"Hizo teología desde el pueblo, desde los márgenes no desde el centro, no desde un despacho" Víctor Codina, sencillamente un teólogo
Eligió hablar de Dios desde los pobres, desde el altiplano, desde la mina y el lago, y desde allí pensó la Iglesia, y por tanto bajó más todavía dejando soplar al Espíritu Santo, contándolo…
Hace casi 50 años, cuando todavía no había ido a Bolivia en memoria de Luis Espinal, Víctor Codina escribió preguntándose si se puede hacer teología en un barrio marginal, y la respuesta (que retomó esta semana, pocos días antes de morir) fue sencilla: para hablar de Dios hay que “ver” dónde está
Un teólogo es alguien que “habla de Dios”, y, cuanto más hondamente lo hace, pues mejor teólogo será. Hay algunos que creen que para ser buen teólogo es imprescindible hablar raro, y casi pareciera que cuanto más raro hablan, mejores teólogos son. Hay algunos, seguramente por esto, que entienden que sólo es posible ser buen teólogo cuantos más libros haya leído (y si son libros raros, pues mejor, entonces). Cuantas más bibliotecas haya frecuentado mejor teólogo será, por cierto. Y, entonces, cuando se proponen nombres de teólogos ejemplares, se vuelve imprescindible recurrir al Norte… bien al norte. Nada bueno puede salir de Nazaret, parecen decir, en una especie de síndrome de Natanael.
Hace casi 50 años, cuando todavía no había ido a Bolivia en memoria de Luis Espinal, Víctor Codina escribió preguntándose si se puede hacer teología en un barrio marginal, y la respuesta (que retomó esta semana, pocos días antes de morir) fue sencilla: para hablar de Dios hay que “ver” dónde está, es lo que se llaman los “lugares teológicos”, y Jesús ha dicho que se lo encuentra en los márgenes. Un año antes también había vuelto sobre el tema: “no se puede hacer teología desde un despacho”.
En la Bolivia que eligió pudo ver la muerte de los niños, el clamor de los pobres, las Comunidades de Base… y desde ese lugar escribió. Eligió hablar de Dios desde los pobres, desde el altiplano, desde la mina y el lago, y desde allí pensó la Iglesia, y por tanto bajó más todavía dejando soplar al Espíritu Santo, contándolo… Dialogó con Oriente y con la poesía, con los íconos y con la cultura, con la espiritualidad y la fiesta. Habló porque escuchó, mostró porque miró. Y, como el que seguramente sea el mejor teólogo cristiano (porque nadie ha de haber hablado de Dios mejor que él), habló también en parábolas.
Por cuestiones familiares, según dijo, tuvo que regresar a su Cataluña natal. Y poco después, en medio de la enorme crisis de la Compañía de Jesús en su Bolivia amada, partió al encuentro del misterio. Y ahora podrá confirmar que es en la sencillez y la pequeñez, en lo simple y en la fiesta donde se puede hablar mejor que nunca, mejor que nadie, del Dios que es vida, que es liberación, que es pascua. Gracias, amigo Víctor. Sencillamente por todo.
Foto de Víctor Codina con los curas en opción por los pobres (2003)
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