Homenaje a Santiago Panizo Oralle, mi maestro y amigo.
"La iglesia debe cambiar sin moverse" (Santiago Panizo)
| Alejandro Fernández Barrajón
En estos días, he compartido, en Madrid, una comida con un sacerdote amigo y, como es normal, hablamos de fe y de temas eclesiales, ¿De qué vamos a hablar dos curas mientras comemos? De pastoral, de dificultades comunes, de proyectos, de algunos obispos y del futuro que prevemos ; de cómo se está secularizando nuestra sociedad hasta extremos insospechados, cómo ha reconocido el papa hace muy poco; de la falta de líderes positivos y abiertos que tenemos en nuestra iglesia, algunos de ellos arrimados a las causas más retrógradas y representantes de aquello que Jesús jamás diría, alimentados por un espíritu trepador que da miedo. Comentábamos cómo no es extraño – y ya muchos sociólogos lo dicen- que, en muy poco tiempo, los católicos españoles se reducirán a un porcentaje mínimo, que puede rozar solo el 4 o 5 por ciento de la sociedad. Y esto, a decir verdad, no nos preocupaba demasiado, si era motivo para poder comenzar de nuevo con una iglesia de pequeñas comunidades más abierta, más tolerante, centrada en el Evangelio y en los pobres. Hablamos de aquello que nos preocupa a los dos.
Hablando de las posibles causas que nos han conducido a todo esto, me vino a la memoria la frase de mi amigo Santiago Panizo, que acaba de fallecer: “La iglesia debe cambiar sin moverse”. Para muchos de nuestros prelados, y algunos muy cardenales, está claro que la iglesia no debe moverse. Por eso estamos asistiendo a un espectáculo demoledor entre Viganó, Müller, Sarah y algunos otros, cuestionando incluso el magisterio del papa. En España no faltan tampoco los pastores que se alinean en este sentido, y que todos conocemos muy bien porque les gustan los primeros puestos en los periódicos y alargan las filacterias y las capas de terciopelo, aquellos que se postulan para ser avanzadilla contra la línea del papa en las próximas elecciones en la Conferencia Episcopal, cuando llegue el momento. Y los hay desde el norte más verde hasta el sur más cálido pasando por el centro y las islas con sus negocios inmobiliarios.
Algunos ven claro que la iglesia no debe moversepero no ven tan claro que la iglesia debe cambiar como decía mi buen amigo Santiago Panizo, un sacerdote y un sabio donde los haya, que nos ha dejado recientemente y su pérdida va a suponer un gran vacío. He tenido la suerte de estar muy cerca de él en algunas ocasiones. Por ejemplo se ofreció a presentar mi libro “Nacer de Nuevo” de PPC, en Palma de Mallorca y viajamos juntos hasta allá. ¡Cuánto Aprendí de él mientras volábamos a las islas¡
Un hombre libre y valiente que se animó a presentar mi libro en Palma, en un momento en que yo tenía un encontronazo con el obispo Taltatavull, a causa de la propiedad del convento de las Jerónimas, que aún está pendiente de una decisión judicial.
Santiago ha sido un sacerdote y jurista intachable, libre y sabio. No solo porque fue presidente del Tribunal de la Rota en España durante mucho tiempo, sino porque había hecho de su fe una fuente de amor a la verdad y a la justicia. Yo lo he comprobado en muchos de nuestros diálogos, sentados en la playa, en el chalet que compartimos, y que nos ofreció generosamente otra abogada de gran prestigio en Mallorca, Pilar Roselló, amiga común de ambos.
Efectivamente, la iglesia debe cambiar sin moverse. Hay un depósito de la fe que es la identidad más genuina de la iglesia y al que no debe renunciar nunca. Y hay también una realidad cambiante que no puede convertirse en “cerrada”, porque si no corre el riesgo de hacer de la iglesia una institución sorda a los signos de los tiempos y cavernícola como algunos desean que sea, incluso entre nuestras propias filas.
A Santiago le gustaba invitarme a comer, con cierta frecuencia, en un bar leonés que hay cerca de su casa enfrente de los jardines del Palacio Real de Madrid, muy cerca de la estación del Norte, Príncipe Pío, para hablar de todo lo humano y lo divino. Y llegó a convertirse para mí en un auténtico padre espiritual, por su edad, y en un amigo, por su confianza y cercanía. Nos unió mucho el viaje que hicimos juntos a Mallorca y donde, por cierto, perdimos el avión de vuelta a la península, lo que ayudó a que tuviéramos más tiempo aún para compartir experiencias.
Sirva este post como homenaje muy sentido a mi amigo Santiago Panizo Oralle, al que, por cierto, yo presenté cuando él comenzó su blog aquí en Religión Digital, por invitación de su director José Manuel Vidal. Descanse en paz y disfrute de la justicia divina que siempre hizo suya y a la que quiso imitar en toda ocasión. Me gustó mucho que el cardenal de Madrid, Carlos Osoro, se hiciera presente en su despedida y presidiera la Eucaristía en el tanatorio de Coslada, donde también Pilar y yo, sus amigos comunes, estuvimos presentes y le cantamos la salve con los ojos brillantes. Por cierto, Pilar estuvo magistral, como buena soprano que es, y llegó a emocionarnos.
Ojalá no falte quien siga su línea de trabajo en favor de la iglesia, que bien podía resumirse en las palabras de san Agustín que Santiago me recordó muchas veces: “En lo fundamental, unidad, en la diversidad, libertad y en todo caridad”. Siguiendo tu ejemplo, maestro.