"A Etiopía por una sonrisa"
Cada quien va dejando trozos de sí por los caminos de este mundo. A veces esos senderos son áridos y polvorientos y la demanda de entrega sacude el alma. La vida es intercambio y éste se hace más intenso en los viajes lejanos, hollando páramos urgidos, entre l@s herman@s más necesitad@s… Dejas y tomas, porque te dan una mano pequeña, sudorosa y manchada y su calor fraterno te sigue acompañando, explotan delante sonrisas que se graban en la retina y ahí se quedan por siempre.
Bendigo a los pies de la sierra de Urbasa estos mágicos caminos entre hayas que comienzan a desnudarse, entre encinas que mantienen su verde orgullo, la suerte de poderosas montañas que acunan estos días ya cortos, estos recuerdos vivos…; pero ahora bendigo también aquellas lejanas acacias regalando sombra en la inmensa y árida sabana africana. En sus poblados de barro y ramas, en sus oscuras y austeras cabañas circulares, allí encontramos también a nuestros herman@s.
Su suerte es nuestra suerte. Ha llovido poco cuando tocaba que la tierra se empapara y el hambre galopa de nuevo desde una guarida que aún en el siglo XXI no hemos tapiado. Nosotros huimos en un confortable avión y ellos se quedaron mirando el cielo y sus nubes tacañas con el agua. Somos una misma familia humana. Sólo nos resta unir nuestra suerte, nuestras nubes, nuestros destinos. Llenemos sus despensas cuando las nubes no ceden su agua, sembremos pozos donde su tierra se agrieta…
Caravana de sanación
Viajamos con un equipo multidisciplinar con médicos, enfermero, odontóloga, maestras y expertos en agricultura biológica, en el marco de lo que se ha venido a denominar la “Caravana de sanación” en África. Se trata de un proyecto de la Fundación VíaSer Europa que lidera el doctor Jorge Carvajal y que está a su vez vinculada a Fundación Ananta (www.fundacionananta.org
Al hermano Javier León y servidor como no sabemos ni sacar muelas, ni sanar calamidades y de plantas conocemos lo justo para admirarlas y disfrutarlas, nos tocó literalmente hacer el payaso. Vive Dios que nos preparamos con ahínco antes de volar. Una vez allí y a falta de profesionalidad, sólo nos quedaba emplearnos en cuerpo y alma.
Tres grupos tres destinos
Colombianos, chilenos, venezolano y españoles volábamos a Etiopía con el deseo de abrir un puente permanente y fluido de solidaridad con esta geografía sufriente. El equipo, conformado por 20 voluntarios, nos dividimos en tres zonas: Wukro a 800 kms. al Norte de Adis Abbeba donde trabaja Angel Olarán (www.angelolaran.com), la propia capital Adis Abeba y la misión salesiana de Zway (http://zwayetiopia.wordpress.com) a 163 kms. al Sur de la capital.
En Wukro se volcaron en el apoyo de la amplia labor que en el ámbito de la educación, la salud, la profesionalización de los jóvenes, la atención a la mujer, la agricultura…, desde hace décadas desarrolla el sacerdote guipuzcoano. A la donación de medicamentos, se sumó el asesoramiento en los cultivos y la sanación de los enfermos. En ese marco muy abierto y autogestionado hallaron una entrañable acogida. Se establecieron unos lazos humanos que posibilitarán una colaboración futura.
En Adis Abeba el grupo, en el cual se encontraba Jorge, se centró en las gestiones con diversas ONGs, con misiones católicas, con la cooperación oficial española, así como con cooperantes con experiencia dilatada sobre el terreno, de forma que el flujo solidario a este país desde VíaSer se pueda establecer en un próximo futuro de forma continuada.
Nuestro grupo lo integraban cuatro médicos, un enfermero, la odontóloga, las maestras, el reportero y los payasos y desembarcamos en la misión de Zway el pasado día 19 de Octubre. Cada quien cumplió con su cometido. Las manos desplegaron todo su potencial sanador sobre los cuerpos castigados por las carencias, la falta de higiene y las enfermedades, haciendo frente a todo tipo de patologías nutricionales e infecciosas. La dentista y el enfermero se pusieron a abrir bocas y más bocas extrayendo muelas castigadas, combatiendo caries, acallando como pudieron dolores antiguos...
En cuanto a las maestras, una de ellas, grabadora en mano, exploraba la herencia cultural de la zona, la otra revelaba a los colegas del colegio la magia de los “mandalas”. Los técnicos agrícolas, que llegaron más tarde desde Wukro, compartieron allí también pautas como el enterramiento en las huertas de carbón, con la finalidad de obtener más frutos de la madre tierra, sin envenenarla con productos químicos.
Payasos en el África profunda
A la mañana siguiente las hermanas ya habían dispuesto las primeras actuaciones para los payasos. Ya en plena faena circense, las miradas interpelantes de los pequeños nos comenzaron a contar sus testimonios de promesa y dolor. Hubiéramos querido detener el tiempo al cruzarnos con cada una de las cientos y cientos de miradas de niños para los que actuamos en un total de catorce sesiones. Hubiéramos querido ahondar en ese misterio insondable de la esperanza siempre renovada que ell@s como nadie encarnan. Hubiéramos querido emborracharnos con la luz tremenda, casi infinita, de sus ojos. Hubiéramos querido contagiar hasta la última de nuestras células de esa risa desbordante, inocente y genuina, que triunfaba sobre la fatalidad circundante. Sin embargo no fue posible. Todo fue en dosis homeopáticas, sin riesgo de borrachera. Todo fue muy rápido en Zway, en el colegio Mary Help donde las hermanas acogen a más de 2000 alumnos de primaria y secundaria. Para todos ellos hicimos la función de breves y ruidosos sketchs que duraban aproximadamente una hora.
Fue fugaz la farándula por esa geografía urgida, pero también lo suficiente para tomar conciencia del heroísmo humano de quienes, como las hermanas, allí todo lo entregan, de quienes han unido sus días a los más pobres entre los pobres. Ellas son quienes posibilitan un rumbo de esperanza a los hijos de los últimos de la tierra.
Oasis de paz y auxilio
Será difícil olvidar a las hermanas en su avanzada edad haciendo gimnasia vestidas con sus hábitos delante de cientos de niños, preocupándose para que las madres y los más pequeños tomen su imprescindible ración de alimento, será difícil olvidar semejante testimonio de donación y entrega…
La Misión de las hermanas constituye todo un oasis en medio de un duro entorno, concretamente en un extremo de la ciudad de Zway de 62.000 habitantes. Apenas un muro separaba dos mundos absolutamente diferentes. Intramuros agua, faffa (papilla de cereales) y paz. Extramuros un panorama marrón de polvo y subsistencia, de hambre y privaciones. Intramuros armonía, flores y jardines, fuera caos unido a la aridez de un clima seco. Por eso se agolpaban desde primera hora de la mañana las mujeres con sus criaturas junto a la gran puerta de hierro de las hermanas. Ningún lamento en esa también heroica presencia de las madres con hijos hambrientos. Silencio y paciente espera. Ya dentro de la Misión agua para sus tinajas, papilla para sus estómagos vacíos y asistencia médica para sus cuerpos castigados.
En lo que a nuestro trabajo se refiere, la nariz roja y el traje de clown eran ya motivo de gran fiesta. Poco había que añadir para contribuir al jolgorio colectivo. El espectáculo funcionó muy bien con los más pequeños y medianos, pero no terminó de cuajar entre los adolescentes de entre 14 y 16 años. Marcaban distancia con esos chalados que se tiraban por el suelo, se echaban agua y además cantaban unas locas y extrañas canciones. Los payasos caían, se magullaban, quedaban extenuados tras jornadas de hasta cuatro actuaciones, pero el gozo interno de prender sonrisas superaba todos los inconvenientes. Rendidos físicamente por dentro, les asistía una suerte de inmensa satisfacción ante tantos rostros iluminados.
Los avatares de Kili-kili y Kolo-kolo culminaban con cantos del cantoral africano-scout (Yamboo, Arransamasam…) y el ritual de pintar la nariz de rojo a todos los presentes. Todos mutábamos en payasos en medio de esa fiesta sin fronteras. Quisimos añadir cantos y coreografías de Frinhord y de Danzas de Paz Universal, pero el grado de excitación de los pequeños y las dificultades de comunicación lo hicieron imposible.
A las diez actuaciones en la escuela “Mary Help” de las hermanas se sumó la que realizamos en el poblado de Germana. En medio de la aldea de cabañas de adobe, ramas y paja no hubo palabras, sino sencilla comunión humana, encuentro entre dos mundos también diferentes. Entre el marrón de esas sencillas edificaciones se colaron nuestros trajes de colores. Sólo movimientos, sonidos… y una enorme explosión de alegría. Ver saltar con nosotros a los abuelos superó todas las previsiones. Unos bastón, otros lanza en mano, sus botes torpes en un intento desesperado de unirse a nuestros ritmos, fue emocionante. En medio del éxtasis colectivo se acercó un nativo adulto y muy malhumorado. Al instante detuvimos la actuación. El malestar del hombre se debía a que los chavales habían abandonado todo el ganado por acercarse a nosotros.
Perdidos en un poblado del África profunda pudimos felices constatar como el amor y una de sus manifestaciones, la risa genuina, es capaz de vencer todos los abismos, en este caso culturales. Nos tocaban, cogían, arrastraban… y llegada la hora de partir se ponían a correr como locos cientos de metros tras el vehículo.
Aun en medio de una pobreza extrema, esa población era una de las afortunadas. Allí habían subvencionado las hermanas pozo y comenzado a tender una sencilla línea eléctrica.
Colaboración
La zona de Zway pertenece a la región de Rift Valey. En toda esta geografía entre Junio y Agosto, único tiempo de lluvias, se afanan por sembrar los campos. La esperanza de vida viene del cielo y del agua que éste arroje. Los estómagos satisfechos dependen de que las semillas puedan arraigar bien en esos meses. A veces la lluvia no es regular o se detiene antes de la hora y los graneros no se llenan… En estos meses ha llovido poco en Rift Valey y la hambruna amenaza. Para que no sean las caprichosas nubes quienes deciden sobre la vida, las hermanas han mirado a la tierra y sembrado un total de 13 pozos. De esta forma van consiguiendo no condicionar la vida a las lluvias. Desde aquí también podemos ayudar a la siembra de pozos, a los programas de nutrición, a la educación de los más de 2000 niños y adolescentes que tienen en su responsabilidad estas hermanas. He aquí su número de cuenta:
Commercial Bank of Ethiopia,
for Salesian Sisters of Zway, P.O. Box 112, Zway, Ethiopia
N. 01704 / 172885 / 00 - Código SWIFT CBETETAA
Más info:
http://zwayetiopia.wordpress.com/
Hogar de las Hermanas de la Caridad
Ya de vuelta en Adis Abeba, hicimos visita, actuación incluida, al hogar de acogida de la Asociación Cielo 133 (www.cielo133.es). Placer de abrazo con las cocineras, las baby-sister y las encargadas del hogar que habían tenido la gentileza de acogernos en nuestro anterior viaje en Navidades.
Nuestra gira se completó con la visita al hogar de las Hermanas de la Caridad (Orden de la Madre Teresa de Calcuta) en la capital etíope. No deseo describir cuadros humanos lacerantes, que por lo demás allí abundan, sino volver a cantar la nobleza humana. Las hermanas acogen en sus diferentes pabellones a quienes ya nadie quiere. Los leprosos, enfermos de tuberculosis, de sida, los moribundos… encuentran allí cama, plato y cariño sin necesidad de presentar nada. No he visto en mi vida tamaña abnegación y renuncia como la de esas hermanas. Entramos y salimos a las dos horas largas. Espoleados por el ejemplo de las hermanas allí lo dimos todo. También era la última actuación. Hubo que trabajar a pleno sol y rodar, bien es verdad que felices, por un suelo de duro cemento, pero la acogida de niños y mayores fue fenomenal.
Llenar sus graneros
Dice bellamente mi entrañable hermano y extraordinario compañero saltibanqui, Kili Kili (Javier León) a propósito de los chavales del poblado, en su blog (http://editorseneca.blogspot.com), donde por cierto podréis encontrar abundante información escrita y gráfica del viaje: “Que la sabana les abrace por siempre…”. La sabana y el Cielo porque van a necesitar también ayuda de otro orden para poder salir adelante.
Pronto los quehaceres diarios, las tareas siempre urgentes ante la pantalla irán difuminando el recuerdo de este segundo viaje a Etiopía. Volvemos a las comodidades de nuestro mundo. Pulsamos un botón y hay luz, giramos una rueda y hay fuego en la cocina, abrimos un grifo y resulta que hay agua, arrancamos un motor y nos colocamos donde deseamos. Al pasear este otoño provocadoramente bello, al disfrutar de esta suerte de tanta comodidad, me asalta la memoria de quienes no tienen botón de luz, ni grifo de agua, ni mando de fuego, ni motor de vehículo... La memoria retorna a quienes no tienen nada entre el cielo y la tierra. Si finalmente la cosecha no alcanza, recurrirán a los higos chumbos, saldrán a la caza de los insectos que maten el hambre.
En mitad de nuestro otoño abundante de falsa crisis, unamos nuestra suerte a la suya, llenemos sus graneros. En mitad de un tiempo tan difícil, como apasionante y definitivo, a la vuelta de los errores de los unos y los otros, al término de una historia cargada de confrontación y equívocos, sumemos África a nuestro futuro. Construyamos ahora sí una sola y fraterna humanidad.
Más información gráfica en: Http://www.portaldorado.com/in.php?doc=6522
Más información de texto, vídeo y gráfica en http://editorseneca.blogspot.com
Bendigo a los pies de la sierra de Urbasa estos mágicos caminos entre hayas que comienzan a desnudarse, entre encinas que mantienen su verde orgullo, la suerte de poderosas montañas que acunan estos días ya cortos, estos recuerdos vivos…; pero ahora bendigo también aquellas lejanas acacias regalando sombra en la inmensa y árida sabana africana. En sus poblados de barro y ramas, en sus oscuras y austeras cabañas circulares, allí encontramos también a nuestros herman@s.
Su suerte es nuestra suerte. Ha llovido poco cuando tocaba que la tierra se empapara y el hambre galopa de nuevo desde una guarida que aún en el siglo XXI no hemos tapiado. Nosotros huimos en un confortable avión y ellos se quedaron mirando el cielo y sus nubes tacañas con el agua. Somos una misma familia humana. Sólo nos resta unir nuestra suerte, nuestras nubes, nuestros destinos. Llenemos sus despensas cuando las nubes no ceden su agua, sembremos pozos donde su tierra se agrieta…
Caravana de sanación
Viajamos con un equipo multidisciplinar con médicos, enfermero, odontóloga, maestras y expertos en agricultura biológica, en el marco de lo que se ha venido a denominar la “Caravana de sanación” en África. Se trata de un proyecto de la Fundación VíaSer Europa que lidera el doctor Jorge Carvajal y que está a su vez vinculada a Fundación Ananta (www.fundacionananta.org
Al hermano Javier León y servidor como no sabemos ni sacar muelas, ni sanar calamidades y de plantas conocemos lo justo para admirarlas y disfrutarlas, nos tocó literalmente hacer el payaso. Vive Dios que nos preparamos con ahínco antes de volar. Una vez allí y a falta de profesionalidad, sólo nos quedaba emplearnos en cuerpo y alma.
Tres grupos tres destinos
Colombianos, chilenos, venezolano y españoles volábamos a Etiopía con el deseo de abrir un puente permanente y fluido de solidaridad con esta geografía sufriente. El equipo, conformado por 20 voluntarios, nos dividimos en tres zonas: Wukro a 800 kms. al Norte de Adis Abbeba donde trabaja Angel Olarán (www.angelolaran.com), la propia capital Adis Abeba y la misión salesiana de Zway (http://zwayetiopia.wordpress.com) a 163 kms. al Sur de la capital.
En Wukro se volcaron en el apoyo de la amplia labor que en el ámbito de la educación, la salud, la profesionalización de los jóvenes, la atención a la mujer, la agricultura…, desde hace décadas desarrolla el sacerdote guipuzcoano. A la donación de medicamentos, se sumó el asesoramiento en los cultivos y la sanación de los enfermos. En ese marco muy abierto y autogestionado hallaron una entrañable acogida. Se establecieron unos lazos humanos que posibilitarán una colaboración futura.
En Adis Abeba el grupo, en el cual se encontraba Jorge, se centró en las gestiones con diversas ONGs, con misiones católicas, con la cooperación oficial española, así como con cooperantes con experiencia dilatada sobre el terreno, de forma que el flujo solidario a este país desde VíaSer se pueda establecer en un próximo futuro de forma continuada.
Nuestro grupo lo integraban cuatro médicos, un enfermero, la odontóloga, las maestras, el reportero y los payasos y desembarcamos en la misión de Zway el pasado día 19 de Octubre. Cada quien cumplió con su cometido. Las manos desplegaron todo su potencial sanador sobre los cuerpos castigados por las carencias, la falta de higiene y las enfermedades, haciendo frente a todo tipo de patologías nutricionales e infecciosas. La dentista y el enfermero se pusieron a abrir bocas y más bocas extrayendo muelas castigadas, combatiendo caries, acallando como pudieron dolores antiguos...
En cuanto a las maestras, una de ellas, grabadora en mano, exploraba la herencia cultural de la zona, la otra revelaba a los colegas del colegio la magia de los “mandalas”. Los técnicos agrícolas, que llegaron más tarde desde Wukro, compartieron allí también pautas como el enterramiento en las huertas de carbón, con la finalidad de obtener más frutos de la madre tierra, sin envenenarla con productos químicos.
Payasos en el África profunda
A la mañana siguiente las hermanas ya habían dispuesto las primeras actuaciones para los payasos. Ya en plena faena circense, las miradas interpelantes de los pequeños nos comenzaron a contar sus testimonios de promesa y dolor. Hubiéramos querido detener el tiempo al cruzarnos con cada una de las cientos y cientos de miradas de niños para los que actuamos en un total de catorce sesiones. Hubiéramos querido ahondar en ese misterio insondable de la esperanza siempre renovada que ell@s como nadie encarnan. Hubiéramos querido emborracharnos con la luz tremenda, casi infinita, de sus ojos. Hubiéramos querido contagiar hasta la última de nuestras células de esa risa desbordante, inocente y genuina, que triunfaba sobre la fatalidad circundante. Sin embargo no fue posible. Todo fue en dosis homeopáticas, sin riesgo de borrachera. Todo fue muy rápido en Zway, en el colegio Mary Help donde las hermanas acogen a más de 2000 alumnos de primaria y secundaria. Para todos ellos hicimos la función de breves y ruidosos sketchs que duraban aproximadamente una hora.
Fue fugaz la farándula por esa geografía urgida, pero también lo suficiente para tomar conciencia del heroísmo humano de quienes, como las hermanas, allí todo lo entregan, de quienes han unido sus días a los más pobres entre los pobres. Ellas son quienes posibilitan un rumbo de esperanza a los hijos de los últimos de la tierra.
Oasis de paz y auxilio
Será difícil olvidar a las hermanas en su avanzada edad haciendo gimnasia vestidas con sus hábitos delante de cientos de niños, preocupándose para que las madres y los más pequeños tomen su imprescindible ración de alimento, será difícil olvidar semejante testimonio de donación y entrega…
La Misión de las hermanas constituye todo un oasis en medio de un duro entorno, concretamente en un extremo de la ciudad de Zway de 62.000 habitantes. Apenas un muro separaba dos mundos absolutamente diferentes. Intramuros agua, faffa (papilla de cereales) y paz. Extramuros un panorama marrón de polvo y subsistencia, de hambre y privaciones. Intramuros armonía, flores y jardines, fuera caos unido a la aridez de un clima seco. Por eso se agolpaban desde primera hora de la mañana las mujeres con sus criaturas junto a la gran puerta de hierro de las hermanas. Ningún lamento en esa también heroica presencia de las madres con hijos hambrientos. Silencio y paciente espera. Ya dentro de la Misión agua para sus tinajas, papilla para sus estómagos vacíos y asistencia médica para sus cuerpos castigados.
En lo que a nuestro trabajo se refiere, la nariz roja y el traje de clown eran ya motivo de gran fiesta. Poco había que añadir para contribuir al jolgorio colectivo. El espectáculo funcionó muy bien con los más pequeños y medianos, pero no terminó de cuajar entre los adolescentes de entre 14 y 16 años. Marcaban distancia con esos chalados que se tiraban por el suelo, se echaban agua y además cantaban unas locas y extrañas canciones. Los payasos caían, se magullaban, quedaban extenuados tras jornadas de hasta cuatro actuaciones, pero el gozo interno de prender sonrisas superaba todos los inconvenientes. Rendidos físicamente por dentro, les asistía una suerte de inmensa satisfacción ante tantos rostros iluminados.
Los avatares de Kili-kili y Kolo-kolo culminaban con cantos del cantoral africano-scout (Yamboo, Arransamasam…) y el ritual de pintar la nariz de rojo a todos los presentes. Todos mutábamos en payasos en medio de esa fiesta sin fronteras. Quisimos añadir cantos y coreografías de Frinhord y de Danzas de Paz Universal, pero el grado de excitación de los pequeños y las dificultades de comunicación lo hicieron imposible.
A las diez actuaciones en la escuela “Mary Help” de las hermanas se sumó la que realizamos en el poblado de Germana. En medio de la aldea de cabañas de adobe, ramas y paja no hubo palabras, sino sencilla comunión humana, encuentro entre dos mundos también diferentes. Entre el marrón de esas sencillas edificaciones se colaron nuestros trajes de colores. Sólo movimientos, sonidos… y una enorme explosión de alegría. Ver saltar con nosotros a los abuelos superó todas las previsiones. Unos bastón, otros lanza en mano, sus botes torpes en un intento desesperado de unirse a nuestros ritmos, fue emocionante. En medio del éxtasis colectivo se acercó un nativo adulto y muy malhumorado. Al instante detuvimos la actuación. El malestar del hombre se debía a que los chavales habían abandonado todo el ganado por acercarse a nosotros.
Perdidos en un poblado del África profunda pudimos felices constatar como el amor y una de sus manifestaciones, la risa genuina, es capaz de vencer todos los abismos, en este caso culturales. Nos tocaban, cogían, arrastraban… y llegada la hora de partir se ponían a correr como locos cientos de metros tras el vehículo.
Aun en medio de una pobreza extrema, esa población era una de las afortunadas. Allí habían subvencionado las hermanas pozo y comenzado a tender una sencilla línea eléctrica.
Colaboración
La zona de Zway pertenece a la región de Rift Valey. En toda esta geografía entre Junio y Agosto, único tiempo de lluvias, se afanan por sembrar los campos. La esperanza de vida viene del cielo y del agua que éste arroje. Los estómagos satisfechos dependen de que las semillas puedan arraigar bien en esos meses. A veces la lluvia no es regular o se detiene antes de la hora y los graneros no se llenan… En estos meses ha llovido poco en Rift Valey y la hambruna amenaza. Para que no sean las caprichosas nubes quienes deciden sobre la vida, las hermanas han mirado a la tierra y sembrado un total de 13 pozos. De esta forma van consiguiendo no condicionar la vida a las lluvias. Desde aquí también podemos ayudar a la siembra de pozos, a los programas de nutrición, a la educación de los más de 2000 niños y adolescentes que tienen en su responsabilidad estas hermanas. He aquí su número de cuenta:
Commercial Bank of Ethiopia,
for Salesian Sisters of Zway, P.O. Box 112, Zway, Ethiopia
N. 01704 / 172885 / 00 - Código SWIFT CBETETAA
Más info:
http://zwayetiopia.wordpress.com/
Hogar de las Hermanas de la Caridad
Ya de vuelta en Adis Abeba, hicimos visita, actuación incluida, al hogar de acogida de la Asociación Cielo 133 (www.cielo133.es). Placer de abrazo con las cocineras, las baby-sister y las encargadas del hogar que habían tenido la gentileza de acogernos en nuestro anterior viaje en Navidades.
Nuestra gira se completó con la visita al hogar de las Hermanas de la Caridad (Orden de la Madre Teresa de Calcuta) en la capital etíope. No deseo describir cuadros humanos lacerantes, que por lo demás allí abundan, sino volver a cantar la nobleza humana. Las hermanas acogen en sus diferentes pabellones a quienes ya nadie quiere. Los leprosos, enfermos de tuberculosis, de sida, los moribundos… encuentran allí cama, plato y cariño sin necesidad de presentar nada. No he visto en mi vida tamaña abnegación y renuncia como la de esas hermanas. Entramos y salimos a las dos horas largas. Espoleados por el ejemplo de las hermanas allí lo dimos todo. También era la última actuación. Hubo que trabajar a pleno sol y rodar, bien es verdad que felices, por un suelo de duro cemento, pero la acogida de niños y mayores fue fenomenal.
Llenar sus graneros
Dice bellamente mi entrañable hermano y extraordinario compañero saltibanqui, Kili Kili (Javier León) a propósito de los chavales del poblado, en su blog (http://editorseneca.blogspot.com), donde por cierto podréis encontrar abundante información escrita y gráfica del viaje: “Que la sabana les abrace por siempre…”. La sabana y el Cielo porque van a necesitar también ayuda de otro orden para poder salir adelante.
Pronto los quehaceres diarios, las tareas siempre urgentes ante la pantalla irán difuminando el recuerdo de este segundo viaje a Etiopía. Volvemos a las comodidades de nuestro mundo. Pulsamos un botón y hay luz, giramos una rueda y hay fuego en la cocina, abrimos un grifo y resulta que hay agua, arrancamos un motor y nos colocamos donde deseamos. Al pasear este otoño provocadoramente bello, al disfrutar de esta suerte de tanta comodidad, me asalta la memoria de quienes no tienen botón de luz, ni grifo de agua, ni mando de fuego, ni motor de vehículo... La memoria retorna a quienes no tienen nada entre el cielo y la tierra. Si finalmente la cosecha no alcanza, recurrirán a los higos chumbos, saldrán a la caza de los insectos que maten el hambre.
En mitad de nuestro otoño abundante de falsa crisis, unamos nuestra suerte a la suya, llenemos sus graneros. En mitad de un tiempo tan difícil, como apasionante y definitivo, a la vuelta de los errores de los unos y los otros, al término de una historia cargada de confrontación y equívocos, sumemos África a nuestro futuro. Construyamos ahora sí una sola y fraterna humanidad.
Más información gráfica en: Http://www.portaldorado.com/in.php?doc=6522
Más información de texto, vídeo y gráfica en http://editorseneca.blogspot.com