¡Acampemos!
Acampemos sin rabia, sin ira, sin odio…, con cartabón y lápices de colores, con alternativas, con proyectos…, conscientes de la fuerza de las voluntades y los corazones y unidos, conscientes del poder enorme que proporciona la Red para gestar amplias alianzas, para extender la asonada. Acampemos no tanto con la idea de tumbar y destruir, sino de esbozar y apuntalar la otra realidad posible.
Acampemos sin tutelas interesadas, sabedores del empuje de unos objetivos y valores a los que les ha llegado su hora, conocedores de las posibilidades de las nuevas tecnologías para conformar nuevos, autónomos, emancipadores movimientos sociales.
Se llevaron las palabras, las más respetadas, mas no los ideales en ellas contenidos. La palabra “socialismo” mantuvo su hechizo cuando leíamos a Gorky hasta al amanecer, cuando perseguíamos su ideal puro, reluciente por las avenidas de ayer, cuando su bandera ponía tantos e ilusionados pasos a caminar, cuando su logro era el más alto vuelo colectivo…
Por eso hay que acampar en Sol, en la luna, en las nubes, en el asfalto…, para que los mismos y superiores ideales progresen, ya desnudos de ideología. Nos equivocamos, no sabíamos que nuestras más preciadas palabras se podían marchitar hasta tal punto, que en su nombre se perpetrarían abusos detestables. Socialismo era compartir, cooperar, era una ética intachable… Socialismo era en realidad sólo una excusa para comenzar a entregarnos a algo más ancho que nosotros mismos. Vinieron “tiranos” y “timoneles” que en Rusia, China… ultrajaron esa sentida palabra, vinieron otros que hoy, ya en las costas del Caribe, ya las suites de Nueva York, la siguen malinterpretando…
En medio de aquella inocencia, no imaginábamos que un alto dirigente “socialista” podría perseguir desnudo a la camarera de uno de los hoteles más lujosos de Manhattan… Así aprendimos que, hasta su floración, los ideales se guardan mejor en el interior, sin nombre, ni marca, en toda su fuerza original, en toda su transparencia. Así aprendimos que si se llevaron nuestras palabras, nos queda la guitarra, el saco de dormir, la tienda “Quechua”… Si se llevaron las palabras, en realidad sólo se quedaron con el continente, no con el contenido. Su esencia puede alcanzar la tierra entera, su espíritu pasearse por los “Tahir” de todas las geografías. Si se llevaron las palabras, los sueños se pueden sembrar en el asfalto, en el corazón de la ciudadanía, en el corazón de las ciudades. Si se llevaron las palabras, sólo con su eco podemos reconstruir otro mundo.
El socialismo de entonces se cobija bajo las anchas lonas de hoy, rejuvenece en el centro de nuestras urbes, al calor de una juventud que hace gala de audacia y visión. No en vano la “spanish revolution” acampó en el “kilómetro 0”, invitando a empezar de nuevo, sabedores de las grandes flaquezas de las revoluciones de ayer. Desconocíamos el punto de partida, ignorábamos que las transformaciones interiores, la toma de los mansiones de dentro, anteceden a la irrupción en los Palacios de fuera, so pena de fracaso. Mira por dónde, el supremo ejemplo, la Puerta era el Sol, el astro que todo lo da y nada guarda para sí, que calienta y vivifica sin mirar a quién, la excelsa manifestación del amor y de la luz.
Los “indignados” lo están haciendo con acierto. Exhiben orden, inteligencia, eficacia, respeto…, por supuesto valentía. Toda la creatividad manifestada en la comunicación dan prueba de hartazgo, pero sobre todo de voluntad por reconstruir. Tuvo que alcanzarnos el 15M para tomar nota de que el destino estaba en nuestras manos. Tuvo que llegar Facebook, Twiter… para tomar conciencia de que el futuro siempre fue nuestro.
Acampemos sin rabia, sin ira, sin odio…, con cartabón y lápices de colores, con alternativas, con proyectos…, conscientes de la fuerza de las voluntades y los corazones y unidos, conscientes del poder enorme que proporciona la Red para gestar amplias alianzas, para extender la asonada. Acampemos no tanto con la idea de tumbar y destruir, sino de esbozar y apuntalar la otra realidad posible. Acampemos sin tutelas interesadas, sabedores del empuje de unos objetivos y valores a los que les ha llegado su hora, conocedores de las posibilidades de las nuevas tecnologías para conformar nuevos, autónomos, emancipadores movimientos sociales.
Acampemos, que no nos quiten los ideales, que se vistan cuando salen del baño, que no gasten suites de a 2000, que lean a Máximo Gorky, que no conduzcan Porches, mientras alguien pasa hambre… Carguemos la mochila, acampemos, pero no indignados, entusiasmados porque los ideales de solidaridad, de fraternidad humana nunca murieron, no pueden morir.
Acampemos sin tutelas interesadas, sabedores del empuje de unos objetivos y valores a los que les ha llegado su hora, conocedores de las posibilidades de las nuevas tecnologías para conformar nuevos, autónomos, emancipadores movimientos sociales.
Se llevaron las palabras, las más respetadas, mas no los ideales en ellas contenidos. La palabra “socialismo” mantuvo su hechizo cuando leíamos a Gorky hasta al amanecer, cuando perseguíamos su ideal puro, reluciente por las avenidas de ayer, cuando su bandera ponía tantos e ilusionados pasos a caminar, cuando su logro era el más alto vuelo colectivo…
Por eso hay que acampar en Sol, en la luna, en las nubes, en el asfalto…, para que los mismos y superiores ideales progresen, ya desnudos de ideología. Nos equivocamos, no sabíamos que nuestras más preciadas palabras se podían marchitar hasta tal punto, que en su nombre se perpetrarían abusos detestables. Socialismo era compartir, cooperar, era una ética intachable… Socialismo era en realidad sólo una excusa para comenzar a entregarnos a algo más ancho que nosotros mismos. Vinieron “tiranos” y “timoneles” que en Rusia, China… ultrajaron esa sentida palabra, vinieron otros que hoy, ya en las costas del Caribe, ya las suites de Nueva York, la siguen malinterpretando…
En medio de aquella inocencia, no imaginábamos que un alto dirigente “socialista” podría perseguir desnudo a la camarera de uno de los hoteles más lujosos de Manhattan… Así aprendimos que, hasta su floración, los ideales se guardan mejor en el interior, sin nombre, ni marca, en toda su fuerza original, en toda su transparencia. Así aprendimos que si se llevaron nuestras palabras, nos queda la guitarra, el saco de dormir, la tienda “Quechua”… Si se llevaron las palabras, en realidad sólo se quedaron con el continente, no con el contenido. Su esencia puede alcanzar la tierra entera, su espíritu pasearse por los “Tahir” de todas las geografías. Si se llevaron las palabras, los sueños se pueden sembrar en el asfalto, en el corazón de la ciudadanía, en el corazón de las ciudades. Si se llevaron las palabras, sólo con su eco podemos reconstruir otro mundo.
El socialismo de entonces se cobija bajo las anchas lonas de hoy, rejuvenece en el centro de nuestras urbes, al calor de una juventud que hace gala de audacia y visión. No en vano la “spanish revolution” acampó en el “kilómetro 0”, invitando a empezar de nuevo, sabedores de las grandes flaquezas de las revoluciones de ayer. Desconocíamos el punto de partida, ignorábamos que las transformaciones interiores, la toma de los mansiones de dentro, anteceden a la irrupción en los Palacios de fuera, so pena de fracaso. Mira por dónde, el supremo ejemplo, la Puerta era el Sol, el astro que todo lo da y nada guarda para sí, que calienta y vivifica sin mirar a quién, la excelsa manifestación del amor y de la luz.
Los “indignados” lo están haciendo con acierto. Exhiben orden, inteligencia, eficacia, respeto…, por supuesto valentía. Toda la creatividad manifestada en la comunicación dan prueba de hartazgo, pero sobre todo de voluntad por reconstruir. Tuvo que alcanzarnos el 15M para tomar nota de que el destino estaba en nuestras manos. Tuvo que llegar Facebook, Twiter… para tomar conciencia de que el futuro siempre fue nuestro.
Acampemos sin rabia, sin ira, sin odio…, con cartabón y lápices de colores, con alternativas, con proyectos…, conscientes de la fuerza de las voluntades y los corazones y unidos, conscientes del poder enorme que proporciona la Red para gestar amplias alianzas, para extender la asonada. Acampemos no tanto con la idea de tumbar y destruir, sino de esbozar y apuntalar la otra realidad posible. Acampemos sin tutelas interesadas, sabedores del empuje de unos objetivos y valores a los que les ha llegado su hora, conocedores de las posibilidades de las nuevas tecnologías para conformar nuevos, autónomos, emancipadores movimientos sociales.
Acampemos, que no nos quiten los ideales, que se vistan cuando salen del baño, que no gasten suites de a 2000, que lean a Máximo Gorky, que no conduzcan Porches, mientras alguien pasa hambre… Carguemos la mochila, acampemos, pero no indignados, entusiasmados porque los ideales de solidaridad, de fraternidad humana nunca murieron, no pueden morir.