Bajo las inclemencias del ardiente sol salvadoreño, María Magdalena, la discípula más ferviente de Jesús, arribó a las tierras de Cuscatlán. Este país centroamericano, presenta un complejo panorama socioeconómico, político y cultural, presenta tanto desafíos como oportunidades para las mujeres. El corazón de María Magdalena rebosaba de variedad de emociones: nostalgia por su patria natal, Galilea, y la ferviente esperanza de esparcir el mensaje de amor y redención que había transformado su vida.

El Salvador, en aquel entonces, era un territorio marcado por las tradiciones ancestrales, la cosmovisión indígena y la incipiente presencia del cristianismo. María Magdalena, con su cabello, una cascada de ébano, fluye como la tierra rica y fértil que da vida a los vibrantes paisajes de El Salvador y sus ojos que brillan con la intensidad de su fe, se adentró en las comunidades salvadoreñas, compartiendo las enseñanzas de Jesús con una voz serena y un espíritu compasivo.

Norma Melara El Salvador