Pastores según el corazón de Dios

He conocido a muchos obispos, en mis distintas responsabilidades y trabajos a lo largo de mi vida. Y he de decir, como no podía ser de otra manera, que he encontrado pastores de todo tipo y condición, desde los que están adornados por la santidad más genuina y auténtica hasta los que huelen a azufre que apestan.
A los pastores según el corazón de Dios se les ve venir desde lejos porque apenas traen dobles intenciones ni deseos de trepar sino de vivir su vida desde la fe y el servicio en su entrega diaria y sencilla. Son sencillamente testigos. Saben que ser obispos es ser servidores y no señoritos, cercanos y no escondidos en sus palacios y oropeles.
Hay obispos trepas. Bastantes. He trabajado de cerca con algunos. De esos contra los que el papa está alertando porque están infiltrados en todas las instancias de la iglesia. Se les nota a la primera. Están haciendo un esfuerzo por adaptarse a lo que el papa Francisco está pidiendo pero se nota que les cuesta mucho porque su inclinación ideológica y pastoral va por otras sendas.
Hay obispos funcionarios. Apenas salen de sus despachos: les gusta rodearse de papeles y exhortaciones para que las cumplan los demás pero nunca se les ve cerca del pueblo. Eso es tanto como rebajarse. ¿Qué va a hacer un obispo paseando por la calle sin que se le note que lo es porque no lleva distinciones especiales que van diciendo aquí estoy yo? La mayoría de ellos van agarrados a su pectoral como si fuera su tabla de salvación.
Hay obispos políticos. Estos para mí son de los peores porque les gusta estar en los primeros puestos en las sinagogas y en las portadas de los periódicos. Buscan que la gente los felicite por la calle por su valentía para condenar siempre a los mismos y siempre lo mismo. Ya sabemos cómo piensan y, en cualquier ocasión propicia, saltan todos a una para condenar y señalar, para excluir y apartar.
Hay obispos poco preparados, aunque hayan aprobado los estudios eclesiásticos en su momento. Los ves ofreciendo pobres respuestas a grandes problemas y generando más problemas de los que había antes de afrontarlos. Para mí son los menos culpables porque solo hacen lo que saben hacer con buena voluntad. No dan para más y basta. Pero los hay.
Hay obispos especuladores y amigos de lo ajeno. Les gusta el lujo y habitan en selectos palacios. Están detrás de apropiarse de los conventos de monjas, incluso antes de que se queden vacíos, contra todo derecho, para especular y poseer de forma desmedida. Les gusta recoger sobres extra cuando van a hacer algún servicio pastoral que ya les entra en el sueldo. Yo he denunciado a algunos en este blog por situaciones concretas y han llegado a decir de mí que he “perdido la cabeza” por mi pasada enfermedad y por tanto no tengo ninguna credibilidad. Toman posesión diciendo que van a ser dialogantes con todos pero solo dialogan con su propio espejo. Son muy astutos y huelen a azufre y, al final, no se saldrán con la suya porque a Dios nadie le engaña, como ellos mismos predican aunque no se lo creen. Ganan batallas pero pierden la guerra.
Y hay obispos santos, hombres de Dios y de la iglesia, sencillos y amigos de los pobres, que yo he visto con mis propios ojos y de los que he sentido su cercanía y su humanidad a medio metro de mí. No abundan pero su acción es tan eficaz que llega a los corazones de los fieles y acercan a Dios. Diría que son pastores según el corazón de Dios. Nada más hermoso puede decirse de ellos. Bienaventurados ellos porque se llamarán Hijos de Dios.
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