Propuestas para una iglesia más viva.
2) Incentivar en nuestras parroquias la participación de la gente. Compartir y comentar la homilía (Si seguimos pensando que la homilía es una propiedad exclusiva del sacerdote, aunque esto sea lo oficial) no hemos avanzado nada. Sigamos así pero luego no nos quejemos. Una de las quejas más frecuentes de los fieles tiene que ver con las homilías cansinas, desfasadas y aburridas que cada domingo tienen que soportar, en lugar de disfrutar y también los jóvenes se quejan de la falta de participación.
En un reciente estudio llevado a cabo en EEUU se concluía que los que abandonan la iglesia católica lo hacen para siempre y que lo hacen con la intención de no volver más. Por ello hace falta crear espacios donde los jóvenes puedan expresar sus dudas, miedos y preguntas sobre la fe sin miedo a ser juzgados.
Una comunidad que participa en la dinámica parroquial siempre se compromete y se forma más que aquellos fieles que sólo asisten a la misa dominical o a cumplir con bodas, bautizos y entierros.
Si analizamos los espacios de participación de la gente en los ámbitos de las parroquias, más allá de lo que es propio de ellos, vamos a descubrir que son muy pocos.
Persiste una mentalidad muy clerical que nos lleva a sentir que hay espacios reservados al sacerdote que no tendrían por qué estarlo, puesto que lo puede hacer también cualquier laico y, en ocasiones, con más aceptación por parte de los fieles. Me refiero por ejemplo a la homilía. En parroquias donde no hay sacerdotes y alguna religiosa se encarga de la dirigir la Liturgia de la Palabra y de dar la comunión, ya he oído comentarios como éste: “Me gusta más la homilía de la monja que la del cura”. ¿Y por qué no puede ser así? Pues vanos a favorecer todo lo que sea que la Palabra llegue mejor a la gente, venga de donde venga, que es al final, lo que importa.
En un reciente estudio llevado a cabo en EEUU se concluía que los que abandonan la iglesia católica lo hacen para siempre y que lo hacen con la intención de no volver más. Por ello hace falta crear espacios donde los jóvenes puedan expresar sus dudas, miedos y preguntas sobre la fe sin miedo a ser juzgados.
Una comunidad que participa en la dinámica parroquial siempre se compromete y se forma más que aquellos fieles que sólo asisten a la misa dominical o a cumplir con bodas, bautizos y entierros.
Si analizamos los espacios de participación de la gente en los ámbitos de las parroquias, más allá de lo que es propio de ellos, vamos a descubrir que son muy pocos.
Persiste una mentalidad muy clerical que nos lleva a sentir que hay espacios reservados al sacerdote que no tendrían por qué estarlo, puesto que lo puede hacer también cualquier laico y, en ocasiones, con más aceptación por parte de los fieles. Me refiero por ejemplo a la homilía. En parroquias donde no hay sacerdotes y alguna religiosa se encarga de la dirigir la Liturgia de la Palabra y de dar la comunión, ya he oído comentarios como éste: “Me gusta más la homilía de la monja que la del cura”. ¿Y por qué no puede ser así? Pues vanos a favorecer todo lo que sea que la Palabra llegue mejor a la gente, venga de donde venga, que es al final, lo que importa.