No podemos conformarnos con unas migajas El circo de la bendición de parejas gais
Bienvenido sea todo progreso, aunque sea pequeño, en el ámbito de nuestra iglesia que nos permite acercarnos a la vida que pasa por nuestra puerta. Pero nunca el conformismo
No acabamos de acompañar en su justa medida las realidades, penas, alegrías y sufrimientos de nuestra gente, como nos pidió el Concilio Vaticano II, y nos cuesta ponernos en sus zapatos
El niño que nace nos trae un mundo más fraterno, tolerante y cercano a Jesús y a su Reino. Y esto no habrá quien pueda pararlo, ni con leyes ni con doctrinas ni con religiones porque Dios está por encima de todo eso. Afortunadamente
El niño que nace nos trae un mundo más fraterno, tolerante y cercano a Jesús y a su Reino. Y esto no habrá quien pueda pararlo, ni con leyes ni con doctrinas ni con religiones porque Dios está por encima de todo eso. Afortunadamente
Hace ya unos meses, el día 5 de junio de 2023, antes de que el Papa aprobara la bendición de las parejas gais, (Que no gays) en este mismo blog, yo contaba cómo había asistido a la celebración de un matrimonio gai de unos grandes amigos y, al terminar, bendije, como amigo y sacerdote, esta pareja de amigos muy querida y lo volvería a hacer.
Lo contaba así en este blog:
"Y al acabar el rito civil, me acerqué para bendecir a mis amigos y hacer presente a Dios en un acto donde seguro que ya lo estaba desde el comienzo porque el amor fue el protagonista y dice san Juan que “Dios es amor”. Ellos me lo agradecieron mucho, se les veía muy felices y confirmaron mi bendición con un beso entre ellos. La madre de Mateo, mujer creyente, no podía disimular su alegría y mucho más cuando le regalé una pequeña cruz que yo había comprado con esa intención"
Ahora que el papa ha aprobado esta bendición, unos se apresuran a destacar la importancia de este avance y otros insisten en lo contrario para evitar que se convierta en algo común y natural. Nunca llueve a gusto de todos y cada uno arrima el ascua a su sardina según le conviene, encendiendo, en algunos casos, el fuego ideológico más que el evangélico.
En verdad la crisis que la iglesia está padeciendo en estos tiempos se la ha ganado a pulso. No acabamos de acompañar en su justa medida las realidades, penas, alegrías y sufrimientos de nuestra gente, como nos pidió el Concilio Vaticano II, y nos cuesta ponernos en sus zapatos.
La empatía no es nuestro fuerte y si algo era Jesús era empático a tope. Bienvenido sea todo progreso, aunque sea pequeño, en el ámbito de nuestra iglesia que nos permite acercarnos a la vida que pasa por nuestra puerta. Pero nunca el conformismo. Este pasito es solo eso, un pasito, unas migajas que no restauran todavía la profunda herida que el mundo gai, presente en la iglesia, igual que en la sociedad o incluso algo más, que tanto sufrimiento, marginación, -y hasta odio- ha sufrido. La iglesia en este ámbito necesita progresar adecuadamente.
El padre misericordioso de la parábola no dejó hablar a su hijo alejado sino que le abrazó, le puso las sandalias y le invitó a la fiesta que deseaba preparar para él. Yo quiero, como ese padre, bendecir a todos los que se acercan a mí sin preguntarles nada, sin investigar nada, ni mucho menos exigirles algo. Al fin y al cabo, bendecir significa "bien decir". ¿Alguien me lo piensa prohibir?
Las reacciones son de lo más variopintas e interesantes. Fernando Prado, quien fuera director de Vida Religiosa y ahora obispo, ha dicho: "No podemos mirar hacia otro lado. No podemos mandarlos al infierno". Y el P. Damián, misionero redentorista, se he expresado con gran belleza y acierto: "Las parejas en situaciones irregulares han vivido durante mucho tiempo en un pesebre frío y escandaloso... no por Dios, que siempre será amor, sino por sus ministros, que durante demasiado tiempo nos hemos sentido poseedores de su bendición y la hemos administrado como si fuésemos dueños, ocupando el lugar de Dios". Jesús Donaire ha dicho: "¿Nos merecemos sólo las 'migajas' bendicionales de la iglesia católica?" Las reacciones a esta manera de pensar son caóticas y desorbitadas, señal clara de cómo nos falta mucho todavía para lograr ese estado de serenidad y gozo que brota del Espíritu de Dios. Pero el mismo espíritu, a pesar de nuestras actitudes intolerantes, se irá encargando de abrir mentalidades y despojar etiquetas en esta Navidad y siempre. Ese Niño os traerá el presente de una iglesia con claros horizontes para que se imponga la cordura y la tolerancia. Es cuestión de tiempo.
En mi último libro, publicado por Paulinas, "El aliento de las mariposas" he querido dedicar un capítulo a la espiritualidad de los gais y lesbianas, página 159, que me está reportando muchas felicitaciones y reconocimientos por muchos amigos gais y héteros.
El niño que nace nos trae un mundo más fraterno, tolerante y cercano a Jesús y a su Reino. Y esto no habrá quien pueda pararlo, ni con leyes ni con doctrinas ni con religiones porque Dios está por encima de todo eso. Afortunadamente.
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