Propuestas para una iglesia más viva.

1) Conocer la realidad que nos rodea.

Sólo conociendo la realidad que nos rodea podemos hacer un diagnóstico serio y fundado del momento en que vivimos y así buscar las propuestas interesantes y útiles para el momento que nos ha tocado vivir. Hay algo claro: ¡Nos queda la esperanza!
Cuando Epimeteo, hermano de Prometeo, abrió la caja de Pandora, movido por la curiosidad, se extendieron por el mundo todos los males: las enfermedades, la pobreza, la injusticia, la locura… pero no se escapó la esperanza, como signo de que siempre estará presente en la vida de los hombres, por muy mal que se encuentren. Hay esperanza y, si la hay, tenemos motivos más que sobrados para mirar el futuro con optimismo.
Habrá que ir dejando a un lado la idea de esos templos a rebosar, de grandes manifestaciones callejeras y deslumbrantes e ir optando por una iglesia más de pequeñas comunidades, sin ostentación, ni apariencia de poder. Una nueva etapa ha de abrirse paso y, para eso, hay que lanzar mucho lastre que impide que este globo nuestro se eleve lo suficiente. Pero para eso hay que saber primero qué es lastre y qué es avituallamiento. ¿Cómo saberlo? Abriendo nuevos espacios de reflexión eclesial y comunitaria donde todos tengan algo que decir: niños, jóvenes, adultos, mayores… hay que poner en marcha la maquinaria de la reflexión y la creatividad.
Sí, porque las señales de decadencia son más que evidentes. La falta de credibilidad de los sacerdotes y obispos aumenta día a día, las vocaciones ya han tocado mínimos preocupantes, hay un creciente rechazo a lo eclesiástico, acentuado por las últimas tendencias conservadoras que se han puesto de moda entre los más jóvenes. La realidad social es más amplia que los pequeños criterios en los que queremos encerrar nuestros esquemas morales y religiosos. Nos empeñamos en no ver que hay una realidad nueva que nos rodea ante la que tenemos que dar respuestas convincentes. No por mirar a otro lado, la realidad deja de ser ella misma. Nuestra fe es esencialmente eclesial y comunitaria y sufrimos un tremendo ataque de individualismo feroz
Junto a esto asistimos a un feroz clericalismo contra el que el papa Francisco está arremetiendo porque ha traído muchos males y deserciones en la iglesia. Más que escasez de clero sufrimos de “clericalistis” porque aunque somos pocos, los que somos no lo somos para el pueblo de Dios sino para nosotros mismos y nuestras ideologías e intereses.
Un clero desfasado y sin la adecuada formación permanente, alejado de la vida cotidiana y de los problemas reales de la gente, con opiniones negativas sobre la actualidad que vivimos, muy politizado y, en algunas ocasiones, esto es lo más angustioso, tocado por el ansia de poder, el dinero y los escándalos.
No estamos precisamente, salvo excepciones, en el frente más directo contra las injusticias sociales que degradan la dignidad humana hasta límites intolerables, la trata, explotación de los niños, mercado laboral injusto, paro, explotación, marginación de la mujer, aceptación de los diferentes, atentados contra la naturaleza…
El Papa ha levantado un grito contra esta explotación intolerable de la naturaleza que estamos degradando hasta límites preocupantes, en la encíclica “Laudato Sii”. “No solo estamos en la tierra, somos la tierra”, ha dicho el papa. Destruirla es destruirnos a nosotros mismos.
Da la impresión de que las corrientes más espirituales que están surgiendo lo hacen al margen de las instituciones y de las iglesias, lo cual no redundará en nada bueno, porque una creencia al margen de la comunidad se convierte enseguida en ideología personal e interés económico. Así han surgido muchas de las sectas actuales que tanto daño hacen a mucha gente con su consentimiento.
Volver arriba