La memoria histórica
Recuerdo que hace unos años que cayó en mis manos esta noticia que publicaba un periódico de tirada nacional: “Ayer fui a la Basílica de la Merced, en Barcelona, y sentí pena al ver el deterioro que ofrecía, a pesar de los muchos esfuerzos y mejoras que se van haciendo. Las paredes están sucias y descuidadas. Necesita restauración. No he podido por menos que hacer comparaciones con los santuarios marianos que he visitado por Europa. Todos impecables, incluso en los países donde los católicos no abundan. ¿Es posible que en un país de profundas raíces cristianas tengamos así el templo de la patrona de Barcelona?”
La carta al director estaba firmada por Pilar Peña Sanz de Barcelona.
Me parece que en nuestro país hay muchas memorias históricas que había que atender. Y una es ésta de la basílica de La Merced de Barcelona. No parece muy adecuado que esta basílica tan importante para los mercedarios –Es su casa fundacional, construida por ellos- además de estar expropiada se encuentre descuidada. Devuélvanla a sus legítimos dueños y ellos la cuidarán con cariño y esmero. ¡Qué buen gesto sería éste, por parte de la diócesis de Barcelona hacia la orden, ahora que celebra los 800 años de la fundación de La Merced y el papa ha concedido a todos los templos mercedarios la gracia de ser templos jubilares!
El rey Jaime I, al certificar los bienes de la Orden mercedaria, escribe a propósito de esta casa-convento de la Merced, con su iglesia: “donde ahora tenéis la iglesia, habitaciones y huerto, con toda vuestra propiedad hasta la orilla del mar, ya sea por compra, ya por donación de Raimundo de Plegamans o de cualquier otra persona”
La capilla, entonces, muy pequeña, ya era pública en el año 1245.
No hay la menor duda. La propiedad de este convento está más que documentada en la historia. Por eso no se explica que, a estas alturas, no sea propiedad de la Orden y la retenga para sí la diócesis de Barcelona. Pero al menos sería justo que estuviera bien cuidada. Allí se encuentra el mayor tesoro, después de los cautivos, que la Orden mercedaria tiene en el mundo: la imagen de la Virgen de la Merced del siglo XIV obra de Pere Moragues. La firma de los mercedarios, en forma de escudo, está impresa por todos los rincones de la basílica y del convento anejo, hoy capitanía General. Allí se encuentra además otro tesoro para la familia mercedaria: los restos de Santa María de Cervellón, la primera mercedaria que inicia la rama femenina de la Orden.
Honrar la memoria histórica pasa por devolver a cada uno lo suyo, y mucho más aquello que tiene, sobre todo, un valor sentimental más que económico, un valor espiritual más que material, un valor afectivo más que patrimonial.
El devenir de los siglos nos va jugando malas pasadas; algunas no tienen solución y hay aceptarlas con resignación. Otras tienen solución desde la buena voluntad y la generosidad. Éste ataque contra la memoria histórica de la Orden de la Merced puede muy bien subsanarse. No sea que critiquemos las actuaciones de los políticos a la hora de llevar a cabo la ley de la memoria histórica cuando afecta a la iglesia pero nosotros no seamos igual de coherentes con lo nuestro.
Quede constancia de este atropello histórico y pidamos a la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona, que nos siga amando y protegiendo, como dicen los gozos de Jacinto Verdaguer:
“Dels captius Mare i Patrona
Puix del ce lens heu baixat:
Princesa de Barcelona,
Protegiu vostra ciutat”
La carta al director estaba firmada por Pilar Peña Sanz de Barcelona.
Me parece que en nuestro país hay muchas memorias históricas que había que atender. Y una es ésta de la basílica de La Merced de Barcelona. No parece muy adecuado que esta basílica tan importante para los mercedarios –Es su casa fundacional, construida por ellos- además de estar expropiada se encuentre descuidada. Devuélvanla a sus legítimos dueños y ellos la cuidarán con cariño y esmero. ¡Qué buen gesto sería éste, por parte de la diócesis de Barcelona hacia la orden, ahora que celebra los 800 años de la fundación de La Merced y el papa ha concedido a todos los templos mercedarios la gracia de ser templos jubilares!
El rey Jaime I, al certificar los bienes de la Orden mercedaria, escribe a propósito de esta casa-convento de la Merced, con su iglesia: “donde ahora tenéis la iglesia, habitaciones y huerto, con toda vuestra propiedad hasta la orilla del mar, ya sea por compra, ya por donación de Raimundo de Plegamans o de cualquier otra persona”
La capilla, entonces, muy pequeña, ya era pública en el año 1245.
No hay la menor duda. La propiedad de este convento está más que documentada en la historia. Por eso no se explica que, a estas alturas, no sea propiedad de la Orden y la retenga para sí la diócesis de Barcelona. Pero al menos sería justo que estuviera bien cuidada. Allí se encuentra el mayor tesoro, después de los cautivos, que la Orden mercedaria tiene en el mundo: la imagen de la Virgen de la Merced del siglo XIV obra de Pere Moragues. La firma de los mercedarios, en forma de escudo, está impresa por todos los rincones de la basílica y del convento anejo, hoy capitanía General. Allí se encuentra además otro tesoro para la familia mercedaria: los restos de Santa María de Cervellón, la primera mercedaria que inicia la rama femenina de la Orden.
Honrar la memoria histórica pasa por devolver a cada uno lo suyo, y mucho más aquello que tiene, sobre todo, un valor sentimental más que económico, un valor espiritual más que material, un valor afectivo más que patrimonial.
El devenir de los siglos nos va jugando malas pasadas; algunas no tienen solución y hay aceptarlas con resignación. Otras tienen solución desde la buena voluntad y la generosidad. Éste ataque contra la memoria histórica de la Orden de la Merced puede muy bien subsanarse. No sea que critiquemos las actuaciones de los políticos a la hora de llevar a cabo la ley de la memoria histórica cuando afecta a la iglesia pero nosotros no seamos igual de coherentes con lo nuestro.
Quede constancia de este atropello histórico y pidamos a la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona, que nos siga amando y protegiendo, como dicen los gozos de Jacinto Verdaguer:
“Dels captius Mare i Patrona
Puix del ce lens heu baixat:
Princesa de Barcelona,
Protegiu vostra ciutat”