Muerte del Papa Francisco, Resurrección, Iglesia, Teología de lo cotidiano, Pontificado EL CIELO PODÍA ESPERAR

EL CIELO PODÍA ESPERAR
EL CIELO PODÍA ESPERAR

Y todo esto era solo el comienzo

NOTA INTRODUCTORIA

Hoy nadie duda del impacto que ha ejercido el Papa Francisco en la Iglesia y en el mundo. Ahí tenemos el eco que ha generado su desaparición física. Pero en sus inicios, cuando fue proclamado Sumo Pontífice, muchos miraban con el cuello retorcido, tanto para un lado como para el otro, las acciones y gestos que este nuevo y recién estrenado protagonista ponía en circulación. Quiero hoy rescatar la impresión que en los primeros meses de pontificado suscitó en mí Bergoglio. Coincide que estaba yo en esos momentos escribiendo mi tesis doctoral sobre el cristianismo de Gianni Vattimo (bien acompañado de mi querida directora y amiga Teresa Oñate) cuando una luz insospechada apareció en el camino con Francisco. Había mucho que releer, mucho que conectar, tanto con el debolismo, como con el Concilio Vat. II y el corazón del Evangelio. Pongo aquí, como una antesala de algo mayor aquella intuición que se gestaba como semilla allá por el 2013. Su realidad la hemos podido ver cumplida en estos doce años que Francisco ha estado al frente de la Iglesia. Sabemos mucho ya de Francisco porque el árbol se conoce por sus frutos, y los que creemos en Jesús sabemos que, si el grano de trigo no muere, no puede dar fruto, PERO...EL CIELO PODÍA ESPERAR, AL MENOS CONTIGO, FRANCISCO, UN POQUITO MÁS. Solo un poquito más… Ahora esperamos con gran deseo que tu legado sea continuado, incluso llevado a término en aquellos retos que no pudiste tocar o culminar. No es mala idea, incluso diría que es necesario si queremos tocar lo cierto, volver a los inicios de su pontificado. Ello nos ayudará a percatarnos del milagro producido con Francisco. Solo así será posible agradecer el camino andado en la Iglesia.

Les dejo aquí el capítulo que escribí en 2013 y que incluí en mi libro El amor es el límite bajo el título“El nuevo Papa Francisco: La teología de lo cotidiano y el miedo al cambio”, donde podemos ya reconocer en este incipiente Francisco la esperanza de una Iglesia con olor a Evangelio que tendrá futuro.

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El nuevo Papa Francisco: La teología de lo cotidiano y el miedo al cambio

Fue para mí de vital importancia que, estudiando a Vattimo y poniendo la mirada en la Iglesia y su trayectoria en la política vaticana, me encontrase con este cambio de época que, me atrevo a asegurar, ha suscitado el nuevo Papa Francisco, quizá el argentino más conocido y apreciado del momento, con el permiso de Lionel Messi.

Jorge Mª Bergoglio deslumbró al mundo desde que apareció en el balcón de la Plaza de San Pedro. Pero lo que realmente dejó estupefacto a todos fue su petición pública al propio pueblo de Dios pidiéndioles ayuda y oración. Él, que había sido elegido por mayoría absoluta por el colegio cardenalicio, pidiéndonos auxilio…

Tras la desconcertante dimisión de J. Ratzinger y las intrigas de palacio por los escándalos de la Banca Vaticana y “Vatileaks”, no dejó impasible el nuevo Pastor de la iglesia católica que asumía el nombre de Francisco, no como se pensaba en honor de S. Francisco Javier, patrón de las misiones y jesuita como él, sino por Francisco de Asís: un guiño a la espiritualidad franciscana y a los pobres del mundo. Es así que se muestra a su propia Iglesia con unos zapatos negros (no los rojos especiales que se hacen para el Obispo de Roma), con los mismos que llegó para celebrar el Cónclave.

El color responde a la tradición católica que indica que este color representa la sangre vertida por los mártires durante la historia del cristianismo, sin embargo, el Papa Francisco decidió no usarlos, aunque se sabe que existían varios pares de diferentes tallas listos para cualquier cardenal que fuera nombrado Papa al final del Cónclave.

Desde el día de su elección, hasta este martes en el que se celebró la misa por el inicio oficial de su pontificado, Bergoglio, quien ha dejado claro que su idea del Pontificado no es vivir con lujos, sino hacer una iglesia de “Pobres para Pobres”, se presentó a la celebración de este martes con los mismos zapatos, aunque notoriamente más limpios y perfectamente lustrados a diferencia de sus primeras apariciones públicas.[1]

Pero Bergoglio, con sangre y espíritu jesuita, se mostró desde el comienzo como un hombre de fronteras y un misionero con talante y carácter. Pero esa contundencia que se le atribuía (la prensa no cesó de recabar información, trapos sucios y cualquier dato que sirviera para dilatar la noticia y prever el futuro político eclesial) pronto se entendió que iba a canalizarse como ternura. Mientras se escuchaban voces refiriéndose a él como el colaborador del gobierno ante los jesuitas desaparecidos en Buenos Aires durante la dictadura, Francisco contagiaba al mundo con palabras y gestos no aptos para cardiacos cardenales preconciliares.

Así, un detalle también discordante con el pasado ha sido su decisión de ir en el “Papamóvil” al descubierto, sin ese blindaje formidable que llevaba, expuesto como sus palabras y el mismo Jesús, que no pasó de una borriquita. Además, se suele mover en un Ford Focus que tenía y en un Renault 4 (el famoso “4 latas” en España), vehículo ya antiguo y desfasado desde el punto de vista tecnológico.

Pero, si algo ha merecido un verdadero respeto (por el impulso e ilusión transferidos en el mundo cristiano católico, a los que algún no católico también se está sumando últimamente), ha sido la palabra pronunciada en cada una de sus homilías, ocasión siempre para redirigir al Pueblo de Dios a su fuente desde la valentía que proporciona la bondad y la ternura. «Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida», nos recordaba Francisco el 19 marzo de 2013.

El 6 de abril de 2013, Dolores Aleixandre, RSCJ+ escribe una sonada carta a Francisco, obispo de Roma. Me ha parecido conveniente, plasmar gran parte de dicha carta al hilo de esta presentación. Creo firmemente que el contenido y, sobre todo, el espíritu que habita en sus letras está en clara sintonía con la actitud y el empeño que Francisco está poniendo en su pontificado. Hay diferencias, por supuesto, con Juan XXIII, pero todo hace pensar que, tras cincuenta años de este, el espíritu vuelve, no a soplar sino a mover los cimientos de la iglesia, como si de un tsunami de Evangelio se tratase:

Hermano Francisco: nunca pensé que me dirigiría así a un Papa, pero como en tu saludo inicial no nos llamaste “hijos e hijas” sino “hermanos y hermanas”, siento que tengo permiso para hacerlo. Y me sale también un tú, aunque llenísimo de respeto, porque no me imagino llamando de usted a un hermano de verdad y el vos argentino no me va a salir (…) Te vemos distendido y hasta bromista (¡qué maravilla, un papa con sentido del humor…!), sin dar en ningún momento la impresión de estar abrumado por el peso de esa responsabilidad agobiante y desmesurada que los Papas se han ido echando sobre los hombros, como si les tocara a ellos solos encargarse de toda la Iglesia universal. Como si no existieran los otros Pastores, como si el pueblo de Dios fuera un fardo con el que cargar y no una comunidad de hombres y mujeres capaces de iniciativa y con deseos de participar y de colaborar, como soñamos con el Concilio.

Tú, en cambio, estás consiguiendo comunicarnos la convicción de que ese camino que comienzas lo vas a hacer acompañado por todos nosotros. Qué manera tan franciscana por lo sencilla y tan ignaciana por su lucidez de señalar un nuevo estilo eclesial.  Porque si lo que deseas es que se nos reconozca por la fraternidad, el amor y la confianza, empiezan a sobrar y a estorbar (hace tiempo que a bastantes ya nos estaban sobrando y estorbando…) tantas conductas, prácticas y costumbres en las que se han ido confundiendo la dignidad con la magnificencia y lo solemne con lo suntuoso (…). Así que bienvenida sea esa tarea que emprendes de volver a la frescura del Evangelio y a la radicalidad de sus palabras: ya nos estamos dando cuenta de que, en lo que toca a los pobres, no vas a darnos tregua.

Comienzas tu camino en momentos de extrema debilidad de la Iglesia…Pero es precisamente ahora, cuando aparece desnuda y despojada ante la mirada enjuiciadora del mundo, cuando se le presenta inesperadamente una ocasión maravillosa: la de revestirse por fin, únicamente, del manto de la gloria de su Señor.

Nos has confiado la tarea de sostenerte con nuestra oración y en estos momentos estoy pidiendo para ti unas cuantas cosas: paciencia ante el rastreo que la prensa está haciendo de tu pasado y que es una consecuencia de lo que dijiste a los periodistas: «Habéis trabajado ¿eh?, habéis trabajado…». Pues eso, se han crecido y siguen trabajando. También pido que no te agobien más de la cuenta las expectativas descomunales que estás despertando y que te sientas muy libre (y muy hábil también) para elegir a quienes creas que pueden ayudarte en el gobierno de la Iglesia, aunque suponga un ERE para la curia.

Vas a encontrar muchas piedras en ese camino: críticas, resistencias y hasta zancadillas así que, siguiendo la recomendación de tu preciosa homilía el día de San José, trata de custodiarte un poco a ti mismo (…) Muchos nos sentimos ahora responsables de rezar por ti, aunque no seamos de tu diócesis y nos alegra saber que estás también encargado de velar por la Iglesia universal. De pronto, está recobrando sentido llamar Papa al Obispo de Roma.

Que el Señor te bendiga, te guarde y derrame sobre ti el bálsamo de su paz.

Dolores Aleixandre RSCJ+”[2]

Papa Francisco

El 29 de mayo, advierte Bergoglio que la tentación de triunfalismo que tenemos los cristianos es frecuente: la tentación de obrar milagros, de solucionar las cosas rápidamente y sin sufrimientos. Este triunfalismo paraliza a la Iglesia. Y yo añado: es una pura estadística sin alma.

Pidamos al Señor, dijo Bergoglio, la gracia de no ser una iglesia a mitad de camino, una Iglesia triunfalista, de grandes éxitos, sino de ser una Iglesia humilde, que camina con decisión como Jesús. Adelante, adelante, adelante... Un corazón abierto a la voluntad del Padre, como Jesús. Pidamos esta gracia.[3]

El día después, (el 30 de mayo) Francisco, en el día del Corpus medita el pasaje de la multiplicación de los panes preguntándose quiénes son aquellos a los que dar de comer, de dónde nace la invitación que hace Jesús a los discípulos de alimentar ellos mismos a la multitud y de dónde nace la multiplicación de los panes.

Es curioso cómo no rechaza ni devalúa la palabra “solidaridad” sino que la sugiere como el reflejo de lo divino; solidaridad y caridad andan en consonancia de espíritu. Cuántas veces nosotros, seres del mundo, nos contraponemos a ella con nuestros gestos y omisiones…

Homilía fortísima acerca del fariseísmo tuvo en Santa Marta Francisco. Destacable, al hilo de la argumentación que sigo en este libro, es el siguiente párrafo:

Pensemos bien hoy: ¿Cuál es nuestro lenguaje? ¿Hablamos con verdad, con amor, o hablamos un poco con el lenguaje social del ser corteses, incluso para decir cosas buenas, pero que no sentimos? ¡Hermanos, que nuestro hablar sea evangélico! Luego, estos hipócritas que comienzan con la lisonja, la adulación, y todo esto, terminan buscando testigos falsos para acusar a los que habían halagado. Pidamos hoy al Señor que nuestra conversación sea el hablar de los sencillos, el hablar de un niño, el hablar de los hijos de Dios, hablar con verdad sobre el amor”.[4]

Preciosa también la meditación de Francisco en la celebración del sagrado corazón, fiesta muy jesuita, por cierto. Dejarse amar por el Señor con ternura es difícil, pero es lo que tenemos que pedirle a Dios. Esta fue la invitación del papa Francisco en la misa en la Casa Santa Marta: «Estos dos criterios (las obras y las palabras) -destacó el papa- son como los pilares del amor verdadero», y es el Buen Pastor el que representa, en todo, el amor de Dios. Él conoce a sus ovejas una a una, «porque el amor no es amor abstracto o general: es el amor hacia cada uno».

Un Dios que se hace cercano por amor, camina con su pueblo, y este caminar llega a un punto que es inimaginable. Nunca se puede pensar que el mismo Señor se hace uno de nosotros y camina con nosotros, se queda con nosotros, permanece en su Iglesia, en la Eucaristía sigue presente, sigue estando en su Palabra, permanece en los pobres, se queda con nosotros para caminar. Y esta es la cercanía: el pastor cerca de su rebaño, cerca de sus ovejas, que las conoce una por una.

Explicando todavía un pasaje del libro del profeta Ezequiel, Francisco pone de relieve otro aspecto del amor de Dios: el cuidado y cercanía hacia la oveja perdida, la ternura por aquella herida y enferma.

El lunes 10 de junio Francisco meditó sobre las Bienaventuranzas y, entre otras cosas, nos dijo que las Bienaventuranzas se entienden con un corazón abierto, que la verdadera libertad nacía de abrir la puerta del corazón al Señor.

Pero si Francisco tiene unas palabras deseadas, estas son las que pronuncia el 11 de junio de 2013: «Una iglesia rica, no; una Iglesia pobre, sí». El papa también reiteró que en la Iglesia el testimonio de la pobreza nos salva de convertirnos en meros organizadores de las obras. Y advirtió que cuando queremos hacer una “Iglesia rica”, la Iglesia «envejece», «no tiene vida». A la misa -concelebrada, entre otros, por el arzobispo Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe-, asistieron presbíteros y empleados de dicho dicasterio.

El 9 de junio de 2013 el ex franciscano y teólogo brasileño de la liberación Leonardo Boff escribía un artículo: “La tentación de Francisco de Asís y la posible tentación de Francisco de Roma” que dio mucho que pensar. Destaco su desmitificación de Francisco de Asís y saco a colación algunos párrafos:

(…) Donde hay poder, sobre todo en una monarquía absoluta como el Estado Vaticano, siempre surge un anti-poder, intrigas, carrerismo y disputa por el poder. Thomas Hobbes en su famoso Leviatán (1651) lo vio claro: «no se puede garantizar el poder, sino buscando poder y más poder». Francisco de Roma, actual obispo local y Papa, debe interferir en ese poder, marcado por mil astucias y, a veces, por corrupción. Sabemos por los Papas anteriores que se propusieron reforma de la Curia, las resistencias y frustraciones que tuvieron que soportar, e incluso se sospecha de la eliminación física de algún Papa hecha por la gente de la administración eclesiástica. Francisco de Roma tiene el espíritu de Francisco de Asís: está por la pobreza, la sencillez y el despojamiento del poder. Pero afortunadamente es jesuita, con otra formación y dotado del famoso “discernimiento de espíritus”, propio de la Orden. Manifiesta una ternura explícita en todo lo que hace, pero también puede mostrar un vigor inusitado, como corresponde a un Papa con la misión de restaurar la Iglesia moralmente arruinada.

Francisco de Asís tenía pocos consejeros, soñadores como él, que no sabían cómo ayudarlo. Francisco de Roma se ha rodeado de consejeros elegidos de todos los continentes, personas de edad, es decir, con experiencia en el ejercicio del poder sagrado. Éste debería adquirir ahora otro perfil: más de servicio que de mando, más despojado que adornado de los símbolos del poder palaciego, más con “olor a oveja” que a perfume de las flores del altar. El portador del poder sagrado debe ser antes pastor que portador de la autoridad eclesiástica; presidir más en la caridad y menos con el derecho canónico, debe ser hermano entre sus hermanos, pero con diferentes responsabilidades.

¿Francisco de Roma soportará su «gran tentación» inspirado en su homónimo de Asís? Estimo que sabrá tener mano firme y no le faltará coraje para seguir lo que le dicte su “discernimiento de espíritu” para restaurar efectivamente la credibilidad de la Iglesia y devolver la fascinación por la figura de Jesús”.[5]

No es cuestión de sacar aquí todas y cada una de sus homilías. Sólo destacaremos algunas, aunque en todas se pueden entrever un mismo espíritu. Si hay un artículo capaz de captar los avances de Francisco en el Vaticano es el que hace Juan V. Boo en ABC, nada sospechoso de revolucionario. Lo tituló “El golpe maestro de Francisco”. A destacar lo siguiente:

Francisco ha creado un gabinete mundial de ocho cardenales «para aconsejarle en el gobierno de la Iglesia universal», y está en contacto con ellos desde el 13 de abril con vistas a ultimar, antes de octubre, un plan de reorganización de la Curia romana. Los ocho son personajes de gran peso en sus respectivos continentes y, sobre todo, «espíritus libres», capaces de aconsejar sin miedo y con apertura mental.

La jugada maestra del nuevo Papa ha sido tomar una medida sin precedentes en los últimos cinco siglos -desde que se creó la Curia romana centralizada- mediante un simple comunicado de la Secretaría de Estado. Lo ha hecho sin debate previo, sin emitir normas jurídicas y sin implicar a la Curia en la creación de un equipo de alto nivel destinado precisamente a reformarla desde fuera y desde lejos, vista la imposibilidad de hacerlo desde dentro. Mientras que los departamentos del Vaticano se ocupan de áreas temáticas como Obispos, Doctrina de la Fe, Laicos, Familia, etc., los ocho consejeros del Papa abordan todos los temas de gobierno de la Iglesia universal, incorporando a la vez, además de la sensibilidad de cada uno de ellos, también la de su respectivo continente.

Igual que Francisco sorprendió al mundo en su primer saludo inclinándose humildemente en el balcón para recibir la oración de los fieles en la plaza de San Pedro, ahora ha sorprendido a la Curia con una reforma «repentina y silenciosa», quizá la única posible (…) El grupo de cardenales consejeros ha recibido ya borradores antiguos de reforma, aparcados durante años, así como nuevas propuestas, algunas de ellas radicales. Son remedios enérgicos, impensables con otros Pontífices, pero no con el Papa Francisco.[6]

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Genial e impensable son las palabras del 6 de junio de 2013 que “Comunión y liberación” y “Redes cristianas” nos ofrecen sobre una entrevista a Francisco. No tiene desperdicio y, creo que ha sido, junto a algunos comentarios de históricos teólogos de la liberación, artífices de la esperanza que genera hoy Roma

Francisco instó a los líderes de la CLAR a que no tengan miedo de continuar llevando su misión a los límites y las fronteras… “¡Coraje! ¡Avanzad para nuevos horizontes! No tengan miedo de correr riesgos yendo a los pobres y los nuevos sujetos emergentes en el continente”, señaló el Papa Bergoglio, quien al final del encuentro agradeció enfáticamente a la vida religiosa ser “señal y testimonio del Evangelio” en muchos lugares de América Latina y Caribe.

Abran puertas, ¡abran puertas!

Se van a equivocar, van a meter la pata, ¡eso pasa! Quizá hasta les va a llegar una carta de la Congregación para la Doctrina (de la Fe) diciendo que dijeron tal o cual cosa… Pero no se preocupen. Expliquen lo que tengan que explicar, pero sigan adelante… Abran puertas, hagan algo ahí donde la vida clama. Prefiero una Iglesia que se equivoca por hacer algo que una que se enferma por quedarse encerrada (…) Ese es el evangelio (…) En la curia hay gente santa, de verdad, hay gente santa. Pero también hay una corriente de corrupción, también la hay, es verdad… Se habla del “lobby gay”, y es verdad, está ahí… hay que ver qué podemos hacer…

La reforma de la Curia romana es algo que pedimos casi todos los cardenales en las congregaciones previas al Cónclave. Yo también la pedí. La reforma no la puedo hacer yo, estos temas de gestión… Yo soy muy desorganizado, nunca he sido bueno en esto. Pero los cardenales de la comisión la van a llevar adelante. Ahí está Rodríguez Maradiaga, que es latinoamericano, que lleva la batuta, está Errázuriz, son muy ordenados. El de Munich también es muy ordenado. Ellos la llevarán adelante.

 Oren por mí… que me equivoque lo menos posible (…) Hay algo que me preocupa, aunque no sé cómo leerlo. Hay congregaciones religiosas, grupos muy, muy pequeños, unas pocas personas, gente muy mayor… No tienen vocaciones, qué sé yo, el Espíritu Santo no quiere que sigan, quizá han cumplido ya su misión en la Iglesia, no sé… Pero ahí están, aferradas a sus edificios, aferradas al dinero… Yo no sé por qué pasa esto, no sé cómo leerlo. Pero les pido que se preocupen de esos grupos… El manejo del dinero… es algo que necesita ser reflexionado.[7]

El miércoles 12 de junio proclamaba Francisco «Abran las puertas de la Iglesia para que entren. Y salgamos a anunciar el evangelio». El papa habló sobre la figura de la Iglesia como Pueblo de Dios, según las enseñanzas del Concilio Vaticano:

Que la Iglesia sea el lugar de la misericordia y de la esperanza de Dios, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado, animado a vivir la vida buena del evangelio. Y para que el otro se sienta acogido, amado, perdonado, alentado, la Iglesia debe estar con las puertas abiertas, para que todos puedan entrar. Y nosotros tenemos que salir de aquellas puertas y anunciar el evangelio.[8]

La noche del 17 de junio Francisco abrió en Roma el congreso eclesial de la diócesis, sobre el tema “Yo no tengo vergüenza del evangelio” y recordó que «algunos cristianos parecen ser devotos de la diosa lamentación». Y añadió: «Sean por todas partes portadores de la palabra de vida, en nuestros barrios, dónde haya personas» y recordó al buen pastor que deja las noventa y nueve para buscar a una.

Yo veo aquí no sólo un mensaje más para evangelizar y salir a la calle, al trabajo, al colegio y transmitir contagiando la alegría que nos brota, sino también una apuesta por la conciliación con nuestros hermanos separados, cuestión que ya ha dado fe Francisco en el poco tiempo que lleva coordinando la Iglesia católica.

El 17 de junio hizo una homilía en relación a la justicia de Dios: la de dar la capa (con paz) cuando se le pide la túnica. Nos preguntamos con Francisco: ¿Estaría Jesús en sus cabales o no? (¡Es que se le ocurre cada cosa…!).

El miércoles 19 de junio, el Papa Francisco en Santa Marta comentó, al hilo del evangelio con cita en Mt 6, 1-6. 16-18, que «la casuística de preceptos impide vivir a Dios con alegría y magnanimidad». Y pedía una ética, pero con bondad.

(…) En particular, más allá de la vanidad de los escribas y fariseos, Francisco los estigmatiza por imponer a los fieles “tantos preceptos.”: Los llama “hipócritas de la casuística”, “intelectuales sin talento” que “no tienen la inteligencia para encontrar a Dios, para explicar a Dios con inteligencia”, y al hacerlo así, impiden a sí mismos y a los otros que entren en el Reino de Dios”.[9]

El 20 de junio nos habló Francisco de que la oración no es magia. “¿A quién debo orar?, ¿Al Dios Todopoderoso? Demasiado lejos”. Y añadió algo que viene a coincidir con el apartado dedicado al Padrenuestro (3.1 de este libro):

Tenemos un Padre. Cercanísimo, ¡eh!, que nos abraza... Todas estas preocupaciones, inquietudes que tenemos, dejémoslas al Padre: Él sabe lo que necesitamos. Padre, ¿qué?, ¿mi padre?

No, ¡Padre nuestro! Porque no soy hijo único, ninguno de nosotros, y si no puedo ser un hermano, será difícil convertirme en un hijo de este Padre, porque es el padre de todos. Sin duda que es el mío, pero también de los demás, de mis hermanos. Y si no estoy en paz con mis hermanos, no puedo decirle “Padre” a Él.

Pero si hay una frase para no olvidar, quizá sea la que pronunció el 21 de junio en la misa diaria en Roma: «Nunca he visto un camión de mudanzas detrás de un cortejo fúnebre». Y con una lucidez que sólo da el amor animó a buscar con corazón las cosas realmente importantes de la vida. En correspondencia con lo anterior el 22 de junio Francisco advirtió:

 «Las riquezas ahogan las promesas de Dios». Jesús, dijo el papa, tiene “una idea clara acerca de esto”: son «las riquezas y los afanes del mundo» los que ahogan la Palabra de Dios, son estas las espinas que ahogan la semilla que cayó en la tierra, de las que nos habla la Parábola del Sembrador. “Olvidar el pasado, no aceptar el presente, desfigurar el futuro: esto es lo que hacen las riquezas y las preocupaciones. El Señor nos dice: ‘¡Pero, no te preocupes! Busquen el Reino de Dios y su justicia, todo lo demás vendrá.[10]

Más que como un eslogan pegadizo, como si de un joven revolucionario se tratase, un día después, el 23 de junio Francisco pregonó: «Jóvenes, ¡sean valientes y vayan contracorriente!», resaltando a los que entregaron y entregan su vida al Evangelio y haciendo un claro llamamiento a los jóvenes a seguir a Jesús radicalmente. Al día siguiente insistió en que la Iglesia no debía tomar nada para sí misma. «La certeza del cristiano es que Dios nunca nos deja solos». El martes 25 de junio de 2013 Francisco insistía en la idea de que ser cristiano es un llamado de amor, una llamada a ser hijos de Dios. La certeza del cristiano es que Dios nunca nos deja solos y nos invita a seguir adelante, incluso en medio de los problemas. Dios -reiteró el papa- “es fiel, pues Él nunca puede renegar de sí mismo: Él es la lealtad”.

«¿Somos piedras vivas o somos piedras cansadas?» Si falta el ladrillo de nuestra vida cristiana, le falta algo a la belleza de la Iglesia, decía Francisco el 26 de junio en Roma. Si la Iglesia es templo vivo del Espíritu, debe reflejar este espíritu vital.

La Iglesia no es una mezcla de cosas e intereses, sino que es el templo del Espíritu Santo, el templo por medio del cual Dios obra, el templo del Espíritu Santo, el templo en el que cada uno de nosotros, con el don del bautismo, es una piedra viva. Esto nos dice que nadie es inútil en la Iglesia y si a veces, alguien le dice al otro: “Vete a tu casa, eres inútil”, ¡esto no es cierto, porque nadie es inútil en la Iglesia, ¡todos somos necesarios para construir este templo! Nadie es secundario. Ninguno es el más importante en la Iglesia, todos somos iguales ante los ojos de Dios.[11]

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El papa alertó el jueves 27 en Santa Marta (Roma) del peligro de ser cristianos sin Cristo. Hay personas que «se hacen pasar por cristianos», y pecan o de superficialidad excesiva o de demasiada rigidez, olvidando que un verdadero cristiano es el hombre de la alegría, que apoya la fe sobre la roca de Cristo. El 28 de junio Francisco reflexionó la lectura bíblica Génesis 17, 1. 9-10. 15-22 y, entre otras cosas señaló que el Señor entra en nuestras vidas cuando quiere, que no podemos poseer a Dios ni controlar su tiempo. El Señor, pues, se toma con nosotros su tiempo y tiene su paciencia y pedagogía. El papa profundizó así, sobre «el misterio de la paciencia de Dios que, al caminar, camina a nuestro ritmo».

Pero si hubo una señal inequívoca de simbiosis del Papa con el pueblo fue su reciente decisión de quedarse sin vacaciones debido a la tarea ingente que requiere reestructurar a la Iglesia y su solidaridad con los millones de personas que nunca tuvieron descanso. “Predica y da trigo”. Francisco llega al corazón de la gente porque es un testigo: vive lo que dice. Y, si pide austeridad y pobreza a la Iglesia, él mismo da ejemplo de ella en su propia vida, con un gesto más: se queda sin vacaciones. No se va al palacio de verano de los Papas de Castel Gandolfo. Seguirá trabajando (sin audiencias) en Roma y viajará a Brasil, para la Jornada Mundial de la Juventud de Rio.

La revolución tranquila de Francisco está en marcha. Y es imparable. Llegan buenos tiempos. Parece, incluso, que se aceleran los cambios en Roma y, por ende, en todo el mundo. Se ha terminado la era de los que se aferran al poder, se creen imprescindibles y no lo quieren soltar. Se cierra su ciclo. ¡Ya iba siendo hora! José Manuel Vidal.[12]

El 15 de julio se publicó en el diario argentino “La Nación” un artículo interesantísimo sobre la primera audiencia de Francisco con los líderes religiosos del mundo. Ahí, estuvo también el Rabino judío de Buenos Aires, Sergio Bergman. Éste narra su encuentro con Bergoglio salpicando la información oficial de la audiencia de la espontaneidad evangélica y anecdótica que siempre ofrece Francisco. En el diario aparecía este título significativo: “Abrazar a Francisco para encontrarme con Bergoglio” y contenía detalles muy sugerentes y de tonos afectivos no protocolarios:

Sigo aún emocionado -afirmaba Sergio Bergman, mientras escribo estas últimas líneas. El abrazo a Francisco renueva un pacto para esta nueva era, la bendición elevada en oración de un nuevo tiempo donde seguimos guiados por el corazón generoso de nuestro pastor y maestro, el papa Francisco que no es otro que el mismo Padre Jorge, el tan querido y valorado Bergoglio.[13]

Pero si había alguna duda sobre la escasa espiritualidad de Francisco (siempre hay quien confunde el tocino con la velocidad y entiende que la praxis se contrapone al espíritu, en vez de ver en lo externo el reflejo del interior), Francisco expone el 21 de junio que la oración y la acción deben ir siempre unidas. A los reunidos en la Plaza de San Pedro les dirigió unas hermosas palabras, al hilo de la famosa lectura de Marta y María, pidiéndonos que recemos con fidelidad para estar siempre más atentos a las necesidades concretas de los hermanos.

Pero si había un momento esperado por los jóvenes (que quieren una Iglesia más progresista), por críticos, desconfiados, entusiastas y lectores muchos de antiguos militantes de la Iglesia disgustados con la trayectoria de política vaticana en los últimos treinta años (como L. Boff, o el mismo Vattimo), si hubo un momento interesante para ello fue la celebración mundial de la juventud en Río de Janeiro: su primer examen público a gran escala. A pesar del siempre polémico gasto que necesariamente provoca este tipo de visitas, o la de algún político o evento internacional a gran escala (siempre se pueden hacer cosas mucho más austeras y canalizar los gastos de manera que la Iglesia autofinancie ciertos eventos), el impacto sociopolítico, además del religioso, fue grande. Algunos, por cierto, acusan al nuevo Papa de ser excesivamente populista. El tiempo lo dirá. El 22 de julio dijo Francisco de forma profética revitalizando lo que otros llaman “la generación perdida”: «Hay que abrirles mayores espacios a los jóvenes. Ellos son el ventanal por el que entra el futuro del mundo». Y en el vuelo hacia Río de Janeiro afirmó: «Impulsar dignidad e integración de los jóvenes, en una sociedad unida con los mayores», alentando una cultura del encuentro contra la cultura del descarte, tan practicada…

Pero si hubo un encuentro interesante para el mundo de la política y la cultura, este indudablemente fue el que ofreció Francisco en Brasil a la clase dirigente, a la cual le habló de “humildad social”. Mucho de lo que vengo diciendo en este escrito y su línea de investigación bíblica, teológica y política viene a confirmarse, precisamente, en este encuentro cuya frase estrella fue: «Se debe rehabilitar la política como la forma más alta de la caridad»

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Hay un artículo (que fue traducido del original italiano por José Antonio Varela V.) muy esperado por su discutible y vibrante contenido: los temas que Francisco no abordó en la JMJ: la mujer, divorciados, homosexuales, Vatileaks, curia romana: el texto de la rueda de prensa durante el vuelo de regreso a Roma el día 29 de julio de 2013. Innumerables y escabrosos temas salieron al ruedo, a los que valientemente Francisco fue contestando uno a uno. Pero otro de los momentos esperados (de un modo, digamos, más familiar) fue la celebración de la Eucaristía que el Papa Francisco concelebró con los jesuitas en la fiesta de San Ignacio (31 de julio de 2013). Mucha expectativa levantaba este acontecimiento debido a que la impronta ignaciana de este nuevo Papa era patente (misión, los pobres, andar en la frontera, libertad de espíritu y discernimiento) y, por otro, la posición con los que, desde dentro, podían ser más exigentes y críticos con la teología que se sustenta desde Roma. Interesantísimas son las palabras de Bergoglio que renuevan la fe en un pluralismo y ecumenismo religioso, especialmente en la controvertida relación con los hermanos musulmanes:

En relación al mutuo respeto en las relaciones interreligiosas, especialmente entre musulmanes y cristianos, el papa Francisco afirma que “estamos llamados a respetar la religión del otros, sus enseñanzas, símbolos y valores”.

También dedica el papa unas palabras a la educación de la juventud y recuerda que “debemos formar a nuestros jóvenes a pensar y hablar de forma respetuosa de las otras religiones y sus fieles, evitando poner en ridículo o denigrar sus convicciones o prácticas”.

El santo padre cita las palabras que dijo al Cuerpo Diplomático acreditado en la Santa Sede el 22 de marzo cuando dijo que “no se pueden vivir auténticas relaciones con Dios ignorando a los demás. Por eso, es importante intensificar el diálogo entre las distintas religiones, creo que en primer lugar con el Islam, y he apreciado mucho la presencia, durante la Misa de inicio de mi ministerio, de tantas autoridades civiles y religiosas del mundo islámico”. Con estas palabras, explica el santo padre “he querido reiterar una vez más la gran importancia del diálogo y de la cooperación entre creyentes, en particular entre cristianos y musulmanes, y la necesidad de reforzarla”.

Para finalizar su mensaje, el papa Francisco señala que “con estos sentimientos, renuevo mi esperanza que todos, cristianos y musulmanes, puede ser verdaderos promotores de mutuo respeto y amistad, en particular a través de la educación”.[14]

En los últimos días estamos asistiendo a una posible e inminente intervención bélica en Siria, a raíz de las víctimas aparecidas -según parece- por la utilización de armas químicas. Mientras el mundo se debate bajo criterios estrechos o de intereses particulares, Francisco aboga a resolver los conflictos con las armas de Cristo, con la misericordia. Como decía Gandhi, “ojo por ojo y nos quedaremos ciegos”:

En sus palabras finales, el Papa agradeció la acogida de los líderes de otras religiones a su convocatoria de una jornada de oración y ayuno, en la que él mismo participará rezando en la plaza de San Pedro el próximo sábado desde las siete de la tarde a las 11 de la noche.

El Santo Padre recordó que se trata de «una jornada especial de ayuno y oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo entero», y «también por la paz en nuestros corazones, ya que la paz empieza en el corazón».

Me gustaría aquí hacer un hueco a la impresión que el teólogo brasileño de la liberación ha tenido respecto a la Encíclica Lumen Fidei que, como todos sabemos fue escrita por el anterior Papa Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) y enriquecida con algunas aportaciones de Francisco:

 La Encíclica Lumen Fidei viene con la autoría del Papa Francisco, pero es sabido que fue escrita por el Papa anterior, ahora emérito, Benedicto XVI. Confiesa claramente el Papa Francisco: «Asumo tu precioso trabajo, limitándome a añadir al texto alguna contribución». Y así debe ser, de lo contrario, no tendría la nota del magisterio papal. Sería simplemente un texto teológico de alguien que un día fue el Papa.

Benedicto XVI quería escribir una trilogía sobre las virtudes cardinales. Escribió sobre la esperanza y el amor. Pero le faltaba la fe, lo que hace ahora con los pequeños complementos del Papa Francisco.

La Encíclica no trae ninguna novedad sensacional que llame la atención de la comunidad teológica, del conjunto de los fieles o del público en general. Es un texto de alta teología, con un estilo recargado y lleno de citas bíblicas y de los Santos Padres. Curiosamente cita autores de la cultura occidental como Dante, Buber, Dostoievski, Nietzsche, Wittgenstein, Romano Guardini y al poeta Thomas Eliot. Se puede ver claramente la mano del Papa Benedicto XVI, sobre todo en discusiones refinadas de difícil compresión hasta para los teólogos, manejando  expresiones griegas y hebreas, como suele hacer un doctor y maestro. El texto va dirigido a la Iglesia. Habla de la luz de la fe a quienes ya están dentro del mundo iluminado por la fe. En este sentido es una reflexión intrasistémica.

Tiene una dicción típicamente occidental y europea. En el texto solo hablan autoridades europeas. No se toma en consideración el magisterio de las iglesias continentales, con sus tradiciones, teologías, santos y testigos de la fe. Cabe señalar este solipsismo, pues en Europa sólo vive el 24% de los católicos, el resto está fuera, el 62% de ellos en el llamado Tercer Mundo y Cuarto Mundo. Puedo imaginar a un católico sudcoreano, indio, angolano, mozambiqueño o incluso andino leyendo esta encíclica. Posiblemente todos ellos entenderán muy poco de lo que está escrito allí, ni se encuentran reflejados en ese tipo de argumentación. El hilo conductor de la argumentación teológica es típico del pensamiento de Joseph Ratzinger como teólogo: la preponderancia del tema de la verdad, diría, casi obsesiva. En nombre de esa verdad, se contrapone frontalmente a la modernidad. Tiene dificultad para aceptar uno de los temas más caros al pensamiento moderno: la autonomía del sujeto y su uso a la luz de la razón. J. Ratzinger la ve como una forma de sustituir la luz de la fe.

No muestra esa actitud tan recomendado por el Concilio Vaticano II que sería: en enfrentamientos con las tendencias culturales, filosóficas e ideológicas contemporáneas, cabe principalmente identificar las pepitas de verdad que hay en ellas, y desde ahí organizar el diálogo, la crítica y la complementariedad. Es blasfemar contra el Espíritu Santo imaginar que los modernos sólo han pensado mentiras y falsedades.

Para Ratzinger el propio amor debe someterse a la verdad, sin la cual no se superaría el aislamiento de «yo» (n.27). Sin embargo, sabemos que el amor tiene sus propias razones y obedece a una lógica distinta, diferente, sin ser contraria a la verdad. El amor puede no ver con claridad, pero ve con más profundidad la realidad. Ya San Agustín siguiendo a Platón decía que sólo comprendemos verdaderamente lo que amamos. Para Ratzinger, «el amor es la experiencia de la verdad» (n.27) y «sin la verdad, la fe no salva» (n.24).

Esta declaración es problemática en términos teológicos, pues toda la Tradición, especialmente los Concilios han afirmado que solo salva «aquella verdad informada por la caridad» (fides  caritate informata). Sin el amor, la verdad es insuficiente para alcanzar la salvación. En un lenguaje pedestre diría: lo que salva no son las prédicas verdaderas sino las prácticas efectivas. Todo documento del Magisterio está hecho por muchas manos, tratando de contemplar las distintas tendencias teológicas aceptables. Al final, el Papa da su forma y lo avala. Esto también se aplica a este documento.

En su parte final, probablemente, de mano de Papa Francisco, hay una apertura notable, de sentido pastoral, que se compagina mal con las partes anteriores, fuertemente doctrinales. En ellas se afirma enfáticamente que la luz de la fe ilumina todas las dimensiones de la vida humana. En la parte final la actitud es más modesta: «La fe no es una luz que disipa todas nuestras tinieblas, sino una lámpara que guía nuestros pasos en la noche y eso basta para el camino» (n.57). Con precisión teológica afirma que «la profesión de fe no es asentimiento a un conjunto de verdades abstractas, sino hacer que la vida entre en plena comunión con el Dios vivo» (45).

La parte más rica, en mi opinión, es el n. 45 cuando se explica el Credo. Ahí se convierte en una afirmación que desborda la teología y tangencia la filosofía: «el fiel afirma que el centro del ser, el corazón más profundo de todas las cosas es la comunión divina» (n.45). Y completa: «El Dios-comunión es capaz de abrazar la historia del hombre e introducirlo en su dinamismo de comunión» (n. 45).

Pero se constata en la Encíclica una dolorosa laguna que le quita gran parte de su relevancia: no aborda la crisis de fe del ser humano hoy, sus dudas, sus preguntas que ni la fe puede responder: ¿Dónde estaba Dios en el tsunami que diezmó miles de vidas o en Fukushima? ¿Cómo creer después de las masacres de miles de indios a manos de los cristianos a lo largo de nuestra historia, de los miles de torturados y asesinados por las dictaduras militares de los años 70 a 80? ¿Cómo tener todavía fe después de los millones de muertos en los campos de exterminio nazis? La encíclica no ofrece ningún elemento para responder a estas preguntas. Creer es siempre creer a pesar de… La fe no elimina las dudas y angustias de un Jesús que grita en la cruz: “Padre, ¿por qué me has abandonado?” La fe tiene que pasar por este infierno y transformarse en esperanza de que para todo hay un sentido, pero escondido en Dios. ¿Cuándo se revelará?”[15]

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Tampoco quería pasar inadvertida la primera opinión que el teólogo José María Castillo tuvo de él y lo que confesó en una conferencia que tuvo en Málaga en el año 2013:

 El Papa Francisco dijo en su primera presentación en la plaza de S. Pedro que le bendijeran a él y comentó aquello de “no le tengas miedo a la bondad y a la ternura”. Le solemos tener miedo, porque nos hacemos con los demás débiles, vulnerables. Tenemos miedo al Evangelio, porque te mete en problemas. A diferencia del dogma y las fórmulas de fe que se aceptan y, si no eres muy escrupuloso, te permiten llevar una doble vida o una conciencia tranquilizadora de cumplimiento, vivir relatando con nuestra vida la Buena noticia del de Nazaret te compromete en el aquí y ahora.

Los formulismos religiosos son fórmulas muertas, vacías, inadecuadas para la tarea de activar la tradición cristiana en el recuerdo colectivo. Ser cristiano de verdad es muy peligroso. Cuando la institución y los decretos y leyes sólo sirven para el autoconocimiento de la religión y auto reproducción de una Iglesia autoritaria, dogmática que rehúye de esa peligrosidad.

No hay que extrañarse de todo lo que se dice. La Iglesia es parte constitutiva del sistema que alimenta al propio sistema. ¿Por qué no ha hablado la Iglesia oficial italiana contra Berlusconi? Ratzinger ha sido el colapso de una teología neo escolástica. Pero, ¿qué teología puede aportarnos el nuevo Papa Francisco?

Hay mucho de sensacionalismo en los medios ante los gestos y símbolos de este nuevo Papa, muchas esperanzas y expectativas puestas en este hombre que es ideológicamente conservador, doctrinal y tradicional pero sencillo, humilde, armonizando ese conservadurismo con una exquisita sensibilidad evangélica, sorprendente. Todo apunta a que va a continuar (si le dejan) rompiendo esquemas. Los que lo conocen, muchos jesuitas, coinciden en que Jorge Bergoglio es de fuerte carácter y consecuente, capaz de enfrentar batallas. Es común escuchar que desde que lo hicieron arzobispo curiosamente se hizo más humilde y cercano con el pueblo. Hasta hoy ha sido una tónica en su vida que parece prosigue en su pontificado: zapatos viejos y usados, la cruz que llevaba de antes rechazando la del Papa, llamarse Francisco (sin la numeración: no llamarse Francisco I, como si a partir de él prosiguiera una saga), volver loco a la seguridad papal por su espontaneidad y cercanía, utilizar el papa móvil descapotable, rechazando el blindaje contra posibles atentados, exponiéndose pero, sobre todo, la profundidad teológica de llamarse obispo de Roma y no Papa.

El problema que Bergoglio puede enfrentar es la dificultad de conciliación de esta mentalidad tradicional con su sensibilidad evangélica, consecuente de verdad. No es fácil. Algunos lo consiguieron, pero tuvieron un precio que pagar: Oscar Romero, entre otros que, siendo enviado para apaciguar el fuego político social que habían encendido algunos jesuitas en el Salvador, acabó abrazando al pueblo crucificado cuando tomó contacto y conciencia de la realidad de injusticia, cuando interpretó desde el lugar hermenéutico de los pobres. Ojalá estemos ante una nueva “primavera cristiana”. Ser religioso es seguir la tradición, los dogmas. Ser evangélico, seguir a Jesús de Nazaret es tener una gran sensibilidad evangélica, humana, ser consecuente de aquello que creemos teniendo como límite el amor, el respeto al otro y a lo otro sin dejar de ser nosotros mismos, partir de que nos enriquecemos en nuestras vivencias e interpretaciones plurales.

Según el periódico ABC, “El Papa Francisco, un cambio de estilo, pero no de doctrina de la Iglesia”[16]. Algo con lo que no estoy de acuerdo, ya que entiendo que, aunque no iba a romper con la esencia de la predicación y tradición cristiana, sí está suscitando un cambio de rumbo significativo para la Iglesia mundial, siguiendo la línea de Juan XXIII en el Concilio Vaticano II, no siendo su actitud meros matices carismáticos.

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Sí, debo reconocer, me ha gustado un artículo que este periódico digital ha publicado con el título de “Los diez secretos del éxito del Papa Francisco” y que dejo aquí como resumen de lo que, al menos, hasta hoy está significando en los creyentes el nuevo Pontificado de Bergoglio, el otro Papa -junto a Benedicto XVI- (que representa al otro modelo de Iglesia y teología) que cohabita en la Iglesia católica. Diez son las cualidades que la impronta de la simbiosis franciscana-jesuítica han generado en Francisco: sencillez, afecto, humildad, fortaleza, libertad, colegialidad, oración, profundidad, misión y coherencia:

  1. Sencillez: Desde que era profesor de filosofía y literatura, el «padre Jorge» sabe que los pedestales no sirven para nada. Es mejor acercarse al alumno de igual a igual, a su altura. Como párroco y obispo aprendió a «hablar a los más chicos, y así te entienden también los mayores». Los títulos y los tronos crean barreras innecesarias. Se llama «Francisco» en lugar de «Francisco I». No utiliza como antefirma «P. P.» ni «S. S.». Es un Papa con zapatos negros.
  2. Afecto: Es un vendaval de cariño. Con las personas que conoce y con personas desconocidas, especialmente si son niños, pobres o enfermos. Cada miércoles dedica 45 minutos a recorrer la plaza de San Pedro en el «papamóvil» para que todos puedan verle de cerca. Sonríe, bendice, besa en un despliegue de energía asombroso en un hombre de 76 años con ligera insuficiencia pulmonar y que no hace deporte. Reparte besos y abrazos sin cansarse, especialmente a los enfermos de ELA, Down, etc.
  3. Humildad: Aunque regaló a Benedicto XVI el icono de la «Virgen de la Humildad» recibido de la Iglesia Ortodoxa rusa, lo cierto es que ambos son ejemplo de esa virtud. Joseph Ratzinger fue toda su vida una persona sencilla y sobria, espartana en sus gastos personales. Jorge Bergoglio siempre ha sabido cocinar, lavarse la ropa, tomar el autobús y el metro. Al día siguiente de ser elegido Papa fue a la residencia del clero a recoger su maleta y pagar su factura.
  4. Fortaleza: Cuando despedía a la presidenta brasileña Dilma Roussef, antigua militante y prisionera política durante la dictadura militar, el Papa le dio un consejo de su propia experiencia como rector del Colegio Máximo, provincial de los Jesuitas de Argentina y cardenal arzobispo de Buenos Aires: «Recuerde: fuerte, pero con ternura». Siempre ha sido cariñoso con todos, pero, al mismo tiempo, «lo que tiene que hacer, lo hace». Sus antiguos colaboradores están seguros de que hará poda y limpieza en la Curia vaticana. Fustiga el «carrerismo» y la hipocresía.
  5. Libertad: Francisco es un hombre libre. No aspira a nada. No le importa lo que digan de él. Desde hace tiempo no se molestaba en responder a calumnias contra su persona sino sólo a tergiversaciones sobre lo que decía en público o en privado. Es un Papa «low cost». No necesita nada. Nunca tuvo coche oficial ni secretarios, tan sólo una agenda. Llama directamente por teléfono a quien quiere. Escribe y habla con libertad pues las críticas le importan un comino.
  6. Colegialidad: Como superior de los jesuitas de Argentina y como arzobispo de Buenos Aires, siempre escuchaba la opinión de los interesados en cada tema y la de sus colaboradores. Pero después decidía solo, asumiendo toda la responsabilidad. Como presidente de la conferencia episcopal argentina, respetaba la opinión colectiva aunque no coincidiese con la suya. Para la reforma de la Curia se apoyará en el trabajo del grupo de ocho cardenales de los cinco continentes y en el Sínodo de Obispos.
  7. Oración: Se levanta a las cinco de la mañana, y hace una hora de oración. Después prepara su homilía y sigue rezando hasta la misa de las siete. Acude muchas veces al sagrario. A última hora de la tarde reza otra hora, «delante del Señor, y a veces me adormilo un poco por el cansancio. Pero Él me comprende. Me consuela pensar que Él me mira. A veces pensamos que debemos pedir, hablar, hablar, hablar…. ¡No! Déjate guiar por el Señor».
  8. Profundidad: El joven perito químico Jorge Bergoglio trabajó en un laboratorio de análisis de alimentos, donde aprendió a realizar con exactitud mediciones y cálculos. Se formó en el noviciado de la Compañía de Jesús, cuando todavía se impartían clases en latín. Es licenciado en Filosofía y en Teología. Fue un gran profesor de filosofía y literatura. Predica y escribe con gran lucidez, vigor y belleza literaria. Es un intelectual que, deliberadamente, omite los razonamientos complicados y presenta las conclusiones con palabras sencillas.
  9. Misión: En la intervención que impresionó a los cardenales antes del Cónclave, Jorge Mario Bergoglio dijo que «la evangelización es la razón de ser de la Iglesia», «llamada a salir de sí misma e ir a las periferias geográficas y existenciales». Les advirtió que «cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar, se vuelve autorreferencial y se enferma», cae en el narcisismo. Insiste cada día en que «hay que salir a los caminos, encontrar a la gente».
  10. Coherencia: Desde que era maestro de novicios, su «método» ha sido enseñar con el ejemplo. Acompañaba a sus hermanos jesuitas más jóvenes a alimentar a los cerdos, y cocinaba en la residencia los domingos. En 21 años de obispo visitaba a los sacerdotes en sus casas, les cuidaba cuando estaban enfermos. Dedicaba mucho tiempo a catequesis, confesiones, confirmaciones y primeras comuniones en las parroquias pobres. No pide nada que no haya hecho personalmente antes. Por eso puede exigir. Y exigirá”.[17]

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Una de las homilías que más han retumbado en el ágora social de la opinión cristiana y secular ha sido la homilía de Francisco del 16 de septiembre en Santa Marta, cuyo tema central fue el interés del cristiano por la vida política. La verdad es que no tiene desperdicio ni el contenido ni el talante del discurso:

La humildad y el amor son dos elementos esenciales para quien gobierna, y los ciudadanos sobre todo si son católicos, no pueden desinteresarse de la política. Es lo que dijo el papa Francisco durante la misa de la mañana del lunes en Santa Marta, invitando a rezar también por las autoridades.

El evangelio del centurión que le pide con humildad y confianza la curación del siervo y la epístola de san Pablo a Timoteo con la invitación a orar por los gobernantes, han dado pie al papa para reflexionar sobre el servicio de la autoridad. Quien gobierna -afirma Francisco “debe amar a su pueblo”, porque “un gobernante que no ama, no puede gobernar: al máximo podrá disciplinar, poner un poco de orden, pero no gobernar”. El papa piensa en David “y cómo amaba a su pueblo”, por lo que después del pecado del censo dice al Señor que no lo castigue al pueblo sino a él. Por lo tanto, “las dos virtudes de un gobernante” son el amor por la gente y la humildad.

“¡No se puede gobernar sin amor al pueblo y sin humildad! Y cada hombre, cada mujer que debe tomar posesión de un servicio público, debe hacerse estas dos preguntas: ‘¿Amo yo a mi pueblo, para servirle mejor? ¿Soy humilde y escucho a los otros, los diferentes puntos de vista, para elegir el mejor camino?’. Si no se hacen estas preguntas, su gobierno no va a ser bueno. El gobernante, hombre o mujer, que ama a su pueblo es un hombre y una mujer humilde”.

En el seguimiento y rastreo del impacto que está suponiendo este nuevo pontíficado hay un hueco obligado para la entrevista exclusiva que le ha hecho recientemente al Papa Francisco la prestigiosa revista jesuita “Razón y fe”. Considero que es de vital importancia de cara a valorar su posicionamiento como Pastor de la Iglesia universal y, a la vez, como cristiano tocado por el carisma jesuita, donde discernimiento personal y comunitario del espíritu de cómo andar en las fronteras, en los límites, y el buen uso de la razón (filosofía, teología y ciencias humanas, especialmente) son claves innegociables de la Compañía de Jesús. Pero no olvidemos el cuarto voto y la disciplina ignaciana.

Todo ello está dentro de esas interesantes líneas. Cuestiones sobre cómo vive el día a día, quién es Jorge Mario Bergoglio, por qué se hizo jesuita, y qué significa para un jesuita ser Papa (el primer Papa religioso después de 182 años), su modelo de sacerdote y su experiencia de gobierno antes de ser Papa, su sentir con la Iglesia y su concepción eclesial de vanguardia, de frontera (como “hospital de campaña”), su opinión sobre los dicasterios romanos, sinodalidad y ecumenismo…Pero relevancia adquieren sus palabras sobre el Concilio Vat. II y su actualidad eclesial, la importancia de ser optimistas, orantes y esperanzados en un orden mundial complejo, y la importancia del arte y la creatividad en el mundo. Afirma su entrevistador tras la larga y provechosa conversación:

Me doy cuenta de que seguiría mucho tiempo este diálogo, pero sé que, como dijo el Papa una vez, no hay que “maltratar los límites”. En total hemos dialogado durante más de seis horas a lo largo de tres sesiones, el 19, el 23 y el 29 de agosto. He preferido organizar la redacción sin divisiones, para que no perdiera continuidad. Lo nuestro ha sido más una conversación que una entrevista: las preguntas han constituido como un telón de fondo que no imponía rígidos parámetros predefinidos. Incluso desde el punto de vista lingüístico hemos pasado con soltura del italiano al español, a menudo sin advertir la transición. No ha habido nada de mecánico, y las respuestas nacían del diálogo y dentro de un razonamiento que he procurado reflejar aquí, de modo sintético, como he podido.[18]

Creo que esta entrevista es una maravilla para el objeto de mi propuesta. Es un filón desde el punto de vista cristiano, ético, filosófico, incluso político. Según mi humilde opinión, viene a confirmar el corazón del cristianismo, lo esencial del mensaje de Jesús, ese que hace inspirar mentes y corazones con extrema sensibilidad, como Gianni Vattimo, Teresa Oñate, Leonardo Boff, J. Sobrino…y una larga lista de personas que siguen creyendo, a pesar de sus diferencias y puntualizaciones, que Jesús de Nazaret y el papel de la Iglesia en el mundo de hoy son vitales para recuperar los posibles pasados, dignificar el presente y construir un futuro más humano que se basa en el amor, la caridad y la solidaridad. Y esto, a pesar del propio hombre, es posible en el hombre.

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Ha sido para mí un acicate para la fe en Francisco el hecho recientísimo que ha salido a la luz: Bergoglio salvó a muchos de la muerte y la tortura en la dictura argentina. Es posible que pudiera haber hecho más…como todos nosotros: más en lo cercano y en las situaciones más lejanas, y que directa o indirectamente todos colaboramos. Es este nuestro gran pecado estructural, nuestra omisión.

Pero en pocos días saldrá a la luz[19] un libro que relata e investiga una especie de lista de personas que Bergoglio, como provincial de los jesuitas, ayudó. Pongo aquí la interesantísima y reveladora información al respecto:

 “El jesuita que humilló a los generales”, de Sandro Magister, que saldrá a la luz a partir del 3 de Octubre. La historia jamás contada hasta ahora sobre la red clandestina con la que el joven Bergoglio salvó a decenas de “subversivos” de la crueldad de los dictadores argentinos. (Nello Scavo, “La lista di Bergoglio. I salvati da Francesco durante la dittatura”, Prefazione di Adolfo Pérez Esquivel, Editrice Missionaria Italiana, Bologna, 2013, pp. 192, euro 11,90).

ROMA, 27 de septiembre de 2013 - En su entrevista a “La Civiltà Cattolica” que ha dado la vuelta al mundo, el Papa Francisco describe a la Iglesia como “un hospital de campaña después de una batalla”, donde la primera cosa que hay que hacer es “curar a los heridos”.

Pero, ¿qué cambia cuando la batalla está en pleno proceso? En su Argentina, entre los años 1976 y 1983, Jorge Mario Bergoglio vivió los años de plomo de la dictadura militar. Secuestros, torturas, masacres, 30.000 desaparecidos, 500 madres asesinadas después de haber dado a luz en prisión a sus hijos, que luego les fueron sustraídos.

Lo que hizo en esos años el entonces joven provincial de los jesuitas argentinos ha sido un misterio durante mucho tiempo. Y un misterio tan impenetrable que hizo nacer la sospecha de que había asistido inerte al horror o, peor, que había expuesto a un peligro mayor a algunos de sus hermanos, los más comprometidos entre los resistentes.

Estas acusaciones volvieron a lanzarse la primavera pasada, tras su elección como Papa. Pero fueron inmediatamente rebatidas por voces eminentes, aunque muy críticas sobre el papel que en conjunto tuvo la Iglesia argentina en esos años: las madres de la Plaza de Mayo, el premio Nobel de la paz Adolfo Pérez Esquivel, Amnistía Internacional. La misma magistratura argentina había exonerado a Bergoglio de todas las acusaciones, después de haberlo interrogado en un juicio entre 2010 y 2011.

Pero si bien ya se verificado que el actual Papa no había hecho nada condenable, aún no se sabía si, en esos años terribles, había hecho algo bueno para “curar a los heridos”.

Pero esta falta de información acabó ayer, porque ahora, gracias a un libro publicado por la EMI, pequeño de volumen pero explosivo en el contenido, se alza por primera vez el velo sobre esta faceta desconocida del pasado del Papa Francisco.

Estará en las librerías a partir del 3 de octubre; seguidamente saldrá en otros ocho países del mundo donde ya se están realizando las traducciones. Su título: “La lista de Bergoglio”. Y el pensamiento vuela enseguida a “La lista de Schindler”, inmortalizada en la película de Steven Spielberg. Porque la sustancia es la misma, como dice a continuación el subtítulo del libro: “Los salvados por Francisco durante la dictadura. La historia jamás contada”.

En la parte final del libro se ha incluido la transcripción íntegra del interrogatorio al que fue sometido el entonces arzobispo de Buenos Aires, el 8 de noviembre de 2010. Frente a los tres jueces, Bergoglio es acosado durante tres horas y cincuenta minutos con preguntas insidiosas, en particular del abogado Luis Zamora, defensor de las víctimas. Un pasaje clave del interrogatorio es el momento en el que le piden a Bergoglio que justifique sus encuentros con los generales Jorge Videla y Emilio Massera en 1977.

Dos sacerdotes muy cercanos a él, los padres Franz Jalics y Orlando Yorio, habían sido secuestrados y encarcelados en un lugar secreto. El primero había sido durante dos años su director espiritual y el segundo su profesor de teología; después se habían comprometido a fondo con los pobres de las “villas miserias” de Buenos Aires, y esto los había convertido en blanco de la represión. Cuando fueron capturados, el entonces provincial de los jesuitas se movilizó para saber dónde estaban detenidos. Lo supo: estaban en la tristemente célebre Escuela Superior de Medicina de los oficiales de la marina, de la que pocos salían vivos.

Para pedir su liberación Bergoglio quiso reunirse, sobre todo, con el general Videla, en esa época el número uno de la junta. Y lo consiguió dos veces, la segunda convenciendo al sacerdote que celebraba la misma en la casa del general para que dijera que estaba enfermo, y así poder sustituirlo. Este coloquio confirmó de manera definitiva que los dos jesuitas estaban en las cárceles de la marina.

No le quedaba, por tanto, otro recurso que dirigirse al almirante Massera, personaje irascible y vengativo. Tuvo dos encuentros, el segundo de los cuales fue brevísimo. “Le dije: Mire, Massera, quiero que me los devuelva vivos. Me levanté y me fui”, dijo Bergoglio en el interrogatorio de 2010.

La noche siguiente los padres Jalics y Yorio fueron drogados, metidos en un helicóptero y abandonados en medio de una ciénaga. Pero en los seis meses que estuvieron prisioneros y fueron torturados, a los dos sacerdotes se les hizo creer que habían sido delatados por su padre provincial. Y en una ficha de los servicios secretos alguien escribió: “A pesar de la buena voluntad de padre Bergoglio, la Compañía de Jesús argentina no ha hecho limpieza en su interior”, insinuando una complicidad por su parte con la represión.

“Una canallada”, dijo cortante sobre esta insinuación el fiscal del juicio de 1985, que condenó a cadena perpetua tanto a Videla como a Massera. En cuanto a los padres jalics y Yorio, ambos reconocieron la falsedad de las acusaciones contra su superior, con el cual se reconciliaron públicamente.

El entonces provincial de los jesuitas había conseguido dar una idea de sí mismo a los generales de ser una persona que permanecía escondida en su Colegio Máximo de San Miguel, esperando tiempos mejores. Pero lo que el libro revela, por primera vez, es mucho más.

Nello Scavo, autor de la investigación y cronista judicial de “Avvenire”, ha descubierto, con la ayuda de numerosas personas que habían huido y uniendo sus testimonios como un puzle, que Bergoglio tejía silenciosamente una red clandestina que consiguió salvar a muchas decenas, sino centenares, de personas cuyas vidas corrían peligro.

Mientras el general Videla urdía sus sanguinarios planes desde los salones de la Casa Rosada, a pocos pasos de distancia, en el callejón que se adentra en el barrio de Monserrat, surgía la iglesia de San Ignacio de Loyola, con anexa una residencia de los jesuitas y una escuela. Aquí, el provincial de los jesuitas citaba a los perseguidos para darles las últimas instrucciones antes de embarcarlos clandestinamente en los barcos que transportaban fruta y mercancía desde Buenos Aires a Montevideo, en Uruguay, a una hora de navegación. Jamás los militares se imaginaron que ese sacerdote los desafiaba desde tan cerca.

El éxito de cada operación dependía de la salvaguardia del secreto que existía también entre quienes la realizaban o se beneficiaban. Las personas que entraban en la red de protección organizada por Bergoglio no conocían la existencia de otros que estaban en su misma situación.

Al colegio de San Miguel llegaban, o desde él salían, por motivos aparentes de estudio, de retiro espiritual o de discernimiento de la vocación, hombres y mujeres que, en realidad, estaban siendo buscados como “subversivos”. Para ponerlos al seguro a menudo la meta era Brasil, donde a su vez había una red análoga de protección organizada por los jesuitas del lugar.

Pero el único que sostenía las riendas era Bergoglio. El anciano jesuita Juan Manuel Scannone, hoy el teólogo más importante de Argentina, y el más estimado por el Papa actual, vivía en esa época también en San Miguel. Pero no se dio cuenta de nada. Solamente muchos años después, él y otros empezaron a confiarse y a entender: “Si uno de nosotros hubiera sabido y hubiera sido secuestrado y sometido a tortura, toda la red de protección habría saltado. Padre Bergoglio era consciente de este riesgo y por eso mantuvo el secreto. Un secreto que mantuvo también después, porque nunca ha querido presumir de esa excepcional misión”.

La “lista” de Bergoglio es un conjunto de historias personales muy distintas, de lectura apasionante, cuyo rasgo común es haber sido salvados por él. Tenemos a Alicia Oliveira, primera mujer juez penal de Argentina y también la primera a ser despedida tras el golpe militar, no católica y ni siquiera bautizada, que entró en la clandestinidad y a la que Bergoglio, metiéndola en el maletero de su coche, hacía entrar en el colegio de San Miguel para que viera a sus tres hijos.

Hay también tres seminaristas del obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, asesinado en 1976 por los militares con un falso accidente de coche, al haber descubierto quienes eran los verdaderos responsables de los numerosos asesinatos.

Está Alfredo Somoza, literato, salvado sin que fuera consciente de ello. Están Sergio y Ana Gobulin, comprometidos en las villas, casados por el padre Bergoglio, él arrestado y ella buscada, ambos salvados y expatriados con la ayuda del entonces vicecónsul italiano en Argentina, Enrico Calamai, otro de los héroes de la historia.

Como Papa, pero primero como hombre, Francisco no deja de sorprender. Este artículo ha sido publicado en “L’Espresso” n. 39 (2013).[20]

Y TODO ESTO ERA SOLO EL COMIENZO…

NOTAS:

[1]  Véase: “Papa Francisco rompe costumbre de zapats rojos”, en Redacción El diario (MAR 19 2013): http://www.eldiariony.com/papa-francisco-rompe-costumbre-de-zapatos-rojos

[2]  Véase: “Carta a Francisco, Obispo de Roma”, de Dolores Aleixandre (2013): http://www.redescristianas.net/2013/04/11/carta-a-francisco-obispo-de-romadolores-aleixandre-rscj/

[3]  Roma, 29 mayo 2013, en zenit.org.

[4]  Francisco, en catholic.net, 2013.

[5]  Véase “La tentación de Francisco de Asís y la posible tentación de Francisco de Roma” (L. Boff, 2013), en leonardoboff.wordpress.com.

[6]  Véase: “El golpe maestro de Francisco” (23-8-13): http://www.abc.es/sociedad/20130421/abci-golpe-maestro-francisco201304201704.html

[7]  Véase: reflexionyliberacion.redescristianas.net (2013).

[8]  Fuente: Francisco. Zenit.org, 2013.

[9]  Ibídem.

[10]  DERF.com (2013) 

[11]  Fuente: Radio Vaticano 2013.

[12]  Vidal. Periodistadigital.com, 2013.

[13]  Bergman. lanacion.com, 2013.

[14]  Fuente: Francisco. Zenit.org, 2013.

[15]  Traducción de Mª José Gavito Milano (Boff. leonardoboff.woedpress.com, 2013).

[16]  “El Papa Francisco, un cambio de estilo pero no de doctrina de la Iglesia” (Boo. abc.es, 31-7-2013): http://www.abc.es/sociedad/20130731/abci-selccion-textos-papa-201307302126.html

[17]  Véase: “Los diez secretos del éxito del Papa Francisco” (Boo.abc.es,17-6-2013): http://www.abc.es/sociedad/20130616/abci-diez-secretos-exito-papa-201306151644_10.html

[18]  Spadaro, Razón y fe, 2013.

[19]  Espero que para cuando se realice esta publicación se hayan disipado todas estas dudas al respecto de Bergoglio y constatado la fiabilidad que podemos tener en este sencillo pero buen hombre.

[20]  Magíster. Chiesaexpresonline.it, 2013

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