Una vela y una flor
Esto de tener tantos amigos es una experiencia muy grata. Y para mí, que los tengo a cientos, es una bendición de Dios.
> -Vente a comer con nosotras, me decía hace muy poco una de ellas. Y yo, como siempre, me fui. Alegría de la buena en los rostros, la mesa preparada con todo cariño y lujo de detalles y el olor a mi comida favorita: ¡Sopa castellana, o de ajo! ¡Todo un lujo de buena compañía y de amistad!
Reparo en la mesa, con un hermoso mantel blanco y bordado, una vajilla artística y, a un lado, colocadas con primor, hay una vela encendida y una flor fresca. Me cuestiono. La silla donde están está vacía y parece que sobra.
La anfitriona me pide que bendiga la mesa, pero a mí me parece que es ella mucho más adecuada que yo. Una mujer creyente y, además, catequista, que ha preparado a cientos de niños para la primera comunión a lo largo de muchos años. Lo que pueda hacer un laico, no debe hacerlo nunca un sacerdote. Bastante tiempo han pasado desapercibidos y sometidos a ese clericalismo absurdo que nos ha estancado tanto. Me niego a bendecir yo la mesa.
Nos recogemos para la bendición y Mariví, así se llama mi amiga, junto a Julia, bendice, con devoción y familiaridad, la mesa, los alimentos y a los presentes. Es en ese momento, tomo conciencia de lo que significa una silla vacía y delante de ella una vela encendida y una rosa. Hace sólo unos días ha fallecido otra amiga común, mujer de fe y servidora de la liturgia en la parroquia, a quien todos hemos querido mucho. ¡Y queremos!
La amistad es un valor tan grande y tan divino que no se acaba con la muerte.
Decía Francis Bacon, un filósofo británico: “No hay soledad más triste ni aflictiva que la de un hombre sin amigos, sin los cuales el mundo es un desierto pues sin amigos no se puede vivir”
Y así es en verdad. El recuerdo de nuestra amiga y hermana, Nieves, nos la trajo a la mesa para compartir con nosotros, desde su silla vacía, los recuerdos y las experiencias vividas juntos durante tantos momentos felices.
Una vela encendida es el signo de su vida en el reino de la luz porque Jesús es la luz del mundo y ella amaba entrañablemente a su buen Pastor. El salmo 23 era su preferido y dejó escrito antes de morir que ése era el salmo que debería recitarse en su funeral.
Una rosa fresca es el homenaje de amor y amistad a Nieves, a quien le gustaban las plantas y las flores sobremanera.
Comimos en agradable conversación y, de vez cuando, nuestra vista se dirigía hacia la vela encendida para recordar que Nieves estaba allí con nosotros y nos regalaba, como siempre, su sonrisa amplia y generosa.
El amor es más poderoso que la muerte, decía nuestro gran poeta Quevedo. Y nosotros, en una agradable comida familiar entre amigos, lo hemos podido comprobar.
> -Vente a comer con nosotras, me decía hace muy poco una de ellas. Y yo, como siempre, me fui. Alegría de la buena en los rostros, la mesa preparada con todo cariño y lujo de detalles y el olor a mi comida favorita: ¡Sopa castellana, o de ajo! ¡Todo un lujo de buena compañía y de amistad!
Reparo en la mesa, con un hermoso mantel blanco y bordado, una vajilla artística y, a un lado, colocadas con primor, hay una vela encendida y una flor fresca. Me cuestiono. La silla donde están está vacía y parece que sobra.
La anfitriona me pide que bendiga la mesa, pero a mí me parece que es ella mucho más adecuada que yo. Una mujer creyente y, además, catequista, que ha preparado a cientos de niños para la primera comunión a lo largo de muchos años. Lo que pueda hacer un laico, no debe hacerlo nunca un sacerdote. Bastante tiempo han pasado desapercibidos y sometidos a ese clericalismo absurdo que nos ha estancado tanto. Me niego a bendecir yo la mesa.
Nos recogemos para la bendición y Mariví, así se llama mi amiga, junto a Julia, bendice, con devoción y familiaridad, la mesa, los alimentos y a los presentes. Es en ese momento, tomo conciencia de lo que significa una silla vacía y delante de ella una vela encendida y una rosa. Hace sólo unos días ha fallecido otra amiga común, mujer de fe y servidora de la liturgia en la parroquia, a quien todos hemos querido mucho. ¡Y queremos!
La amistad es un valor tan grande y tan divino que no se acaba con la muerte.
Decía Francis Bacon, un filósofo británico: “No hay soledad más triste ni aflictiva que la de un hombre sin amigos, sin los cuales el mundo es un desierto pues sin amigos no se puede vivir”
Y así es en verdad. El recuerdo de nuestra amiga y hermana, Nieves, nos la trajo a la mesa para compartir con nosotros, desde su silla vacía, los recuerdos y las experiencias vividas juntos durante tantos momentos felices.
Una vela encendida es el signo de su vida en el reino de la luz porque Jesús es la luz del mundo y ella amaba entrañablemente a su buen Pastor. El salmo 23 era su preferido y dejó escrito antes de morir que ése era el salmo que debería recitarse en su funeral.
Una rosa fresca es el homenaje de amor y amistad a Nieves, a quien le gustaban las plantas y las flores sobremanera.
Comimos en agradable conversación y, de vez cuando, nuestra vista se dirigía hacia la vela encendida para recordar que Nieves estaba allí con nosotros y nos regalaba, como siempre, su sonrisa amplia y generosa.
El amor es más poderoso que la muerte, decía nuestro gran poeta Quevedo. Y nosotros, en una agradable comida familiar entre amigos, lo hemos podido comprobar.