Decálogo de la Merced para un octavo centenario
La familia religiosa mercedaria está de fiesta grande. ¡No se celebran 800 años todos los días!
Pero más allá de la celebración del Centenario yo quiero ahora resaltar lo que significa una obra de merced como ésta que san Pedro Nolasco regaló a la iglesia, como inspiración del Espíritu, hace ahora 800 años.
1.- Una obra del Padre Dios. Los mercedarios siempre hemos sido conscientes de que esta obra de Merced en la que nos hemos embarcado, ha sido siempre una obra del cielo. Ya, san Pedro Nolasco, nuestro fundador, hablaba de que María era la inspiradora de la orden. Y la tradición más remota sitúa a María en el centro del coro, donde los mercedarios oramos cada día unidos a la iglesia. No en vano es la primera orden religiosa consagrada a la virgen María: “Orden de la Bienaventurada virgen María de la Merced, para la redención de los cautivos cristianos”
Hoy, esta convicción de que ha sido una obra de Dios cobra más fuerza aún cuando nos disponemos a celebrar los 800 años porque ninguna obra humana se prolonga tanto en el tiempo si no está sostenida por la fuerza del Espíritu de Dios, como decía Gamaliel a los judíos que detuvieron a los apóstoles.
2.- Una obra del hermano Cristo Redentor. La espiritualidad de la orden ha puesto sus raíces siempre en Cristo, redentor de la humanidad. Ahí se mira y ahí se llena de fuerza. San Pedro Nolasco es el nuevo redentor, que como nuevo Moisés, se empeña en liberar al pueblo de Dios de la esclavitud de Egipto o de las cautividades musulmanas en el siglo XIII.
3.- Una obra de la madre iglesia: El drama de la cautividad era tan sangrante en el siglo XIII que la iglesia sintió que el carisma redentor era un regalo providencial de Dios a su pueblo y, desde el inicio, apoyó a la orden de manera visible y eficaz. Primero encomendándole el cuidado del hospital de santa Eulalia, en la ciudad condal y, después, el papa Gregorio IX confirmándola en Perusa el día 17 de enero del año 1235. El mismo obispo de Barcelona, Berenguer de Palou, estuvo presente en la fundación oficial de la orden en la catedral de Barcelona, en lo que hoy es la capilla de santa Eulalia y ofreció a la orden, para su escudo, como signo del apoyo eclesial, la cruz blanca de la catedral que luce el escudo de la orden en su parte superior.
4.- Una obra social: La cautividad supuso para la sociedad española de entonces un desgarro religioso y familiar dramático. Hombres jóvenes, apresados en las batallas constantes, a modo de guerrillas, entre cristianos y musulmanes, y llevados, sin libertad, lejos de sus familias y de su tierra, suponía un problema social de primer orden. La corona lo sabía, y el rey Jaime I de Aragón, el conquistador, entonces un niño todavía, pero bien aconsejado, vio la necesidad de apoyar a la orden como una obra social imprescindible en su reino que ayudaría a calmar las quejas del pueblo ante la situación de sus familiares cautivos. Por eso ofreció a la orden su apoyo moral y le ofreció su escudo como pasaporte a tierras musulmanas para que pudieran en nombre del rey negociar la libertad de los cautivos. Las barras rojas y doradas de la parte inferior del escudo mercedario.
5.- Una obra de laicos. Desde siempre la orden ha sido una obra apoyada firmemente en el laicado. Fue laica en su constitución durante todo el siglo primero de su existencia y toda su labor se apoyaba en la colaboración de los laicos a la hora de recoger fondos para hacer frente a la liberación de los cautivos. Es, en este sentido, una orden que se anticipa a los tiempos.
6.- Una obra hasta el martirio. En la orden, los mercedarios profesamos un cuarto voto de “sangre” o de redención, por el que nos comprometemos solemnemente a dar la vida, si fuere necesario, por la libertad del hermano cristiano cautivo o bien a quedarnos “en rehenes”, es decir, en su lugar, para que él sea liberado. Todo esto no pertenece a la literatura de la orden sino a la más hermosa realidad histórica. Los primeros mártires de la orden lo fueron por ejercer este voto hasta las últimas consecuencias: San Serapio, san Pedro Pascual, san Ramón Nonato…
7.- Una obra de familia. Desde el primer momento de la fundación de la orden, surgen laicos entusiasmados con la obra redentora de la Merced y dispuestos a ofrecer su apoyo incondicional. Entre ellos hay una mujer clarividente y valiente: santa María de Cervellón. Ella abrió el camino a las mujeres mercedarias. La Merced se hace femenina también y se enriquece con la ternura femenina y la manera de hacer las cosas con detalles. Más tarde se unirán varias congregaciones bajo la espiritualidad mariana mercedaria y el amor a la obra redentora.
8.- Una obra eficaz. Las redenciones que los mercedarios realizaron en nombre de la iglesia fueron muy numerosas y muchas están atestiguadas de manera notarial. Se conservan algunas “cartas de redención”, donde constan los datos de los redimidos en algunas redenciones: sus nombres, su sexo, su oficio, su edad, su lugar de nacimiento, el lugar donde fueron apresados y el dinero en reales que constó su rescate. Estas cartas son hoy una auténtica joya notarial e histórica para la orden. En el siglo XIII, recién fundada la orden, las redenciones fueron muy frecuentes porque cada año en el capítulo general se organizaba una redención. Según los historiadores más avezados entre los años 1218 y 1301 se realizaron 83 redenciones que trajeron a su casas y familias a más de 11.600 cautivos. De 1302 a 1489 fueron 133 las redenciones realizadas con un total de 18 623 cautivos y desde 1499 a 1573 en que hubo 41 redenciones fueron 7.000 los cautivos redimidos. El siglo XVII fue un siglo de gran eficacia redentora, en 72 redenciones se liberaron a más de 15.500 cautivos.
9.- Una obra misionera. La Merced se hizo enseguida misionera. Ya en el segundo viaje de Colón iba un mercedario. Por eso la merced está muy extendida por todo el continente americano de habla hispana. Los mercedarios acudieron enseguida a la llamada misionera de la iglesia para evangelizar el continente descubierto y poner freno a los posibles abusos del poder dominante. Hay grandes mercedarios acompañando a los grades conquistadores. A Hernán Cortés, por ejemplo, le acompaña muy de cerca el misionero mercedario Bartolomé de Olmedo. Por eso, la presencia mercedaria en el nuevo mundo está hoy extendida por Perú, Chile, Ecuador, México, Brasil, Venezuela, Guatemala, Panamá, El Salvador, Puerto Rico, República Dominicana, Bolivia, Colombia, Honduras, Costa Rica, Cuba, Estados Unidos… y, además, comprometida con obras sociales redentoras de gran calado evangélico: prisiones, niños de la calle, drogadictos, mujeres maltratadas, jóvenes marginados, educación en clave liberadora..
10.- Una obra de futuro. Sí, lo mejor de La Merced no es su pasado, que es muy glorioso, sino su futuro que es muy prometedor. Cuando en Europa sentimos el peso de la crisis vocacional generalizada y las canas dominantes, la orden celebra el florecimiento vocacional que se vive en África, en Asia y de manera desigual en América. La geografía vocacional está cambiando pero no el mordiente del carisma mercedario que siempre será actual porque el mundo vive sometido a nuevas cautividades, como ha señalado el CVII, más sutiles, incluso, que las cautividades tradicionales.
Los mercedarios queremos que este año jubilar sea un tiempo de impulso renovador, de mirada comprometida hacia adelante y escapar de la tentación de la vanagloria de antaño que nos deja la mirada atrapada en el pasado y la nostalgia nos convierte en estatuas de sal. Hombres y mujeres de la Merced para los nuevos cautivos donde la dignidad del ser humano está encarcelada, pero nunca preocupados de las formas y apariencias puntillosas. La orden llegó a vender sus cálices de oro para redimir cautivos, sabedora de que el oro más valioso que puede poseer es la libertad de los hijos de Dios. Un año jubilar para dar un salto cualitativo, si es posible.
Pero más allá de la celebración del Centenario yo quiero ahora resaltar lo que significa una obra de merced como ésta que san Pedro Nolasco regaló a la iglesia, como inspiración del Espíritu, hace ahora 800 años.
1.- Una obra del Padre Dios. Los mercedarios siempre hemos sido conscientes de que esta obra de Merced en la que nos hemos embarcado, ha sido siempre una obra del cielo. Ya, san Pedro Nolasco, nuestro fundador, hablaba de que María era la inspiradora de la orden. Y la tradición más remota sitúa a María en el centro del coro, donde los mercedarios oramos cada día unidos a la iglesia. No en vano es la primera orden religiosa consagrada a la virgen María: “Orden de la Bienaventurada virgen María de la Merced, para la redención de los cautivos cristianos”
Hoy, esta convicción de que ha sido una obra de Dios cobra más fuerza aún cuando nos disponemos a celebrar los 800 años porque ninguna obra humana se prolonga tanto en el tiempo si no está sostenida por la fuerza del Espíritu de Dios, como decía Gamaliel a los judíos que detuvieron a los apóstoles.
2.- Una obra del hermano Cristo Redentor. La espiritualidad de la orden ha puesto sus raíces siempre en Cristo, redentor de la humanidad. Ahí se mira y ahí se llena de fuerza. San Pedro Nolasco es el nuevo redentor, que como nuevo Moisés, se empeña en liberar al pueblo de Dios de la esclavitud de Egipto o de las cautividades musulmanas en el siglo XIII.
3.- Una obra de la madre iglesia: El drama de la cautividad era tan sangrante en el siglo XIII que la iglesia sintió que el carisma redentor era un regalo providencial de Dios a su pueblo y, desde el inicio, apoyó a la orden de manera visible y eficaz. Primero encomendándole el cuidado del hospital de santa Eulalia, en la ciudad condal y, después, el papa Gregorio IX confirmándola en Perusa el día 17 de enero del año 1235. El mismo obispo de Barcelona, Berenguer de Palou, estuvo presente en la fundación oficial de la orden en la catedral de Barcelona, en lo que hoy es la capilla de santa Eulalia y ofreció a la orden, para su escudo, como signo del apoyo eclesial, la cruz blanca de la catedral que luce el escudo de la orden en su parte superior.
4.- Una obra social: La cautividad supuso para la sociedad española de entonces un desgarro religioso y familiar dramático. Hombres jóvenes, apresados en las batallas constantes, a modo de guerrillas, entre cristianos y musulmanes, y llevados, sin libertad, lejos de sus familias y de su tierra, suponía un problema social de primer orden. La corona lo sabía, y el rey Jaime I de Aragón, el conquistador, entonces un niño todavía, pero bien aconsejado, vio la necesidad de apoyar a la orden como una obra social imprescindible en su reino que ayudaría a calmar las quejas del pueblo ante la situación de sus familiares cautivos. Por eso ofreció a la orden su apoyo moral y le ofreció su escudo como pasaporte a tierras musulmanas para que pudieran en nombre del rey negociar la libertad de los cautivos. Las barras rojas y doradas de la parte inferior del escudo mercedario.
5.- Una obra de laicos. Desde siempre la orden ha sido una obra apoyada firmemente en el laicado. Fue laica en su constitución durante todo el siglo primero de su existencia y toda su labor se apoyaba en la colaboración de los laicos a la hora de recoger fondos para hacer frente a la liberación de los cautivos. Es, en este sentido, una orden que se anticipa a los tiempos.
6.- Una obra hasta el martirio. En la orden, los mercedarios profesamos un cuarto voto de “sangre” o de redención, por el que nos comprometemos solemnemente a dar la vida, si fuere necesario, por la libertad del hermano cristiano cautivo o bien a quedarnos “en rehenes”, es decir, en su lugar, para que él sea liberado. Todo esto no pertenece a la literatura de la orden sino a la más hermosa realidad histórica. Los primeros mártires de la orden lo fueron por ejercer este voto hasta las últimas consecuencias: San Serapio, san Pedro Pascual, san Ramón Nonato…
7.- Una obra de familia. Desde el primer momento de la fundación de la orden, surgen laicos entusiasmados con la obra redentora de la Merced y dispuestos a ofrecer su apoyo incondicional. Entre ellos hay una mujer clarividente y valiente: santa María de Cervellón. Ella abrió el camino a las mujeres mercedarias. La Merced se hace femenina también y se enriquece con la ternura femenina y la manera de hacer las cosas con detalles. Más tarde se unirán varias congregaciones bajo la espiritualidad mariana mercedaria y el amor a la obra redentora.
8.- Una obra eficaz. Las redenciones que los mercedarios realizaron en nombre de la iglesia fueron muy numerosas y muchas están atestiguadas de manera notarial. Se conservan algunas “cartas de redención”, donde constan los datos de los redimidos en algunas redenciones: sus nombres, su sexo, su oficio, su edad, su lugar de nacimiento, el lugar donde fueron apresados y el dinero en reales que constó su rescate. Estas cartas son hoy una auténtica joya notarial e histórica para la orden. En el siglo XIII, recién fundada la orden, las redenciones fueron muy frecuentes porque cada año en el capítulo general se organizaba una redención. Según los historiadores más avezados entre los años 1218 y 1301 se realizaron 83 redenciones que trajeron a su casas y familias a más de 11.600 cautivos. De 1302 a 1489 fueron 133 las redenciones realizadas con un total de 18 623 cautivos y desde 1499 a 1573 en que hubo 41 redenciones fueron 7.000 los cautivos redimidos. El siglo XVII fue un siglo de gran eficacia redentora, en 72 redenciones se liberaron a más de 15.500 cautivos.
9.- Una obra misionera. La Merced se hizo enseguida misionera. Ya en el segundo viaje de Colón iba un mercedario. Por eso la merced está muy extendida por todo el continente americano de habla hispana. Los mercedarios acudieron enseguida a la llamada misionera de la iglesia para evangelizar el continente descubierto y poner freno a los posibles abusos del poder dominante. Hay grandes mercedarios acompañando a los grades conquistadores. A Hernán Cortés, por ejemplo, le acompaña muy de cerca el misionero mercedario Bartolomé de Olmedo. Por eso, la presencia mercedaria en el nuevo mundo está hoy extendida por Perú, Chile, Ecuador, México, Brasil, Venezuela, Guatemala, Panamá, El Salvador, Puerto Rico, República Dominicana, Bolivia, Colombia, Honduras, Costa Rica, Cuba, Estados Unidos… y, además, comprometida con obras sociales redentoras de gran calado evangélico: prisiones, niños de la calle, drogadictos, mujeres maltratadas, jóvenes marginados, educación en clave liberadora..
10.- Una obra de futuro. Sí, lo mejor de La Merced no es su pasado, que es muy glorioso, sino su futuro que es muy prometedor. Cuando en Europa sentimos el peso de la crisis vocacional generalizada y las canas dominantes, la orden celebra el florecimiento vocacional que se vive en África, en Asia y de manera desigual en América. La geografía vocacional está cambiando pero no el mordiente del carisma mercedario que siempre será actual porque el mundo vive sometido a nuevas cautividades, como ha señalado el CVII, más sutiles, incluso, que las cautividades tradicionales.
Los mercedarios queremos que este año jubilar sea un tiempo de impulso renovador, de mirada comprometida hacia adelante y escapar de la tentación de la vanagloria de antaño que nos deja la mirada atrapada en el pasado y la nostalgia nos convierte en estatuas de sal. Hombres y mujeres de la Merced para los nuevos cautivos donde la dignidad del ser humano está encarcelada, pero nunca preocupados de las formas y apariencias puntillosas. La orden llegó a vender sus cálices de oro para redimir cautivos, sabedora de que el oro más valioso que puede poseer es la libertad de los hijos de Dios. Un año jubilar para dar un salto cualitativo, si es posible.