Estoy a tu puerta y llamo
| Ana Bou
El título que da pie a este compartir es del (Ap. 3,20). He pensado en esta frase por lo difícil y complicado que es preparar nuestro corazón para el Adviento y Navidad, cuando el mundo está lleno de dolor, de sufrimiento, cuando sangra por los cuatro costados… Es como si el sol se hubiera escondido, como si el mundo estuviera en una constante tiniebla y noche, pero aunque tengamos que escarbar en lo más hondo, siempre encontraremos la luz, la fuerza y la esperanza…
Valencia va recuperándose muy lentamente porque el ser humano está hecho de amor y para amar. Ucrania, por desgracia, y tantos países, se han acostumbrado a vivir en medio de toques de sirenas, pero en medio de esa destrucción sin medida, alguien ha puesto un árbol de Navidad, unas guirnaldas, un pequeño símbolo, algo, ¡esa es la esperanza!…Hoy en pleno S.XXI, sigue llamando a tu puerta, a tu vida, se sigue haciendo presente en tantos cientos y miles de voluntarios que siguen tendiendo su mano cada día, enfangados hasta el cuello para que pueda llegar la esperanza y la fuerza a quienes no la tienen.
Cada Adviento, cada Navidad renacemos y florecemos. Destaca sobre todo, la flor de la esperanza, una flor que hay que cultivar un día y otro, una semana y otra, y lo hacemos a través del compromiso de mancharnos las manos de barro, sin dejar de creer que otro mundo, otra sociedad es posible, porque tenemos que seguir luchando por cuidar ésta tierra, nuestra tierra, para entregar a las futuras generaciones otra realidad. El ser humano sigue teniendo esa capacidad de apertura y esperanza ante los ojos de una sociedad, muchas veces, con aspiraciones meramente terrenales.
Amig@s no olvidemos que sigue llamando, lo que ocurre, es que en demasiadas ocasiones, las puertas siguen estando cerradas porque no se presenta con títulos, privilegios o audiencias, sino como alguien que quiere venir a regalar a dar. El problema es que como no estamos acostumbrados a esa forma de llamar, por eso, a veces dudadnos si abrir o no…