Un santo para cada día: 30 de marzo San Juan Clímaco: maestro de ascetas
Durante 40 años vivió apartado, en el monte Sinaí en medio de un paraje pedregoso y reseco, donde ni siquiera las alimañas se sentían cómodas. Su refugio fue una austera celda de ásperos muros naturales, presidida por una cruz, tan solo con lo más indispensable
Puede que Juan Clímaco fuera oriundo de Siria, si bien otras fuentes nos hablan de Palestina, tampoco la fecha es segura, que se suele colocar hacia el año 575. Fue conocido como Juan el escolástico, que significaba instruido. Sus datos biográficos proceden de un monje del monasterio de Raithu. De él sabemos que tuvo una excelente formación, recibida seguramente a través de la lectura de algunos Santos Padres. Sabemos también que a los 16 años entraba como novicio en el Monte Sinaí, siendo admitido como monje después de cuatro años de prueba. Su larga vida le permitió transitar muchos caminos: fue monje anacoreta, asceta, abad, escritor y experto maestro espiritual, de cuya pluma salieron tratados interesantes como por ejemplo Scala Paradisi de carácter ascético-místico.
Durante 40 años vivió apartado, en el monte Sinaí en medio de un paraje pedregoso y reseco, donde ni siquiera las alimañas se sentían cómodas. Su refugio fue una austera celda de ásperos muros naturales, presidida por una cruz, tan solo con lo más indispensable, una mesa, un banco, unas alforjas con libros y algún que otro mobiliario. Distaba unos cuanto Kilómetros del convento, al que seguía acudiendo para celebrar las festividades con el resto de la Comunidad. En su guarida pasaba las horas interminables a solas con sus alegrías y sus penas, con sus certezas y vacilaciones, pero sin perder del todo el contacto con el mundo exterior, oraba, ayunaba, meditaba y también dedicaba parte de su tempo en instruir y aconsejar a quienes en tropel acudían a él, siendo muchos los discípulos y admiradores los que se acercaban a contarle sus problemas y él les escuchaba con la paciencia de un santo y les aconsejaba con la prudencia de un maestro experimentado, porque estos quehaceres eran para él un ejercicio de caridad. Decía que “El que con su enseñanza puede contribuir al progreso de su prójimo y a la salvación de sus hermanos y no les reparte con plenitud de caridad las palabras de vida que ha recibido para comunicárselas a los demás, tendrá el castigo del que oculta el talento debajo del celemín”.
Cuando ya tenía más de 70 años a petición de los monjes fue requerido para que fuera abad del Monasterio de Santa Catalina y él después de poner alguna resistencia se prestó a hacer este favor a sus hermanos. El tiempo que estuvo ejerciendo como tal, lo hizo de forma plenamente satisfactoria siendo allí donde redactó algunos de los tratados espirituales que se le atribuyen, como por ejemplo el excelente tratado titulado “Escala mística”, donde se ponen de manifiesto sus dotes de escritor, de psicólogo y de maestro experimentado, redactado en estilo sencillo y claro, que cualquiera puede entender, sirviéndose de ejemplos y experiencias vividas en el monasterio. En este hermoso tratado se nos muestra cómo el alma va subiendo los treinta escalones hasta alcanzar la unión íntima con Dios. De alguna manera nos recuerda Las Moradas de Sta Teresa. Creo no exagerar si digo que en su día fue uno de los tratados ascéticos más leídos, aunque hoy día no esté de actualidad.
El abad seguía cumpliendo años y como la edad no perdona un día sintió que las fuerzas le fallaban y fue entonces cuando renunció al cargo para dedicar el tiempo que le quedara en preparase para bien morir, lo que habría de suceder en el 649 cuando Clímaco tenía 80 años.
Reflexión desde el contexto actual
No podemos decir que en nuestro tiempo despierte gran interés la vida de un gran estratega y conocedor de la vida espiritual como lo fue S. Juan de Climaco, sencillamente porque la vida interior ha quedado fuera de las preocupaciones de nuestro mundo. El problema está en saber si la situación en que nos encontramos se puede prolongar durante mucho tiempo. Yo tengo para mí que en nuestra condición de humanos está el abrirnos a las exigencias del espíritu y que tarde o temprano esto habrá de ser así. Cuando esto suceda volverá a tener vigencia el hermoso tratado“La escala del Paraíso“ en el que la vida de este gran místico quedó representada.