La Vida consagra en penumbra.
-Una reflexión más para estos tiempo de crisis-
| Alejandro Fernández Barrajon
“La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de surgir”(Bertolt Brecht)
Creo que nunca había encontrado una frase tan expresiva para explicar lo que está aconteciendo hoy en la Vida consagrada.
Que estamos en tiempo de crisis es indudable. Creo que todos los que hemos reflexionado y escrito algo sobre la vida consagrada, en los últimos años, hemos constatado y afirmado esto. Pero no solo la vida consagrada está en crisis, también la política, la iglesia, el pensamiento, la sociedad, la economía, los valores…. Si al siglo XIX se le llamó el “siglo de las luces”, a nuestro tiempo bien se le podía llamar el “tiempo de la crisis.” Apenas conseguimos remontar de una y ya estamos en otra. La crisis no debería preocuparnos a los hombres de fe y mucho menos a la vida consagrada que ha sido experta en debilidades, sufrimientos y persecuciones, desde fuera y desde dentro. Pero sí debería preocuparnos, sobremanera, cómo afrontamos la crisis. Ninguna se ha resuelto nunca cruzándose de brazos. Y así, cruzados de brazos veo yo a muchos religiosos y gobiernos hoy. Como mucho, rezando algún día a la semana para que todo pasee pronto y haya abundantes vocaciones pero sin estrategias, sin horizontes, sin reflexiones de calado, a pesar de tantas y tantas reuniones programadas. Y las vocaciones no van a llegar mientras no haya cambios estructurales y de mentalidad de profundo alcance. Del mismo modo que no van a volver a la iglesia de los bancos vacíos los jóvenes y adultos que se han ido para no volver, cada día más, una verdadera sangría, defraudados por una iglesia de formas, inmovilista e incapaz de afrontar los cambios que ya exige la modernidad. El papa quiere ir por aquí y ya se levantan voces opositoras que se rasgan las vestiduras porque las tienen muy largas y aterciopeladas como los viejos fariseos. Una iglesia que quiere barrer la casa de sus suciedades pero esconde las pelusas debajo de la cama para que no se vean.
La vida consagrada, que era mi tema, está viviendo esta crisis de la que habla Bertolt Brecht.
Hay una cepa vieja de la viña que no acaba de morir porque se resiste y hay muchos brotes nuevos como sarmientos que no acaban de crecer. Y estas dos realidades hacen que la vida consagrada siga instalada en lo de siempre y preocupada, desilusionada y, lo que es peor, desertora. Los abandonos en los últimos años y, sobre todo, de jóvenes son numerosísimos. Y muchos más que va a haber en los próximos, aunque algunos hayan dicho que la vida consagrada atraviesa uno de los mejores momentos de su historia.(¡¡)
Hay una generación de mayores, la mayoría ahora, que no quieren morir, no digo físicamente, que hacen muy bien, sino aprender a menguar para que otros crezcan. Como Juan, el Bautista, hizo con Jesús, en un momento en que tenía más seguidores que el propio Jesús. ¡Toda una lección inaprendida! Esas llamadas “vacas sagradas”ocupan todos los puestos de decisión, se eligen a sí mismos para mantenerse en los cargos de poder, sí, digo de poder, y éstos, a su vez, los ponen en los cargos más relevantes de la Provincia para asegurarse el apoyo incondicional. Y todo sigue igual. Esas vacas sagradas no son, precisamente, los mejores modelos de santidad, porque estar mucho tiempo mandando -y llevan mucho- conduce como a los políticos al estancamiento y a la corrupción. Y aunque vean que las cosas van mal y que la gente se decepciona y todo va a peor, no mueven ni un dedo para cambiarlos de lugar o buscar soluciones con la disculpa de que somos pocos y no hay gente disponible para esa misión. Los mantienen ahí por amiguismos o por favores que hay que devolver como en la política. Hay una dejadez impresionante en muchos superiores mayores a la hora de ejercer la autoridad que le corresponde y que es necesaria para mantener el proyecto común.
La mayor decepción es la formación de los jóvenes, futuros consagrados, que está muchas veces depositada en institutos y formadores de la vieja guardia que ven las reformas del papa como una amenaza más que como una conquista. ¿Qué se puede esperar de ahí? Hay institutos de formación en España en este momento cuestionando las reformas del papa, aunque tengan nombre de santo, que son los que más alumnado tienen. ¡Para cuestionarnos! Y las universidades que han sido vanguardia de formación en la iglesia española, como la Pontifica de Salamanca, apenas con un puñado de alumnos en Teología. A mí esto me interpela. A muchos superiores mayores se ve que no.
Por otra parte están los nuevos brotes de la vid del viejo tronco que no acaban de despuntar por dos motivos, a mi parecer.
- 1) No les dejan las vacas sagradas para no perder su estatus. He sabido, recientemente, por ejemplo, de un proyecto de nueva congregación que quería apostar por una opción valiente de acercarse más a la gente de la calle actualizando su carisma propio, después de no tener nuevas vocaciones desde hace veinte años. Y los propios superiores de la congregación han puesto el grito en el cielo y han acudido a Roma para que frenara este despropósito. Cuando estos nuevos consagrados que querían optar por una renovación han acudido a Roma para presentar su esquema de nueva vida, convencidos de que iban a ser apoyados por los escritos emanados de la Congregación que hablan de la necesidad de “Nuevos Brotes”, han recibido la sacra negativa a la nueva propuesta y los han obligado a someterse a la obediencia a sus superiores – más de lo mismo- que los han destinados bien dispersos unos de otros, para que no hagan camarillas revolucionarias que puedan contagiar a otros. Es mejor seguir como hasta ahora aunque haga ya veinte años que no haya entrado nadie a la congregación. Si hasta ahora no ha habido resultados vocacionales, me temo que, siguiendo igual, no van a cambiar mucho las cosas, pero “doctores tiene la iglesia”. Pasarán otros veinte años sin ninguna vocación y luego se lamentarán de que la crisis haya sido tan cruel con ellos. Así estamos.
- 2) Entre los jóvenes, nueva sabia de la vida consagrada, hay ya muchos cortados con el patrón de los antiguos, que apenas se distinguen de la vieja cepa. Acomodados, preocupados de buen vivir, que no saben lo que es la profecía en la vida consagrada y, lo que es peor, no les interesa demasiado. Muy preocupados de las formas pero muy poco de la dimensión social y carismática que la vida consagra siempre ha llevado consigo y la ha hecho merecedora de pertenecer a la misión y a la santidad de la iglesia. Me recuerdan a esos sacerdotes que llevan el clerigman a diario convencidos de que eso es ya vivir su misión en la iglesia. Testigos de su sacerdocio y lo demás no importa Muy devotos del Corazón de Jesús pero muy poco del cuerpo de los pobres.
Y lo digo muy consciente de que yo no soy modelo de nada y para nadie. Pero de lo que siente y piensa el corazón, habla la boca. Pero sería de necios callar lo que siento.