Se acerca el final del año Litúrgico Un rey que tiene poco de rey

Venga nosotros tu reino


1- Historia de esta fiesta:
La instituye Pío XI, en el año 1926, un momento delicado para la iglesia, para su poder temporal. En principio trata de resaltar el poder espiritual de Cristo como rey de las historia y de las vidas, pero a su vez quiere subrayar frente a los poderes de este mundo el poder de Cristo como origen de toda autoridad real o política, y por tanto, como derivación, el poder de la propia iglesia.
Una lectura reposada del Evangelio y del Concilio Vaticano II nos obliga a releer de nuevo esta fiesta para despojarla, como hicieron con Cristo, de sus ropajes políticos, poderosos o influyentes. La iglesia no quiere, ni debe, ser un poder real en el mundo, sino un estímulo espiritual de transformación del corazón y de las estructuras que relegan al hombre y a la mujer y le rebajan su dignidad.
2.- Culminación del año litúrgico.
A lo largo del año hemos hecho un recorrido catequético y espiritual de la historia de la salvación, viviendo y celebrando los momentos más significativos de la misión de Cristo: nacimiento, vida pública, prendimiento y muerte, resurrección y predicación de la Buena nueva. Ahora, al final, nos encontramos con la fiesta de Cristo Rey, culmen del camino recorrido, de nuestra vida personal, de la historia y de la misión de la Iglesia. Él es el horizonte.
3.- Digamos algo de cristo Rey
Es heredero de David, el rey por excelencia del pueblo de Dios. David es prototipo de Cristo porque fue un pastor coherente. Amigo de Dios y cumplidor de su voluntad. Que devuelve a su pueblo la identidad y el orgullo de ser pueblo elegido. Por eso podemos decir que Cristo recoge la realeza de David para dignificarla y continuar la línea salvífica de Dios en medio de su pueblo. David fue un rey según el deseo de Dios. Cristo es el rey escogido por Dios: Este es mi hijo muy amado, mi predilecto.
4.- Entremos en el Evangelio:
Descubrimos a un Rey, Cristo, que no se apoya en la fuerza y en el poder sino en la debilidad y en el escándalo de la cruz. Que no establece distinciones u oposición entre lo temporal y lo espiritual.. Que tiene como trono, el madero de la cruz: signo de fracaso. Que tiene como corona: una corona de espinas trenzada como signo de sufrimiento por nosotros. Que tiene como cetro: la ajofaina: para lavar a sus discípulos los pies: señal de servicio.. Que tiene como manto el despojo de su túnica tejida de una sola pieza, imagen de la unidad de la iglesia.
5.- Escena de la cruz
Cristo se convierte en espectáculo y permanece en silencio: Se burlan los soldados y las autoridades. Se burla el ladrón terco. Callan las gentes y huyen los discípulos. Sólo responde al buen ladrón con la fuerza de sus palabras salvadoras: hoy estarás conmigo en el paraíso. En su entrega cumple la voluntad del Padre . Acoge y escucha a los pecadores: los perdona y les muestra su misericordia. “Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen” Se entrega por nosotros y nos rescata con el precio de su sangre. Uno murió por todos para que todos muramos al pecado y resucitemos con él a una vida nueva.
6.- Algo que decirnos a nosotros.
En otros tiempos, la imagen de Cristo crucificado presidía la cabecera de nuestra cama; todavía hoy muchas familias cristianas conservan esta hermosa costumbre. Porque Él es la fuerza que cura nuestra enfermedad. Como signo de protección y cuidado. Como esperanza permanente. Como consuelo: hoy estarás conmigo en el paraíso.
Jesús sigue siendo la buena noticia para los creyentes. Que nos escucha a pesar de nuestra indiferencia. Clavado y despojado por nosotros que nos devuelve el bien. Despreciado que nos devuelve misericordia. Sólo el amor es salvador nos dice desde su entrega en la cruz.
7.-¿Qué es el Reino?
No es algo externo, puramente social. Es una opción del corazón que supone la conversión. Es una tarea a la que estamos convocados todos los creyentes. Es la misión de la iglesia, de todos los creyentes que reconocemos a Cristo como Señor y rey de nuestras vidas. Es aceptar la lección que hoy nos da el buen ladrón cuando reconoce a Cristo, maltratado en la cruz, como salvador: Acuérdate de mi cuando llegues a tu Reino. No lo reconocen los justos, las autoridades, los soldados: lo reconoce un ajusticiado.
8.-Convocados a empujar el Reino.
No estamos aquí para cumplir nipara seguir preceptos,ni para manten estructuras ni jerarquías por muy eclesiásticas que sean, ni para difundir religiones, estamos aquí para hacer posible y visible el de Dios con actitudes de entrega y de servicio, desde el amor. Esta fue la obsesión de Jesús: el Reino. Nosotros lo hemos llenado de formas y clericalismos, de templos y doctrinas, pero de eso no quedará piedra sobre pìedra cuando el Reino llegue de manera imparable porque es el Espíritu quien lo har á posible. Y atrás quedará tanto sernoneo y palacete, tanta doctrina de la fe y báculos, tanto pecado contra los niños y obscenos ocultamientos, tanta crisis vocacional e inñútilrs prtogramaciones. Nadie podrá detenerlo. Venga a nosotros tu Reino"
A Cristo Rey ( AMADO NERVO)
No temas, Cristo Rey, si descarriado
tras locos ideales he partido:
ni en mis días de lágrimas te olvido,
ni en mis horas de dicha te he olvidado.
En la llaga cruel de tu costado
quiere formar el ánima su nido,
olvidando los sueños que ha vivido
y las tristes mentiras que ha soñado.
A la luz del dolor, que ya me muestra
mi mundo de fantasmas vuelto escombros,
de tu místico monte iré a la falda,
con un báculo: el tedio, en la siniestra;
con andrajos de púrpura en los hombros,
con el haz de quimeras a la espalda.


JOSÉ MARÍA PEMÁN, El gran poeta español, injustamente relegado, lo expresa de manera muy bella en unos versos, cuando afirma que el dolor puede ser salvador si es generoso, si es redentor como el de Cristo:


¡Bendito seas, Señor, por tu infinita bondad;
porque pones con amor sobre espinas de dolor rosas de conformidad!
No quiero que en mi cantar mi pena se transparente; 
Tú solo, Dios y Señor, Tú que por amor me hieres;

Tú, que con inmenso amor, pruebas con mayor dolor a las almas que más quieres.
Porque sufrir es curar las llagas del corazón;

porque sé que me has de dar consuelo y resignación a medida del pesar.
Por tu bondad y tu amor, porque lo mandas y quieres,

porque es tuyo mi dolor,
¡bendita sea, Señor, la mano con que me hieres!

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