Brotes verdes
El otoño araña ya el verde de la inmensa arboleda. De vuelta a casa, tras paseo por la magia de un hayedo en plena mutación, pulso el botón que me acerca al mundo. Los días se encogen, la naturaleza se apaga, las hojas abrazan una tierra húmeda, pero al poner las noticias, el telediario habla de brotes verdes. Cuesta confiar en los brotes de una economía, de una civilización abocadas a repetir los mismos y graves errores. Cuesta seguir la sabia de unos brotes que se alzarán hacia un mismo cielo de beneficios mal repartidos, de dividendos a costa de la naturaleza, de prosperidad interpretada en clave de consumo…
Urbasa explota allí arriba en ocres y amarillos, pero en el valle sí observo brotes verdes. Los brotes que percibo no son noticia, no alcanzan titulares, no coinciden con los del telediario. Producir no importa qué, ni en qué cantidad; consumir no importa cómo, ni a costa de qué…, no invita a abrazar esperanza.
Veo sí, brotes de esperanza en l@s amig@s que alzan la azada y después ponen en la ensaladera los propios y frescos frutos de la tierra. Esperanza en mi pueblo, que acaba de crear un banco de semillas naturales; esperanza en las largas mesas de madera de “la sociedad” llenas de frutas y verduras biológicas a repartir entre todos l@s de la cooperativa.
Observo brotes verdes cuando el olor de un pan recién cocido alcanza mi ventana, cuando llega al pueblo nueva gente con un plano de casa ecológica bajo el brazo e ideales rebosando el corazón; cuando la plaza de esta aldea perdida en la montaña se llena de más y más niños; cuando el viejo cazador libera para siempre a sus perros encerrados y se lanza monte arriba sin lastre de metal, sin ánimo de matar nada.
Brotes verdes cuando el “comercio justo” va conquistando cada vez más estanterías, cuando las granjas se clausuran y los animales vuelven a los campos, cuando la carne sale de nuestros menús y decidimos meter sol, color y clorofila en nuestro cuerpo.
Sí, brotes verdes cuando me llama una periodista amiga “quebrada” y decide ya no dar eco al odio, a la muerte y a la guerra; cuando siento el latir de su alma al otro lado del teléfono y se manifiesta resuelta a abandonar la nómina fija, a pregonar lo nuevo.
Brotes cuando vuelvo a mi ciudad y contemplo sus paseos junto al mar inundados de bicicletas y veo a tantos amigos felices con sus hijos pedaleando. Brotes verdes cuando las grandes urbes dejan de crecer y comienzan a nutrirse los campos y sus silencios. Cuando las escuelas, los mercados, los hospitales… disminuyen en metros cuadrados, pero aumentan en calidad y trato fraterno.
Brotes verdes cuando el hambre merma y la solidaridad se extiende, cuando el plato es delante de todos los humanos y la pizarra delante de todos los niños. Brotes verdes cuando conjuramos el desánimo, el pesimismo, el “esto no hay quien lo cambie”, cuando nos tomamos de la mano y ofrendamos al mundo nuestras más sentidas oraciones, nuestras más bellas danzas, nuestros más bellos cantos.
Sí, brotes verdes cuando nos reunimos más de mil almas, llenando ya grandes aforos en Madrid (“Inspira Conciencia”) y Barcelona (“Contigo somos +paz”), y concentramos nuestros pensamientos a favor de la paz y la fraternidad humana. Brotes verdes emergiendo de corazones húmedos y abonados, brotes verdes cuando prometemos al Cielo vaciar todo el amor de nuestra copa, cuando empezamos a conjugar los verbos en plural y a observar la vida como una apuesta colectiva.
Brotes verdes cuando junt@s nos reunimos y soñamos, cuando cada quien en su propio ámbito se decide a actuar de una forma diferente, con otro modelo más solidario, con otro espíritu más integrador. Cuando prodigamos a nuestro alrededor más amor de lo que conocíamos por amor. Cuando el “juntos podemos”, sustituye al “sálvese quien pueda”. Cuando triunfa la amabilidad, la buena voluntad, la mutua ayuda… Cuando tod@s contamos, creamos, gestamos, empujamos.
La subida del Ibex 35 no nos pone. No terminamos de creer los telediarios y sus brotes de tan pálido verde. Difícilmente albergan esperanza. La esperanza no se mide por el número de coches que escupen las factorías. Poco dice el aumento del gasto entre nosotr@s, sino los estómagos satisfechos en todas las latitudes. Distingamos los brotes. Nadie pinte de verde lo que está basado en el lucro personal, en la competitividad, en la agresión a la Madre Tierra. Lo verde es compartir, es cooperación, es cocreación. Caminemos juntos sobre una tierra liberada. Alimentemos los brotes de la verdadera emancipación.
El telediario no habla de estos brotes verdes, pero es preciso anunciarlos pues están inundando absolutamente todos los rincones. Nosotr@s mism@s somos brotes de la nueva civilización que ya encarna por doquier. El inmenso planeta azul ha verdecido más de lo que imaginábamos y ya no procede callarlo.
Urbasa explota allí arriba en ocres y amarillos, pero en el valle sí observo brotes verdes. Los brotes que percibo no son noticia, no alcanzan titulares, no coinciden con los del telediario. Producir no importa qué, ni en qué cantidad; consumir no importa cómo, ni a costa de qué…, no invita a abrazar esperanza.
Veo sí, brotes de esperanza en l@s amig@s que alzan la azada y después ponen en la ensaladera los propios y frescos frutos de la tierra. Esperanza en mi pueblo, que acaba de crear un banco de semillas naturales; esperanza en las largas mesas de madera de “la sociedad” llenas de frutas y verduras biológicas a repartir entre todos l@s de la cooperativa.
Observo brotes verdes cuando el olor de un pan recién cocido alcanza mi ventana, cuando llega al pueblo nueva gente con un plano de casa ecológica bajo el brazo e ideales rebosando el corazón; cuando la plaza de esta aldea perdida en la montaña se llena de más y más niños; cuando el viejo cazador libera para siempre a sus perros encerrados y se lanza monte arriba sin lastre de metal, sin ánimo de matar nada.
Brotes verdes cuando el “comercio justo” va conquistando cada vez más estanterías, cuando las granjas se clausuran y los animales vuelven a los campos, cuando la carne sale de nuestros menús y decidimos meter sol, color y clorofila en nuestro cuerpo.
Sí, brotes verdes cuando me llama una periodista amiga “quebrada” y decide ya no dar eco al odio, a la muerte y a la guerra; cuando siento el latir de su alma al otro lado del teléfono y se manifiesta resuelta a abandonar la nómina fija, a pregonar lo nuevo.
Brotes cuando vuelvo a mi ciudad y contemplo sus paseos junto al mar inundados de bicicletas y veo a tantos amigos felices con sus hijos pedaleando. Brotes verdes cuando las grandes urbes dejan de crecer y comienzan a nutrirse los campos y sus silencios. Cuando las escuelas, los mercados, los hospitales… disminuyen en metros cuadrados, pero aumentan en calidad y trato fraterno.
Brotes verdes cuando el hambre merma y la solidaridad se extiende, cuando el plato es delante de todos los humanos y la pizarra delante de todos los niños. Brotes verdes cuando conjuramos el desánimo, el pesimismo, el “esto no hay quien lo cambie”, cuando nos tomamos de la mano y ofrendamos al mundo nuestras más sentidas oraciones, nuestras más bellas danzas, nuestros más bellos cantos.
Sí, brotes verdes cuando nos reunimos más de mil almas, llenando ya grandes aforos en Madrid (“Inspira Conciencia”) y Barcelona (“Contigo somos +paz”), y concentramos nuestros pensamientos a favor de la paz y la fraternidad humana. Brotes verdes emergiendo de corazones húmedos y abonados, brotes verdes cuando prometemos al Cielo vaciar todo el amor de nuestra copa, cuando empezamos a conjugar los verbos en plural y a observar la vida como una apuesta colectiva.
Brotes verdes cuando junt@s nos reunimos y soñamos, cuando cada quien en su propio ámbito se decide a actuar de una forma diferente, con otro modelo más solidario, con otro espíritu más integrador. Cuando prodigamos a nuestro alrededor más amor de lo que conocíamos por amor. Cuando el “juntos podemos”, sustituye al “sálvese quien pueda”. Cuando triunfa la amabilidad, la buena voluntad, la mutua ayuda… Cuando tod@s contamos, creamos, gestamos, empujamos.
La subida del Ibex 35 no nos pone. No terminamos de creer los telediarios y sus brotes de tan pálido verde. Difícilmente albergan esperanza. La esperanza no se mide por el número de coches que escupen las factorías. Poco dice el aumento del gasto entre nosotr@s, sino los estómagos satisfechos en todas las latitudes. Distingamos los brotes. Nadie pinte de verde lo que está basado en el lucro personal, en la competitividad, en la agresión a la Madre Tierra. Lo verde es compartir, es cooperación, es cocreación. Caminemos juntos sobre una tierra liberada. Alimentemos los brotes de la verdadera emancipación.
El telediario no habla de estos brotes verdes, pero es preciso anunciarlos pues están inundando absolutamente todos los rincones. Nosotr@s mism@s somos brotes de la nueva civilización que ya encarna por doquier. El inmenso planeta azul ha verdecido más de lo que imaginábamos y ya no procede callarlo.