De la crisis haremos una esperanza (III)
Otra mirada sobre la pandemia.
4 de Abril
“Quiero que no me abandones, amor mío al alba…” Decía el noble bardo que ahora rasga guitarra desde otras alturas, ahora canta a un amanecer sin heladas. Nadie abandone a nadie. Vinimos a la tierra sólo para aprender a no abandonar nadie a su suerte, ya sea al alba, ya al caer la tarde.
En realidad, nadie está abandonado. La soledad y la muerte son las quimeras que iremos restando de nuestros vocabularios del mañana. Ni siquiera quienes se preparan para el último aliento en la aparente soledad de una UVI u hospital de campaña están solos/as. Ni siquiera en la compañía del dolor o la enfermedad en nuestras estancias blindadas y separadas estamos solos.
Nadie está solo. La humanidad nunca ha estado sola. Ésa es quizás la esencia de nuestros susurro, de nuestro canto sin pena, ni guitarra. La humanidad siempre es superiormente asistida, incluso cuando el virus campa a sus anchas y las estadísticas de la llamada muerte se disparan. La humanidad no está sola en medio de las más encarnizadas y globales epidemias.
Grandes Seres han custodiado siempre la humanidad y la seguirán custodiando hasta que todos abandonemos la condición humana. Hay Plan Superior, hay Quienes conocen y sirven ese Plan Divino y hay un modo de ayudar a esas Grandes Almas: nacer a nuestra conciencia planetaria, a nuestra vocación de servicio.
3 de Abril
Desde la meseta
Estamos llegando a la ansiada meseta. La luz es más clara. La hemos alcanzado no sin sacrificio y padecimiento colectivos, pero los fríos, duros y largos números ya están despertando otro sentir, acuñando otra mirada. La meseta nos invita a balance. No nos colocamos lentes de rosa, sólo subrayamos lo que va abriendo futuros.
Se afianzarán los lazos de cooperación que ya se han establecido. Cambiaremos la cesta por el carro. Las necesidades ajenas se escribirán con el mismo color en nuestras viejas libretas de bolsillo. Estamos aprendiendo a hacer colectivamente la lista de la compra. Nuestros planes, sueños y aspiraciones serán más en común a partir de ahora. El de enfrente dejará de ser un número y una letra. Tendrá rostro, nombre, historia, sobre todo condición humana. Nos acostumbraremos a las sorpresas al abrir la puerta de la escalera. Nosotros también seremos grata sorpresa, detalle y apoyo para quien desconocíamos a nuestro lado.
Conjugaremos los verbos en plural. Contaremos con el otro/a, nos organizaremos de forma diferente. La unidad y la solidaridad dejarán de ser “spots” publicitarios. Los vecinos no hablarán de la lluvia y el tiempo en los ascensores de las casas, se interesarán por las vidas y azares ajenos. Los conciertos y recitales no se encerrarán sólo en las salas privilegiadas, se instalarán también en lo público. Lo natural dejará de ser lo excepcional, la chaladura del «hierbas» de la escalera. Lo ecológico ganará muchos metros cuadrados en las grandes y pequeñas superficies. A la par nosotros ganaremos en inmunidad y fortaleza.
Desde la panorámica privilegiada que nos regala la altura de la meseta ya podemos decir que nada será como antes. Repararemos más en lo sereno, templado y auténtico. Retumbarán los “OMs” y los cantos de esperanza en las paredes de los hospitales. La muerte dejará ser nuestra más acérrima enemiga y tornará la “colega” que nos lleva de excursión por las verdes y soleadas vaguadas de la vida eterna. Nadie osará pasear luto. El sepulcro se quedará sin victoria y Omega correrá rauda de nuevo a la casilla de salida.
Desnudos de mascarillas, pisaremos las templadas arenas como quien asalta remotos paraísos. Para entonces habremos memorizado todas las tablas de ejercicios. Lo que nos hace bien habrá anclado dentro. Haremos «tai-chi» en las playas sin necesidad de «play» en ninguna pantalla. Abrazaremos con más fuerza, lloraremos con más alma, rezaremos con más presencia. Desde la meseta reparamos en que la civilización ha virado en positivo en cuestión de un mes y ya no deseamos volver al punto de partida. El virus de las mil antenas se ha llevado a abuelos entrañables que ahora se alimentan de luz y respiran sin tubos, pero nos ha regalado lecciones que felizmente se han quedado para siempre.
30 de Marzo
Puede ser a causa de éste u otro virus con menos antenas; puede ser por ésta o por otra enfermedad siempre amiga. Puede ser sencillamente porque el contrato expiró y había nostalgia de Luz… Un día todos/as nos desnudaremos de carne, dejaremos gastado y ya amortizado cuerpo. Cuando despidamos al barquero, en la otra Orilla podamos a la pregunta decir que nos hallamos entre quienes infundieron fe, templanza y seguridad, entre quienes asumimos la responsabilidad y no la arrojamos fuera. Podamos decir que la tristeza huyó sin presa, que el desespero desesperó de no abrazarnos.
Podamos decir que en medio de las crisis y convulsiones sociales, no anidó el lamento, no nos ganó el temor, no bajamos la mirada; que mantuvimos el anhelo en lo alto y lejano, siempre en la eternidad, que es otra forma de evocar la fraternidad. Podamos decir que ninguno de estos sinsabores fue en balde, que éste y otros desafíos nos acercaron un poco más a la meta última de la íntima y a la vez colectiva realización.
25 de Marzo
No sólo lo que muere, lo que deja el cuerpo, sino lo que nace a una nueva vida. No sólo lo que ya no seremos, sino lo que somos llamados a Ser. No sólo lo que marcha, sino también lo que nos alcanza, “no sólo lo que perdemos, sino también lo que ganamos”. (Dtor. Jorge Carvajal) Por cada uno que acumula, hay muchos más que reparten; por cada signo insolidario hay muchos más de manos y corazones abiertos…
Por cada armario desbordado de papel higiénico, hay muchos que tratamos de hacer limpia e higiene por dentro. Hay una fractura con el ayer que no nos duele desde el momento en que seremos menos “yo” y más “nosotros”, en que estamos ganando en fuerza colectiva para atender unidos/as a los otros grandes retos que como humanidad tenemos por delante. No sólo el credo que dejamos, sino el nuevo que abrazamos, no sólo el mundo que se aleja, sino por encima de todo la conciencia que despierta.
Tabiques de por medio, estamos aprendiendo a darnos mutuamente más que nunca y ya no deseamos salir de ese mullido y cálido espacio compartido.