresando la misma ternura del Cristo crucificado y les bendice con estas palabras: "Que el amor sea luz de esperanza, en tu caminar, que la paz sobreabunde en tu corazón, que la bondad sea tu huella en esta vida, que la fe te afiance frente al misterio de la vida y que, llegado el momento de alcanzar la meta, Dios, el amor, te abrace eternamente. Sé feliz y haz felices a los demás. Ultreia, Buen camino."

Hace algún tiempo me mandó un video donde hablaba y alimentaba a un pequeño pajarito, "Petiño", así le llama, que se coloca en su mano, porque sabe que de fray Paco solo se puede recibir unas migajas de pan y mucha ternura. Y yo quiero rendirle homenaje de gratitud y de admiración a Paco, mi amigo franciscano, porque de esto es, justamente, de lo que está hoy necesitada la Iglesia: de ternura, de acogida, de amabilidad, de sonrisas, como las que le sobran a fray Paco. De esto mismo estaba sobrado san Francisco de Asís.

"De esto es, justamente, de lo que está hoy necesitada la Iglesia: de ternura, de acogida, de amabilidad, de sonrisas, como las que le sobran a fray Paco"

La iglesia santuario de O Cebreiro está catalogada, me ha dicho Paco, como prerrománica, del siglo IX. En el año 1027 se establecieron allí los monjes benedictinos franceses, de la reforma cluniacense. Una capilla recuerda aún esta presencia. En el siglo XIV tuvo lugar, según mantiene la tradición, el famoso milagro de la Eucaristía. Una historia que a mí me impresionó sobremanera cuando la conocí. De aquí quedan aún unos 160 kilómetros para llegar a Santiago.

"Que el amor sea luz de esperanza, en tu caminar, que la paz sobreabunde en tu corazón, que la bondad sea tu huella en esta vida, que la fe te afiance frente al misterio de la vida y que, llegado el momento de alcanzar la meta, Dios, el amor, te abrace eternamente. Sé feliz y haz felices a los demás. Ultreia, Buen camino"

En este tiempo de camino, donde todos vamos hacia algún lugar, muchos sin saber hacia dónde y no pocos sin querer saberlo, se hace un remanso de paz, mi amigo Fray Paco Castro Miramontes, que tanto necesitamos como agua fresca en el camino y luz que ilumina nuestros pasos como la pequeña ventana de O Cebreiro que nos muestra a Cristo, muerto en la cruz pero iluminado por la esperanza de la Resurrección.

Esta experiencia del camino, que yo recomiendo a todos, fue para mí algo excepcional. De hecho el P. Miguel González, pasionista, que entonces trabajaba en Confer y no me conocía aún, me animó o más bien me empujó, a escribir mi experiencia del camino. Y así escribí el que sería mi primer libro:"Caminos y encrucijadas". Perpetuo Socorro. Madrid 1999. Un libro que leo y releo, de vez en cuando, como oxígeno y caricia espiritual cuando más falta me hace. Nada ha sido por casualidad todo ha sido en mí por providencia.