Un santo para cada día: 1 de abril San Hugo
Discernir el signo de los tiempos no quiere decir condescender con todos y callar a todo, aunque este gesto cobarde es fácil disfrazarlo de falsa prudencia
Nace Hugo en Valence ( Francia) en el año 1053. Su padre, que se llamaba Odilón, al quedar viudo había vuelto a casarse en segundas nupcias; de este segundo matrimonio nació Hugo, de cuya educación tuvo que hacerse cargo su madre, porque su padre decidió ingresar en la Cartuja, naturalmente con el consentimiento de su esposa, cuando él todavía era muy pequeño. A los 28 años Hugo era un joven de irreprochable conducta, instruido en ciencias religiosas, educado, agradable en su trato, un poco tímido y muy piadoso, era el perfil óptimo para un secretario ideal y así debió entenderlo su obispo, quien se fijó en él para que lo acompañara al sínodo de obispos que se iba a celebrar en Avignon, para poner remedio a la indisciplina reinante en la diócesis de Grenoble.
Las buenas cualidades de Hugo saltaban a la vista, cualquiera podía percatarse de ellas, por lo que no pasaba desapercibido, todos los ojos se fijaron en él, llegando a la conclusión de que este joven era la persona indicada para hacerse cargo de la diócesis de Grenoble; pero había un problema, este joven era un laico normal y corriente. No importa, allí había muchos obispos que estaban dispuestos a ordenarle sacerdote de inmediato y así fue; aunque fue necesario vencer algunas resistencias por parte del ordenando. Una vez consagrado sacerdote, el delegado papal le pidió que le acompañara a Roma, donde sería recibido cordialmente por Gregorio VII, manifestándole su deseo de ordenarle obispo de Grenoble. Nuevamente aparecen los problemas en forma de objeción de conciencia. No va a poder ser, manifiesta el joven sacerdote de 28 años, porque se ve excesivamente tímido y además porque se ve asediado por pensamientos pecaminosos, a lo que el Sumo Pontífice le responde: "cuando Dios da un cargo o una responsabilidad, se compromete a darle a la persona las gracias o ayudas que necesita para lograr cumplir bien con esa obligación" El papa tenía razón, Hugo se había quedado sin argumentos y no tuvo más remedio que aceptar.
La diócesis de Grenoble se había convertido en la casa de “tócame Roque” y a medida que el nuevo inquilino iba levantando las alfombras aparecían nidos de podredumbre, simonía, incumplimiento del celibato, ignorancia religiosa, usurpación de los bienes de la iglesia por parte de los laicos en medio de una situación económica de bancarrota, hasta el punto de que no se podía pagar a los empleados.Hugo intenta poner orden en un mar de desconciertos: exhorta, se hace presente en los lugares, reza, se mortifica; pero lo único que consigue es la enemistad de quienes en manera alguna estaban dispuestos a cambiar. Abatido al ver que tanto esfuerzo no servía para nada, abandona la sede y se refugia en la abadía de Maison-Dieu Clermont de la que solamente un mandato del Papa logrará sacarle y otra vez a empezar, con nuevos intentos de abandonar y echarlo todo a rodar. Así durante muchos años, hasta que su labor comienza a dar algunos frutos.
A él llegaron un día S. Bruno y 6 compañeros como caídos del cielo, que le van a dar fuerza y el consuelo que necesitaba en la lucha contra la relajación de las costumbres y contra las maquinaciones de los malos clérigos, que querían perderle de vista y el oficio de obispo que él nunca quiso ser acabó finalmente haciéndole santo.
Viejo y enfermo acabaría sus días atormentado por tentaciones, que le impedían arrojarse en los brazos de la Divina Providencia. Se vio asediado por sufrimientos morales y físicos, como la artritis y dolores de cabeza que le fueron minando hasta llegar a perder la memoria unos días antes de su muerte, acaecida el 1 de Abril de 1932
Reflexiones desde el contexto actual
La gran tentación de quienes tienen a su cargo la responsabilidad de gobernar es la de arrojar la toalla o esconder la cabeza debajo del alá y aquí no pasa nada. Discernir el signo de los tiempos no quiere decir condescender con todos y callar a todo, aunque este gesto cobarde es fácil disfrazarlo de falsa prudencia. Si de algo nos da ejemplo el obispo de Grenoble es que no se anduvo con contemplaciones y trató de agarrar al toro por los cuernos sin claudicaciones.