#sentipensares Desde la cúspide de poder

Desde la cúspide de poder
Desde la cúspide de poder

Hoy, después de mi momento de oración contemplativa, ante la belleza del bosque y la lluvia, quise escribir una pequeña frase, para compartirla con mis compañeras de camino. Pero a medida que escribía la mano se fue alargando...

El Capítulo 9 del evangelio según Marcos, es como una colcha tejida de retazos de vida, donde se ve la compasión de Jesús por las personas más empobrecidas y vulnerables. Al mismo tiempo, nos muestra el contraste entre los discípulos sedientos de privilegios y llenos de celos pastorales como lo vemos en el evangelio de este domingo, y la ternura de Jesús que de seguro, ha sido libada del grupo femenino que lo acompaña en sus caminadas. Esta ternura Él la hace vida, mirando con amor y compasión al jovencito enfermo en brazos de su papá y su mamá abatidos. Y el domingo pasado, vimos al Maestro de Nazaret, posando su mirada de ternura en los más vulnerables y pequeños, para ponerlos de ejemplo del verdadero seguimiento del Reino.

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Este domingo, sale de nuevo el protagonismo de los discípulos: Maestro, "vimos a uno echando fuera demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo porque nos seguía". Pero Jesús dijo:"No se lo impidan, porque no hay nadie que haga un Milagro en mi nombre y que pueda enseguida hablar mal de Mí". Esta escena me lleva a pensar en el tiempo que perdemos peleando entre confesiones cristianas, para querer demostrar que la nuestra es la verdadera. Y, más triste aún, al interior de nuestra propia iglesia, defendiendo ministerios y títulos que nos engarzan en una polémica sin fin, olvidando la esencia del seguimiento: Caminar junto al Maestro en busca de los seres más vulnerables y empobrecidos.

Traigo a colación una experiencia de vida de hace un poco menos de 2 años: En una parroquia rural, enclavada en la geografía colombiana, donde la violencia ha hecho mella y la muerte es la vecina más cercana, cierto día asesinaron a un jovencito y el sacerdote tenía un viaje y no podía celebrar el funeral. Antes del medio día, llegaron algunos familiares y vecinos cargando al finadito.

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Al llegar: Las puertas cerradas...ni siquiera podrían doblar las campanas. Una catequista movida por la compasión, entró como pudo en la casa parroquial y abrió las puertas del templo, tocó las campanas y, desde el altar celebró un sencillo funeral; sacó agua bendita de la pila bautismal, para hacer la aspersión sobre el difuntico, volvió a doblar las campanas y acompañó al humilde grupo al cementerio... Cuando el cura regresó y supo lo que había pasado entró en furia.

Al domingo siguiente en la Eucaristía, le prohibió públicamente a esta catequista que diera más catequesis. Porque lo que había hecho, según él, no le era permitido a cualquiera. El altar sólo estaba destinado a los ministros consagrados. Y los funerales en su parroquia debían ser precedidos por él, que era el pastor de esta iglesia.

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Esta mujer, no dijo nada. Salió en silencio y desde ese domingo, venía a misa y se quedaba en los últimos bancos. Meses después, la llamaron de nuevo a prestar el servicio de catequista y ella en silencio, regresó. - lo más seguro es que yo no hubiera regresado - Y esto me lleva al último retazo de este capítulo: y es la dura advertencia de Jesús contra los que desde la cúspide de poder, escandalicen a los pequeñitos y pequeñitas que creen en Él...

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