¿Necesitamos de la Iglesia?

Dos mil años después es curioso como Jesús de Nazaret sigue suscitando interés, aún hoy nos sigue diciendo algo, incluso a los que dicen no creer en nada ni en nadie.
Muere joven, de forma violenta, de la peor que podía haberlo hecho, pero sigue fascinando.
No pasa lo mismo con nuestra Jerarquía eclesiástica y en muchos de los lugares con nuestra Iglesia a la que se le suele reprochar con bastante frecuencia no seguir los pasos de su fundador.
Muchos prefieren vivir una vida cristiana sin una referencia explícita a una comunidad, Cristo sigue hoy día tocando el corazón, pero no pasa lo mismo con esa parte de la Iglesia, donde parece existir un desajuste entre lo que esperamos y lo que tenemos situándonos en una alternativa.
Recordemos que Jesús también fue perseguido y escandalizaba por su forma de vivir y actuar no estaba bien vista por todos. “Dichoso el que no se escandalice de mi” (Mt 11,6). Jesús no pretender transformar el mundo desde el poder, sino desde la humildad, desde el hombre mismo, desde abajo, desde dentro, en actitud de servicio y esto, naturalmente, desconcertaba e incluso escandalizaba ya que su forma de proceder nunca era un fin en si mismo sino un medio.
De alguna forma, los cristianos repetimos esa lógica: por una parte seguimos a un Jesús radical en sus posicionamientos y por otra parte, intentamos triunfar según los criterios del mundo, algo que siempre ha estado presente, ya que la Iglesia siempre ha estado tentada a la infidelidad a la vez que ha intentado alguna reforma.
En estos momentos nos encontramos a una Iglesia posicionada junto al poder donde el trigo y la cizaña conviven unidos. Debemos de hacer un discernimiento a la luz de la fe ya que la Iglesia es misterio de fe y sacramento de Cristo.
Recordemos que la cruz también desconcertó, pero no olvidemos que es vida y unidad y ésta es la que nos lleva a Dios.
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